lunes 08 julio 2024

Meme amurallado

por Regina Freyman

Todos los estudios sobre el cuento de hadas apuntan a que se trata de narraciones orales femeninas que se transmitieron de generación en generación, un “meme¹” potente que sobrevive porque es germen de información importante para la subsistencia de la especie. 

El investigador Jack Zipes nos dice que los cuento de hadas son “actos socialmente simbólicos dentro de un discurso institucionalizado del proceso civilizador occidental para comentar normas, costumbres y valores”. En su libro ¿Por qué se nos pegan los Cuentos de hadas?, alude a los estudios de Luca Cavalli-Sforza que señala las fases de la transmisión cultural, donde una narrativa, ya sea una anécdota, un personaje, inician como un dispositivo de creación o invención. Sufren mutaciones, que se divulgará a menos que haya un deseo de enseñar dicha innovación, pongamos el ejemplo de Caperucita:

1. En una tribu surge la necesidad de alertar a los jóvenes sobre los peligros del “bosque”, del extraño.

2. Las madres temen por las comunes “violaciones” y posteriores embarazos de sus hijas, podemos suponer que la narrativa asume un personaje femenino simbólicamente vestido de rojo.

3. Los narradores masculinos que recuperan y tangibilizan estos cuentos por escrito, léase Perrault, justifican la fechoría a partir de la insinuación de una chica precoz y sensual que de algún modo “se lo busca”.

4. Hay bifurcaciones que van desde:

a) la apropiación del cuento por los hermanos Grimm que lo convierten en el icónico cuento infantil que expande su rojez hasta la película Red de Pixar.

b) la sensualización de la Lolita de Nabokov, “Red Hot Ridinghood” chica bailarina de Tex Avery, y un alud de pornografía.

Las vertientes del cuento se pueden dividir en dos posturas, una precautoria y otra seductora. 

La cautela femenina:

Fue mamá quien mencionó la palabra lobo. Yo la conozco pero no la digo. Yo trato de cuidarme porque estoy alcanzando una zona del bosque con árboles muy grandes y muy enhiestos… Cuidado nena con el lobo feroz (es la madre que habla). Es la madre que habla. La nena también habla y las voces se superponen y se anulan. Cuidado. ¿Con qué? ¿De quién? (Luisa Valenzuela, Si esto es la vida yo soy Caperucita roja)

La justificación masculina: 

Ahora hay que ser científico si se quiere ser asesino. No, yo no era una cosa ni la otra. Señores y señoras del jurado, la mayoría de los delincuentes sexuales que anhelan un contacto palpitante, suavemente plañidero, pero no forzosamente copulativo, con una jovencita, son extranjeros inocuos, inadaptados, pasivos, tímidos, sólo piden a la comunidad que les permita observar su comportamiento inofensivo y soi-disant aberrante, sus ínfimas, cálidas, húmedas manías privadas de desviación sexual, sin que la policía y la sociedad caiga sobre ellos. ¡No somos demonios sexuales! ¡No violamos como los buenos soldados! Somos caballeros tristes, suaves, con ojos de perro, con bastante demonio para sofrenar nuestra ansiedad en presencia de adultos, pero dispuestos a dar años y años de vida por una sola oportunidad de tocar a una nínfula. Hay que descartarlo: no somos asesinos. Los poetas nunca matan. (Lolita, Vladimir Nabokov)

La transmisión memética tiene dos fases: 

a) La comunicación 

b) La comprensión, en cada mente y generación se cocina con el fuego de los valores vigentes. La nueva versión en la imaginación creadora evoluciona. Los memes son instrucciones de comportamiento, viajan en historias y se transmitidas por imitación.  Como buenos replicadores obedecen los principios  de la teoría evolutiva:

1. Idealidad: son pensados

2. Fecundidad: son de fácil transmisión porque cumplen con cierto grado de novedad en cada transición; su columna vertebral es simple y fácil de recordar: “Niña desobedece las reglas”; todas las versiones son coherentes, no abandonan el germen inicial: “Niña, madre, lobo o extraño amenazador, capa roja…”

3. Longevidad: como lo vemos con la memética cibernética, hay memes de ocasión que perecen en semanas pero el meme resiliente, como es el caso del cuento de hadas, tiene una permanencia avasalladora. Su larga vida obedece a temas de utilidad, es decir, que la anécdota sirva para aprender un comportamiento vigente, defenderse de amenazas, etc.

