La sucesión en la OEA

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En medio del terremoto político generado por las diversas órdenes ejecutivas adoptadas por la administración de Donald Trump no bien inició su segundo mandato, el proceso sucesorio en la Organización de los Estados Americanos (OEA) no ha tenido los reflectores que, al menos en América Latina y el Caribe debería. Ello no significa, sin embargo, que sea un evento menor: se trata de la historia misma de las relaciones interamericanas.

La concepción en torno al hemisferio occidental antecede a la Doctrina Monroe. Tradicionalmente, la idea del hemisferio occidental partía de asumir a Estados Unidos y a América Latina como una comunidad regional libre y forjada de manera voluntaria tras una experiencia histórica afín, la vecindad geográfica, la existencia de valores y sobre todo de intereses comunes que se gestaron en la Unión Americana y en las naciones latinoamericanas en los primeros años de la vida independiente de ambos. Hay que decir que hasta ese momento, diversos sectores estadunidenses y latinoamericanos apoyaron la idea de una “asociación” al amparo de aspiraciones comunes, noción que desafortunadamente tendría una corta duración.

Con la proclamación de la Doctrina Monroe, el concepto de hemisferio occidental fue integrado a la política exterior de Estados Unidos y a partir de ese momento adoptó la verticalidad y la exclusión que hasta hoy posee, toda vez que asumió al continente americano como una zona de influencia exclusiva para los estadunidenses. Sin embargo, el que el hemisferio occidental fuera una zona de influencia exclusiva de Estados Unidos, no significó que cuando los países de la región se vieron amenazados por otras potencias, la Unión Americana acudiera en su auxilio. No fue el caso ante la intervención francesa en México, ni las agresiones de los europeos contra Argentina y América Central. La Doctrina Monroe tampoco impidió que los británicos se anexaran las Islas Malvinas. Lo que es más: Estados Unidos mismo, en función de sus crecientes capacidades económicas, militares y políticas, intervino activamente en la región para promover sus intereses particulares y así, a la luz del hegemonismo de Washington, los países latinoamericanos desarrollaron el principio de la no intervención, mismo que definieron no sólo respecto a las potencias europeas sino especialmente de cara al poderoso país norteamericano.

A finales del siglo XIX, mientras las naciones europeas debatían un nuevo reparto del mundo ante la unificación de Alemania, en el continente americano se llevó a cabo en 1890 la primera Conferencia Internacional Panamericana, efectuada en la ciudad de Washington, que llevó a la creación de la Unión Internacional de las Repúblicas Americanas y su secretaría permanente, la Oficina Comercial de las Repúblicas Americanas, es considerada como el principal antecedente de la OEA. En 1910, esta organización se convirtió en la Unión Panamericana.

Entre esos años y el desarrollo de las guerras mundiales pasaron muchas cosas, pero quizá la más relevante fue el declive de Europa y el fortalecimiento de EEUU en un mundo que se configuraría de manera bipolar con la Unión Soviética como antagonista principal de Washington. En ese marco, América Latina y el Caribe eran vistos como una zona natural de influencia de EEUU, que debería cooperar estrechamente con el vecino país del norte casi de “manera natural.” No sobra decir que la historia de intervenciones estadunidenses en los asuntos americanos habían creado una amplia desconfianza respecto a Washington en la región. Las fuerzas armadas de gran parte de los países latinoamericanos eran germanófilas y era necesario que transformaran sus visiones para asumir a EEUU no como un enemigo intervencionista sino como aliado.

La OEA fue fundada en 1948 y en gran medida su origen, en los primeros años de la guerra fría, pretendió reafirmar la supremacía de EEUU en el continente. Con el tiempo, el predominio estadunidense se consolidó. Previo a la creación de la OEA vieron la luz otras iniciativas, por ejemplo, la Junta Interamericana de Defensa (JID) nacida el 30 de marzo de 1942. Con sede en Washington, la OEA consta de 34 miembros -Nicaragua se retiró de la institución alegando su “inadmisible” intervención en los comicios de 2021. Su propósito es abordar temas de interés común para los participantes. Actualmente se centra en cuatro objetivos, a saber: promoción de la democracia, protección de los derechos humanos, desarrollo económico y social y la cooperación en materia de seguridad regional.

Entre el 1 de enero y el 31 de diciembre de 2024 los fondos asignados a la OEA fueron por un monto de 85 809 097 dólares, a los que EEUU contribuyo con 46 358 900 dólares, o bien, el 54 por ciento. El segundo contribuyente financiero es Canadá con 12 628 800 dólares -equivalentes al 14. 7 por ciento del presupuesto-, en tanto el tercero es Brasil con 11 609 700 -13. 5 por ciento- y la cuarta posición la tiene México con 7 954 000 -que representan el 9. 26 del presupuesto. Así, estos cuatro países aportan el 91. 46 por ciento del presupuesto ordinario de la OEA por lo que los 30 miembros restantes contribuyen con el 8. 54 por ciento de los dineros.

Es de destacar que existen entidades con estatus de observador que contribuyen financieramente a algunos programas de la OEA, por ejemplo, la Unión Europea, Japón, Suecia, Suiza, España e incluso Ucrania. Es notable entre estos observadores, la ausencia de la República Popular China (RP China). Asimismo, la OEA recibe recursos de parte de Naciones Unidas y de entidades empresariales, como, por ejemplo, CEMEX, las fundaciones Hilton, Profuturo, Ford y Microsoft, entre otras.

