Graciela Martínez Celis tenía 26 años y gozaba de un momento importante dentro de su carrera artística pues, en agosto de 1957, era famosa por su actuación en la picaresca obra: “Se solicita amante con referencias”, en el teatro Gante. La muchacha había comenzado como tantas otras: fue empleada de un almacén y luego secretaria, más tarde salvó el escollo de un matrimonio fracasado, siguió con sus estudios de arte dramático e impulsada por su belleza imponente y su afabilidad, además de la obra teatral ya referida, logró la simpatía de miles de personas durante el desfile del 20 de noviembre en el que fue abanderada.
Graciela sabía que su ilusión de brillar le implicaba dejar de ser un poco quien era, por ello aceptó ser “Claudia Celis” y mostrar sus formas por encima de sus aptitudes, recurso habitual durante aquellos años. Hay, por cierto, una foto suya en liguero que acentúa sus perímetros junto a sus ojos sarracenos que le dan un toque melancólico. Con esa imagen, el 2 de marzo de 1958, la artista anunció que emprendería una gira por las principales ciudades de América del sur: “Ahora le pueden decir ustedes a sus lectores: Se nos va nuestra Claudia”, declaró llena de alegría al semanario “El Fígaro”. No parecía tener límites el empeño de la actriz, más aún, cuando había sido incentivado por su casi testimonial participación en una película llamada “Señoritas” producida por Raúl de Anda y dirigida por Fernando Méndez
El 16 de marzo de 1958 los diarios encabezaron la noticia: se desplomó un avión, cerca de la población peruana de Arica, en ruta hacia Valparaiso, Chile, y Punta del Este, Uruguay. En la nave iba Graciela Celis quien nunca imaginó, estoy seguro, que através de las páginas de “El Fígaro”, se había despedido definitivamente. Sus ilusiones quedaron despedazadas. La muerte detuvo el tiempo: ya no estaría en el Festival Cinematográfico, en punta del Este de la República del Uruguay ni regresaría como actriz de a deveras. Su sonrisa quedaría grabada para siempre aunque nunca dejará de ser la muchacha del teatro frívolo. Nos queda también la película aquella, “Señoritas” como un registró irónico también: termina con un avión despegando por los cielos.