*La rueda de prensa de Carlos Slim, comenzó casi cuarenta minutos después de la hora en la que fue convocada, pero eso no importa, la gente esperó; había expectativa. Una periodista lo felicitó por su cumpleaños y otro le preguntó qué le decía a todos sus fans, que lo quieren ver como candidato a la presidencia; uno más le cuestionó claramente si se lanzaría al cargo, y dos o tres preguntaron una y otra vez qué consejo le daría a Trump y a Peña Nieto, pero eso tampoco importa porque el ingeniero agradeció las felicitaciones, dijo que lo suyo era ser empresario y que no aconseja al presidente, que él está con México. Citó 23 veces el libro de Donald Trump, pero eso no importa, lo que importa es que dijo que el mandatario de EU es un hombre inteligente y que más que “Terminator”, así como se lee, es “Negoceitor”. No importa reseñar las risas que eso suscitó, ni los aplausos que varios periodistas brindaron; menos aún interesa reseñar lo que preguntó una caricatura que se llama Carlos Marín.
Digamos que al ingeniero le importó -aunque a casi nadie de los periodistas le interesó hacer pregunta alguna al respecto- señalar que esta es una buena oportunidad para invertir, que el señor Trump es un hombre práctico y que hay tantas oportunidades ahora que, vean ustedes, “hasta la barda la van a hacer mexicanos”. Slim no aconseja pero dice que debe haber una política fiscal que aliente a la inversión de empresarios, por ejemplo en el reordenamiento de las zonas urbanas y sobre todo que empresas mexicanas no subsidien a otras extranjeras, como Telefónica y AT&T; el ingeniero sabe lo que dice y dice que no debe haber regulación, ah, y que los precios de telecomunicaciones en México son los más baratos del mundo. No importó ahí, a casi nadie, decir que eso no era verdad, que el pago de telefonía fija y móvil es de los más caros del mundo ni les interesó recordar que entre Telmex y Dish hubo una alianza ilegal, así, ilegal, ahora que Slim comenta que hay que luchar contra la corrupción. O sea que casi todo fue risas y buena onda.
Cuando una reportera de etcétera le pregunta cómo es que mientras Trump agrede a nuestro país y amaga con una política anti-migratoria sin mencionar a los derechos humanos, el señor Slim mira ahí una oportunidad de negocios. Elias Ayub interrumpe a la reportera, le pregunta que cuál es la pregunta, la reportera dice que esa y cuando la va a repetir Slim la comprende y señala que no hay que enojarse, que Trump poco a poco entenderá y remite al libro una vez más (al de Trump, se entiende), los demás reporteros sonríen y uno que otro aplaude como discreto pero para que lo vean los conferencistas; llega al fin otra pregunta: qué fue lo que comentaron ellos, el ingeniero y Trump durante la cena que tuvieron, y Slim sonríe pleno, dice que no fue romance y enseguida advierte que no cree que el presidente de EU atente contra la libertad de expresión y manda un dardo, Trump sólo advierte que los medios dan la información y ponen su opinión; nada más. No importa eso a los periodistas para inquirir sobre los amagos recientes del presidente estadounidense contra los medios ni los actos de censura. Nada. No importa a los reporteros el significado de Trump, de qué tamaño es aquel monstruo; lo intenta otra reportera de etcétera, Mireya Maldonado: de qué tamaño es el riesgo pero Slim, una vez más comenta que hay grandes oportunidades para ambos países.
Concluye la rueda de prensa. No vale la pena reseñar, no al menos para mí, los halagos de Carlos Marín. Importa, al menos para mí, decir que en esa rueda de prensa, Slim no habló de qué tanto perjudican los monopolios a la economía nacional.
*Este texto fue publicado originalmente el 27 de enero de 2017.