Las guerras dejan saldos terribles. En Michoacán no es la excepción. Miles de víctimas dan testimonio de un tatuaje social con el que se tendrá que vivir los próximos años.
Uno de los grupos más afectados es el de las mujeres y entre ellas las viudas y las madres solteras.
Atenderlas es indispensable para la reconstrucción de la cohesión social y para dotar a sus familias de un entorno en el que exista la posibilidad de un desarrollo adecuado, sin el estruendo de las balas y en la legalidad.
En Apatzingán hay un proyecto que vale la pena seguir con atención.
La Secretaría de Gobernación, a través del Programa Nacional para la Prevención Social de la Violencia, impulsó la construcción de una planta deshidratadora de fruta en la que participan 66 mujeres. Diecinueve de ellas son viudas, en muchos casos, sus maridos pertenecieron al grupo criminal de Los Templarios o desaparecieron.
La mayoría se quedó sin esposo cuando tenía entre 40 y 45 años de edad. Algunas inclusive son abuelas, pero por el saldo de la violencia ahora se hacen cargo de sus nietos.
La mitad tiene más de tres hijos y más de 30 no tienen propiedad alguna, por lo que habitan viviendas rentadas o prestadas.
La planta deshidratadora tendrá una línea de producción capaz de procesar 20 toneladas de fruta al mes, sobre todo mango, carambolo y plátano. La inversión es de 9 millones de pesos.
Con ayuda del Fideicomiso del Programa Nacional de Financiamiento al Microempresario de la Secretaría de Economía, las participantes en el proyecto recibieron capacitación intensiva en administración de negocios.
Funcionarios de la Subsecretaría de Prevención y Participación Ciudadana de la Segob están pendientes del desarrollo de la deshidratadora mediante esquemas de incubación y asesoría para la comercialización, retomando experiencias internacionales.
También se contará con un espacio recreativo y de atención pedagógica para los hijos de las participantes.
Los eventos de alto impacto, como el de Tanhuato, no deben hacernos perder de vista que existe una política que está incidiendo en el cambio social para buscar que la vuelta a la tranquilidad sea permanente.
Apatizingán, hasta hace poco más de un año, era uno de los municipios con mayores conflictos. Esto se fue revirtiendo, pero la tarea es que no se den pasos para atrás.
A ello responde la planta para deshidratar fruta, la que tiene un significado profundo en una tierra dolida por historias tremendas pero que está en posibilidad de restaurar la confianza en sí misma.
Este artículo fue publicado en La Razón el 01 de Junio de 2015, agradecemos a Julián Andrade su autorización para publicarlo en nuestra página