Los jesuitas de Venezuela

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“Junto con la inmensa mayoría de los venezolanos, nosotros religiosos de la Compañía de Jesús en Venezuela estamos horrorizados con la realidad de miseria, persecución, exilio y nos preguntamos (…) ¿qué hemos hecho y hacemos por Venezuela y qué debemos hacer para que los venezolanos cuanto antes superemos esta situación y emprendamos el camino de vida para todos?”, afirma un comunicado firmado por el padre Rafael Garrido, provincial de los jesuitas en ese país.


El texto, dado a conocer la semana pasada, cita una carta de los obispos venezolanos donde exigen “un rápido y profundo cambio de esta realidad de muerte causada por el empeño en imponer un proyecto totalitario que ha fracasado en todas partes” y añaden que no se va a salir de la actual “ruptura democrática mientras no sean respetadas la Constitución y los derechos humanos, se mantenga anulada a la Asamblea Nacional electa, sigan y se incrementen el número de presos, exiliados y perseguidos políticos y no se realicen elecciones libres para que el pueblo soberano elija sus representantes en todos los niveles e instancias”.


Los jesuitas plantean que ante “esta dramática hora nos sentimos llamados a acompañar a la gente y (…) poner a los pobres de Venezuela en el centro de nuestras vidas y trabajo y aportar el espíritu del Evangelio para discernir los caminos de vida con el fin de lograr la necesaria reconciliación de todos los venezolanos. Sólo el amor construye; el odio mata, divide y destruye”.


Y añaden que “no seremos capaces de producir la nueva Venezuela unida, honesta y productiva mientras no estemos convencidos de que los pobres deben estar en el centro de la nueva Venezuela democrática como sujetos activos de la política y de la economía. El eje central de la Venezuela productiva ha de ser la oportunidad de trabajo digno para todos en la producción exitosa en nuestras fábricas, campos abandonados y centros de servicios”.


Aseguran que “prolongar la actual dramática situación con jóvenes sin esperanza, exiliados y perseguidos, resulta criminal. El tiempo urge y debemos buscar sin demora la transición a una Venezuela reconciliada e inclusiva. Cada día que se demora aumenta la muerte y la miseria, el éxodo y la desesperanza. Con gran dolor, lamentamos el asesinato de jóvenes durante los últimos meses”.


Afirman que desde su tarea educativa “queremos levantar un grito de alarma y de esperanza: se está ahogando la buena educación y con ello el futuro de los niños y jóvenes, tanto en la formación de personas en sus competencias profesionales, como en su formación en valores cimentados en el amor y la solidaridad. Faltan educadoras y educadores, se está matando su tan necesaria vocación y se ahogan las instituciones educativas”.


En la visión de los jesuitas, “nada es más urgente e imprescindible que la renovación de toda la educación con una amplia invitación a que la sociedad entera sienta y desarrolle su responsabilidad educativa, junto con su estado democrático. Necesitamos que florezcan múltiples iniciativas apoyadas por el presupuesto público y por las empresas productivas con colaboración activa de las familias en su mantenimiento y desarrollo integral. Con una pobre educación para los pobres, Venezuela no tiene futuro. Lamentablemente la educación en todos los sectores y niveles vive en una gran crisis”.



Este artículo fue publicado en El Economista el 11 de junio de 2017, agradecemos a Rubén Aguilar Valenzuela por su autorización para publicarlo en nuestra página.

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