El PAN es, ante el PRI, un partido acomplejado. Por eso sólo ofrece reflejos antipriistas que, como asegura el senador blanquiazul Roberto Gil, “dicen muy poco sobre lo que somos como partido”. Y Ricardo Anaya, virtual próximo dirigente nacional, no deja de ser un acomplejado.
Lo primero que ofrece es “bajo ninguna circunstancia aliarnos con el PRI, pero sí con otros partidos para ganar los comicios del próximo año, que eligen a 11 gobernadores”.
Sin embargo, fue gracias al PRI que el PAN de Gustavo Madero (al cual pertenece Anaya) recuperó en 2012 el espacio perdido tras el tercer lugar en las elecciones presidenciales que ganó Enrique Peña, quien lo arropó al incluirlo en el Pacto por México.
El Pacto, amarrado en septiembre de 2012, dio a Madero una fuerza que no tenía: el panista más fuerte, el todavía presidente Calderón, no pudo retener el partido.
Madero era entonces un político en rebajas, con el aún presidente Calderón encima de él para conservar el control del partido a través de Ernesto Cordero cuando él abandonara Los Pinos. Incluso de salida, Calderón mantenía una fuerza respetable.
Pero el Pacto con el PRI permitió a Madero quedarse con el PAN y aguantar los embates del, en ese momento, panista mayor, pues Calderón dejaba Los Pinos hasta el 1 de diciembre. Mas, político acomodaticio e intuitivo, Madero aceptó la bicoca del Pacto.
¿En qué consistió la bicoca? En que a cambio de sacar 11 reformas estructurales, en especial la Educativa y la Energética, se fortalecía ante Calderón, y el Pacto lo prestigiaba ante la opinión pública como un político que pensaba en el futuro del país y no en la próxima elección.
Madero se colgó de ahí: es indiscutible que lo mejor que puede exponer el PAN de los últimos años es su talante democrático y negociador para participar en el Pacto y lograr el paquete de reformas más moderno de México desde 1994, cuando se firmó el TLC.
Incluso Madero lo presumió antes del Segundo Informe del Presidente Enrique Peña al asegurar que éste hizo “caravana con sombrero ajeno, pues esas iniciativas son mérito de legisladores de partidos distintos al PRI, que las impulsaron desde el Pacto”.
Pero, ya salvada la honrilla, el PAN vuelve a sus reflejos antipriistas de la mano de Anaya, a sabiendas de que sólo con el PRI es que podrá contar siempre con el orden institucional, como cuando, gracias al PRI, Calderón encontró vigencia como Presidente en diciembre de 2006.
Calderón fue desconocido por el PRD como mandatario electo, pero los legisladores priistas hicieron quórum para que rindiera protesta en la Cámara de Diputados.
Ah, pero ahora Anaya no quiere nada con el PRI.
Ya querrá, ya querrá.
Este artículo fue publicado en La Razón el 01 de Julio de 2015, agradecemos a Rubén Cortés su autorización para publicarlo en nuestra página