Los ocho años de gobierno de Barack Obama fueron el trampolín que esperaba Rusia para recuperar el terreno que perdió cuando la caída del Muro de Berlín dejó a Estados Unidos como la única superpotencia.
Obama no fue el político ideal para dirigir el país con mayor influencia en los destinos mundiales. Tímido a la hora de aplicar la fuerza en los conflictos, permitió que Rusia recuperase la influencia perdida tras la descomposición de la URSS. Ha sido el retorno de una potencia que desprecia la democracia.
El desentendimiento de Obama del conflicto en Siria, dejando el camino abierto para que Rusia apoyara al régimen criminal de Bashar al Assad, provocó la caída del bastión rebelde de Aleppo esta semana, tras cuatro años de guerra.
Pero un error siempre provoca otro error hasta formar una cadena de errores. El desentendimiento de Obama de la guerra en Siria y del avance del Estado Islámico en la propia Siria, Irak y Libia estimuló la crisis de refugiados y la ola de terrorismo en Europa.
Y la crisis de refugiados y la ola de terrorismo en Europa fueron una de las principales causas del Brexit en Reino Unido, el cual se puede considerar el gran arranque del profundo sentimiento antisistema que inició su recorrido mundial, pasando hace un mes por Estados Unidos haciendo ganar a Trump.
La caída de Aleppo no sólo significa el fortalecimiento de la tiranía siria, sino también un triunfo de la política exterior de fuerza impulsada por Vladimir Putin en su conciencia de que dirige los destinos de una potencia y se asegura una posición estratégica en el Mediterráneo oriental.
Con la anexión de la península ucraniana de Crimea, y ahora con la flotación de la dictadura en Siria, Rusia recupera la influencia que había perdido Moscú en Medio Oriente tras el derrocamiento del régimen iraquí de Sadam Husein.
Pero no sólo eso, sino que también Rusia se posiciona mucho mejor que Estados Unidos en el definitivo enfrentamiento que viene en Medio Oriente para hacerse de la hegemonía entre las dos principales potencias de la región: el Irán chií contra la Arabia Saudita suní.
La lección de Vladimir Putin a Barack Obama para mantener a su aliado Bashar al Assad ha sido que un presidente de una superpotencia tiene que tomar riesgos militares, que los conflictos armados no son días de campo. Obama se negó a bombardear posiciones de Bashar y Putin bombardeó las de los rebeldes.
Por eso cayó el rebelde Aleppo: porque Obama lo dejó a su suerte. Por eso no acaban de vencer los iraquíes y kurdos al Estado Islámico en Mosul: porque Obama no los apoya lo suficiente.
Porque a Obama le falta energía.