La literatura y el pensamiento insular

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La cultura occidental se ha enfrentado a dos circunstancias que la han empobrecido: la soberbia de los países dominantes, que se ha manifestado a través del eurocentrismo y la americanización de la forma de ver y enfrentar el mundo, así como a la adopción por parte de los países dominados de una cultura del menosprecio, el rechazo de sus raíces y la admiración por aquello que sienten ajeno, pero digno de formar parte de su cultura por fuerza de la imitación y la adquisición arbitraria.

Esta doble visión microscópica del mundo se traduce en una postura aldeana de la cultura, de la sociedad, del arte, de la belleza, despojando a las personas de una mirada amplia y abarcadora de la realidad y sustituyéndola por una perspectiva restringida, que se instala en la negación de todo lo que parece distinto, con el propósito de asumir que la verdad es consecuencia de lo que una sola comunidad ve, escucha y cree, sin posibilidad de lanzar una mirada más amplia y retadora al resto del universo. Esta perspectiva corta del mundo, de la cultura, de las relaciones sociales y, en una palabra: de la realidad humana, es la que ha dado forma a lo que denominaré el pensamiento insular. 

En este plano, lo que reivindica una forma de ser, de pensar o de hablar, está alejado de los principios, de los valores humanos y se ubica dentro de los estándares que ha fijado desde sus más remotos antecedentes la espada del conquistador, el puño del poderoso, o la billetera del empresario, prueba de ello lo vemos en muchos pensadores, escritores o filósofos occidentales, quienes observaron el mundo desde la proximidad de sus cuatro paredes –aun cuando ello supusiera una defensa a la barbarie– pero sobre todo en la construcción de ideologías políticas, doctrinas económicas y teorías sociales. 

La insularidad tiene su expresión más exacta en la nostalgia del colonialismo, escenario en el que el conquistado sólo ve lo impuesto como válido, rescatable y niega la realidad al no admitir la posibilidad de que la cultura sea consecuencia del mestizaje, del sincretismo y la adopción de una visión universal, que supone la recuperación de una realidad que existe, a pesar de cualquier negativa.

El pensamiento insular impone una visión monolítica del mundo, que rechaza a las demás. La objeción de esta postura para incluir a las demás, parte de una falsa superioridad que justifica la imposición, con base en la calificación injusta de una falsa inferioridad. Así, por ejemplo, “una gran parte de la literatura occidental se apoya en el sentido de la identidad irremplazable” (Steiner). De este modo, la construcción del canon occidental se inspira en la visión cerrada y no en la mirada que habilita la utilización de un gran angular como herramienta para observar.

Desde que Goethe habló de una literatura mundial en el prólogo del Fausto, esta idea se ha cuestionado. Sin embargo, la realidad demuestra que la aspiración del genio alemán no ha podido concretarse a pesar del correr del tiempo, pues el valor de una obra literaria está condicionado, en un inicio, a la opinión de la crítica y, en un momento posterior, a la aparición de modas y al ánimo de lucro. 

De esta manera, el valor literario de una obra está en manos de una horda de críticos, o bien, de un grupo de empresarios a quienes poco les interesa la calidad frente a la comerciabilidad de su producto, de modo que la penetración de una obra literaria está más determinada por su éxito económico, por su difusión, que por su temática, belleza o profundidad.

En ese escenario, aquella aspiración flaubertiana de encontrar el alma de las cosas a través de la obra literaria pierde cada vez mayor terreno, pues lo relevante en la actualidad ya no es explicar el mundo o la realidad, mucho menos a través del lenguaje literario, pues lo relevante es satisfacer un aspecto económico, o bien, una circunstancia de entretenimiento, que cada vez tiene menos exigencias sensitivas o intelectuales, y se aproxima con más presteza a lo fácil y a lo superficial, en buena medida promovido por la realidad novedosa que ponen en juego las nuevas tecnologías, las redes sociales y los juegos de video, que se constituyen como formas únicas de la diversión, pero también, como espejos de la realidad humana, que se niega a la adquisición de conocimiento y la experiencia y le apuesta todo a la simplicidad. 

Ya lo decía Steiner a finales de la década de los setenta del siglo pasado: “Para los nuevos alfabetizados con sus tradiciones primitivas de comunicación oral y pletórica, los modelos de significado y emoción dados por la radio, la televisión, y los tebeos o el cine contienen más inmediatez y significado que el libro silencioso”.

Es verdad, en los terrenos del pensamiento insular y la novedad tecnológica la literatura –o su expresión más exacta: el libro– se convierte cada vez con más potencia en un fantasma, en una forma que se añade a la realidad virtual, por su aparición lejana de lo cotidiano y por su calidad permanente de objeto suntuario.

Con el paso del tiempo y la circunstancia de superficialidad que impone la realidad es posible que la banalidad se democratice, pues, mientras el libro se convierte en un objeto cada vez menos frecuente en la vida cotidiana y la literatura en una asignatura inútil, la vía tecnológica se revela como verdad de oráculo, así como el lenguaje que proviene de un teléfono inteligente, convirtiendo los gráficos de un video juego en las únicas evocaciones de la obra pictórica y los globos que enmarcan los parlamentos, en la única forma de comunicación escrita a la que muchos quieren tener acceso.

Autor

  • Rodolfo Lezama

    Nació en México D.F., en 1974. Escritor de oficio, especialista electoral por necesidad, inconforme por decisión. Egresado de la Facultad de Derecho de la UNAM y del Diplomado en Creación Literaria de la Escuela de Escritores de la SOGEM. Ha publicado cuento, ensayo literario y reseña musical en diversas revistas y periódicos culturales, así como artículos especializados en materia electoral. Escribe de forma habitual en la revista Voz y voto. Actualmente trabaja una saga narrativa sobre el viaje literario.

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