El mandato de la OEA ha padecido de cara a desafíos presupuestales y financieros. Otro aspecto harto conocido es el dominio de Estados Unidos sobre la institución, quien ha buscado impulsar los objetivos de sus prioridades internacionales en la región, y monopolizó en buena medida las acciones del organismo, sobre todo en sus primeras décadas de vida. Empero, en los pasados 20 años, un buen número de países han mostrado su desacuerdo con las políticas de la institución si bien, a grandes rasgos, se considera que la OEA sigue siendo un pilar de la política exterior estadunidense en el continente americano.

La OEA es presidida por un secretario general. En la historia de la institución, ninguna mujer ha ocupado el cargo. Es de destacar que sólo un estadunidense ha fungido como secretario general, el diplomático Luigi Einaudi, entre 2004 y 2005. En la historia de la institución, los secretarios generales han sido sobre todo de naciones sudamericanas: 2 de Colombia; 2 de Uruguay -incluyendo al secretario saliente, Luis Almagro-; 2 de Chile; 1 de Ecuador; 1 de Brasil; 1 de Argentina; y 1 de Costa Rica, único centroamericano y que estuvo al frente de la OEA apenas un mes dado que fue acusado de haber recibido sobornos de la empresa Alcatel cuando fue presidente de su país. Vale la pena señalar que ningún mexicano ha presidido a la OEA.

Actualmente la OEA se encuentra en proceso de elección del sucesor de Almagro, cuya gestión culminará en breve. El pasado 3 de febrero, los países miembros postularon candidaturas al cargo quedando como finalistas, el canciller de Paraguay, Rubén Ramírez y el ministro de asuntos exteriores de Surinam, Albert Randim. El proceso sucesorio está fuertemente marcado por la rivalidad geopolítica entre Estados Unidos y la RP China. Rubén Ramírez quien ha tenido encuentros con Donald Trump previo a la investidura de este como mandatario para un segundo mandato, tiene una agenda donde critica a los gobiernos de Cuba, Venezuela, Nicaragua, condena las acciones de Hamás contra Israel. No menos importante es que su natal Paraguay es el único país del cono sur que mantiene relaciones diplomáticas con Taiwán, lo que resulta atractivo para EEUU considerando la política de sanciones y contención de Washington contra Beijing. Ramírez también ha tenido la precaución de tender puentes con comunidades académicas y culturales de Argentina, Chile, Perú y Colombia, además de que aspira a contar con el visto bueno de Brasil.

Del lado del canciller de Surinam, no se debe olvidar que el Caribe posee 14 votos en la OEA y que cualquiera de los candidatos deberá obtener al menos 17 para poder ser electo secretario general para el período 2025-2030. Ahora bien, los números parecerían favorecer a Randim -dado que se ha asegurado el apoyo de todos los países caribeños- más no así su perfil. Este personaje mantiene vínculos estrechos con la RP china, y además se ha caracterizado por mantener vínculos con Nicolás Maduro, Daniel Ortega, Miguel Díaz Canel y tampoco ha condenado los actos terroristas de Hamás contra Israel. Adicionalmente ha mantenido pocas reuniones en el Departamento de Estado que hoy preside Marco Rubio.

Considerando el escenario actual, todo parecería indicar que Rubén Ramírez tiene ya un pie dentro de la secretaría general de la OEA. Empero, el proceso podría ser ríspido y tenso en especial por las políticas de amenazas e implantación de aranceles y restricciones al comercio que el propio Trump ha puesto en marcha. Si bien no parece que nadie en América Latina esté en línea con despotricar contra un Trump empoderado y resuelto a castigar a quienes no hagan lo que él quiere, hay ciertas frustración y enojo en la región por considerar que las acciones del controvertido republicano son injustas y difíciles de justificar.

En momentos en que las instituciones son impugnadas por gobernantes como Trump, la OEA también corre el riesgo de que si elige a un personaje que no sea del agrado de Washington, ello podría provocar una retracción del vecino país del norte respecto a la región a la que, al menos en su primera administración, no consideró prioritaria. Con deportaciones masivas de migrantes indocumentados de América Latina y un trato que ha llevado a mandatarios como Gustavo Petro a repudiar -aunque luego se retractó- el trato inhumano en el proceso contra ciudadanos colombianos, cabe preguntar si un secretario general totalmente trumpista en la OEA es lo más conveniente para las naciones del continente. Ya se vio en la primera administración de Trump que al dar su apoyo al mexicano Jesús Seade para que presidiera la Organización Mundial del Comercio (OMC) en junio de 2020 lo que provocó fue el rechazo de los miembros de la institución a que alguien con “carta de recomendación” de un Trump proteccionista presidiera a un organismo que justamente lucha contra eso. Seade fue descartado desde el inicio del proceso aunque, como consolación, fue designado por el gobierno mexicano como embajador ante la RP China. ¿Podría pasar lo mismo en la OEA? La moneda está en el aire y el 10 de marzo, salvo que otra cosa suceda, el nuevo secretario general quedará definido. Y, a todo esto, ¿a quién apoyará México?

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