febrero 22, 2025

La causa grave: falta de ética e imparcialidad

Compartir

Arturo Zaldívar Lelo de Larrea renunció a la Suprema Corte de Justicia de la Nación el pasado miércoles 8 de noviembre, al cargo de ministro que desempeñaba desde hace 14 años, desde 2009, cuando fue propuesto por el entonces presidente Felipe Calderón Hinojosa. Renunció diciendo en entrevistas que no lo hace por buscar un cargo público ¡pero a las pocas horas circuló una fotografía de él con Claudia Sheinbaum!

Presentó su carta de renuncia mediante un mensaje publicado en la red social “X”, en la cual señala que considera de la mayor importancia sumarse “a la consolidación de la transformación de México”. Pronto se confirmaría su adhesión al proyecto de Sheinbaum, confirmando lo que muchas personas dijimos desde hace años: que durante su presidencia, el ministro había sometido a la Suprema Corte a la voluntad del presidente de la república, lo que, entre  otras consecuencias,  debilitó la separación de poderes del estado mexicano.

Designado  presidente de la Suprema Corte en enero 2019, venía precedido de una aureola de ´progresista´ por su desempeño a favor de la regulación del uso de la marihuana o el caso de la guardería ABC, de esta manera iba a presidir esta institución a pesar de no contar con carrera judicial. Pero al llegar al cargo, su actitud fue claramente de cercanía y hasta abyección a la presidencia de la república. Esta falta de trayectoria judicial ha hecho que varios analistas hablen de él como un político investido de ministro, lo cual se fue confirmando con la política de comunicación que desplegó en la Suprema Corte.

Con el pretexto de hacerla cercana a la ciudadanía, renovó y cambió el nombre al “Canal judicial”, impuso conferencias mensuales y una amplia difusión de su imagen en la red social Tiktok, incluso llegó al extremo de hacer público su gusto por una famosa cantante de música pop. Todo lo cual daba claras muestras de su apetencia política, ante la cual no dudó en someter sus decisiones en materia judicial a los deseos del inquilino de Palacio Nacional.

Así, vimos cómo en temas de relevancia para el presidente López Obrador, el ministro presidente Zaldívar no hacía más que buscar recovecos para no confrontarlo y para poder darle salida a sus deseos. Por ejemplo, en el caso de la “Consulta para enjuiciar a ex presidentes de la república”, la cual a todas luces era un espectáculo más de Andrés Manuel para seguir culpando al pasado de sus nulos resultados. En aquella ocasión, ante la polémica el ministro decidió que la pregunta tuviera una nueva redacción en lugar de determinar, como era obvio, que la pregunta no era materia de una Consulta popular, pues la ley no se consulta.

O recordemos su “ladeo” ante la discusión del proyecto de sentencia relativa a la Ley de la Industria Eléctrica del presidente Obrador, en la cual con tal de no declararla improcedente, condujo el debate de manera poco clara y llegó al extremo de contabilizar mal los votos de los ministros. Y ni qué decir de sus posiciones ante la militarización del país, ante la cual realizó las maromas argumentativas  más inverosímiles para intentar darle la razón al presidente de la república a favor de su intento de entregarle la seguridad ciudadana a un militar.

De esta manera es que para gran parte de la ciudadanía era clara la cercanía e inclinación de Arturo Zaldívar por el proyecto de la mal llamada “cuarta transformación”, sin embargo, se esperaba un poco más de decoro de un ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, de dignidad, lo que obvio, no tuvo este político de toga al decidirse renunciar para lanzarse descaradamente a los brazos de Morena y del proyecto transexenal de López Obrador.

Tanto él como Sheinbaum, ambos igualmente simples empleados del presidente, han señalado que la inclusión del primero al equipo de ella, es para generar un proyecto de reforma judicial, pero cuando en entrevistas cuestionan al aún ministro si está de acuerdo con la iniciativa de elegir a los ministros de la Suprema Corte por voto popular, vuelve a hacer lo que tan bien a hecho durante este sexenio, hacer piruetas para evitar fijar una postura responsable y razonable.

Lo mismo ha sucedido cuando le cuestionan sobre la improcedencia de su renuncia ya que la Constitución señala que para proceder debe darse una ´causa grave´, ante lo cual el ex ministro ha cantinfleado diciendo que “causa grave es aquella causa importante a juicio del ministro que la presenta”. No señor Zaldívar, esa no es la justificación de su renuncia, la causa grave, sumamente grave, por la cual usted debe renunciar e inclusive, por lo cual usted no debió presidir la Suprema Corte, es su falta de ética e imparcialidad, porque frente al obradorato, usted nunca ciñó sus decisiones al espíritu de la ley, sino a sus mezquinos intereses políticos.

Autor