Así, los expertos creen que La Caperucita Roja hablaba de los peligros de la violación, del abuso de los extraños; Blanca Nieves nos habla de la rivalidad entre madre e hija por el ocaso de una, y el esplendor naciente de la otra. En general las princesas son niñas en transición al despertar sexual, sus cuentos lo narran y alertan sobre los peligros de cruzar el umbral. Podemos decir que la transferencia de lo oral, mayormente femenino, a lo escrito, dominado por lo masculino, alteró las versiones, aunque claro, la oralidad es la madre de la diversidad de versiones, sin embargo, el papel de la mujer en el cuento escrito entromete la visión masculina y los procesos naturales de violencia, trasgresión y hasta crueldad que se sustituyen por una narración destinada a los infantes y que expresa roles fijos donde la mujer es la villana y el botín, princesa o femme fatal; bruja o hada. 

Las madres y sus debilidades son encubiertas por madrastras porque la bipolaridad de lo femenino no admite medias tintas; así la mujer pasiva y dócil, dormida, encabeza la fantasía masculina: sus ecos parecen llegar hasta las extremas motivaciones asesinas de Jeffrey Dahmer que, en la serie del mismo nombre, confiesa buscar en sus parejas masculinas (la variante es significativa aunque recordemos que lo femenino no necesariamente obedece al sexo) zombis que no lo abandonen ni lo cuestionen, seres sumisos que se acomoden a sus designios. Encerrado en su departamento como en el castillo del antiguo Ogro, algo se descompone y huele muy mal. 

Dahmer no crece, queda petrificado en un estado de latencia, incapaz de relacionarse sanamente, sus instintos lo llevan a deglutir por su incapacidad de besar. 

Las princesas encerradas son múltiples, desde el mito de la sedienta (traducción de su nombre al español) Dánae, que es encerrada en una torre por su marido Acrisio pues el oráculo le advierte que un hijo de ésta habrá de matarlo, sabemos que eso no detuvo al gran Zeus que convertido en lluvia dorada la embaraza de Perseo. La princesa Aurora siguiendo la lúcida traducción de la primera, yace dormida en una torre con el tiempo detenido a su alrededor, esperando el beso que romperá el hechizo. La más emblemática quizás sea Rapunzel a quien su madrastra, temerosa de perderla por las tentaciones sensuales, la mantiene enclaustrada pero como podemos comprobar de historia en historia, las pasiones encuentran su cauce y la dorada melena de la joven sirve de escalera. Pero ¿qué tienen en común estas historias sobre seres encerrados en sus torres? Vive en estado de latencia, no crecen hasta que un agente los despierta y la transición se logra, sin embargo en el cuento del siglo XIX, la mujer realmente pasaba de una torre a otra, de la tutela patriarcal a la tutela marital. El miedo emocional, el temor de lo femenino engendra monstruos como Dahmer, podemos especular, que buscan hacer de su interlocutor zombis que no atenten sus designios.

Hay un cuento triste que se suscita entre la comarca de las hadas y el de las pesadillas, más cerca de la segunda que de la primera, habla de un rey que se disfrazó de hado y se le deslavó la magia, de un pueblo dormido con mujeres despiertas; lamentablemente no pasó hace muchos años, se va sucediendo ante nuestros ojos, en un palacio amurallado y con un rey ambicioso como Midas ¿Lo petrificará todo? ¿Será un meme pasajero? ¿Despertarán príncipes y princesas?


¹ Del griego “Lo que ha sido copiado”, unidad de información cultural que se transmite por repetición horizontal de persona a persona y vertical de una generación a otra. WHY FAIRY TALES STICK: The Evolution and Relevance of a Genre. Jack Zipes

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