En este país, vivimos tiempos donde la verdad parece más frágil que nunca. El caso de Carlos Loret de Mola emerge como un desgarrador recordatorio de los riesgos que enfrentan aquellos que se atreven a hablar en voz alta.
El periodista se encuentra en la mira de la justicia no por un delito, sino por ejercer su profesión e informar, esto es un alarmante síntoma de una enfermedad que amenaza con corroer los cimientos de la democracia y la libertad de prensa.
En 2020, Carlos Loret de Mola reveló dos videos explosivos que mostraban a Pío López Obrador, hermano del presidente Andrés Manuel López Obrador, recibiendo cuantiosas cantidades de dinero en efectivo de David León, un operador del entonces gobernador de Chiapas, Manuel Velasco.
Este trabajo periodístico debió haber desencadenado investigaciones sobre los implicados en el video y sus posibles actos delictivos, especialmente porque se escucha claramente a Pío López Obrador asegurando que el dinero sería para su hermano. Sin embargo, la Fiscalía exoneró a Pío de inmediato, mientras que Loret de Mola enfrenta ahora un extenso interrogatorio y una demanda por daño moral que asciende a 200 millones de pesos.
El proceso judicial contra Carlos Loret de Mola es más que una simple acción legal; es un ataque directo a la libertad de expresión y al ejercicio del periodismo. Durante su primera audiencia, que duró más de ocho horas, el periodista fue interrogado no solo sobre los videos, sino también sobre su vida personal y sus ingresos, en un claro intento de intimidación.
¿En qué momento la función de un periodista, que es informar y cuestionar al poder, se convirtió en un acto punible?
Lo más grave es el mensaje que esto envía a otros periodistas y medios de comunicación: censura y miedo. Si las figuras de poder pueden silenciar a un periodista de la talla de Carlos Loret de Mola, ¿qué puede esperar un periodista independiente o un medio pequeño que se atreva a desafiar al régimen?
Loret de Mola no se ha retractado ni ha cedido ante las presiones. Su determinación de no revelar sus fuentes y mantenerse firme ante la injusticia es un ejemplo de integridad periodística. No obstante, la situación que enfrenta es una advertencia sombría de que en este país los derechos y las libertades están bajo amenaza.
El caso de Carlos Loret de Mola no es solo sobre un periodista y un gobierno; es sobre el derecho de todos los ciudadanos a estar informados. Es sobre la lucha constante contra la corrupción y la impunidad. En última instancia, es una lucha por la verdad, y esta es una lucha que no podemos permitirnos perder.
Nos encontramos frente a una situación de emergencia, un llamado a la acción de cara a la elección presidencial venidera. La ciudadanía debe decidir si quiere continuar con un proyecto que socava los derechos y libertades, o prefiere optar por un cambio de rumbo.