Morena: el ADN del voto por voto

Etcétera

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Morena gobernará a dos millones de capitalinos y controlará ocho mil 136 millones de pesos en presupuestos de las cinco delegaciones que administrará desde octubre. Fue el gran ganador de las pasadas elecciones en el DF, con 22 diputados que le dan mayoría en la Asamblea Legislativa.

La cantidad de dinero que tendrá a su disposición es tanta que es similar al presupuesto de la Secretaría de Desarrollo Social, que se ocupa de los programas sociales destinados a los nueve millones de habitantes de la capital. Sólo tendrá menos que Obras y Servicios ($9, 046, 463, 437) y SSP ($14, 390, 693,151).

Aun así, este jueves inicia protestas callejeras en la capital para exigir ¡recuento de voto por voto! en las delegaciones que no ganó… y hasta impugnación total de los resultados electorales en los casos de Iztapalapa y Coyoacán.

Por supuesto que Morena tiene todo el derecho a estar en desacuerdo con los resultados de los comicios. Sin embargo, para intentar revertirlos está la vía jurídica del Tribunal Electoral: el cauce no son las calles ni la violación de los derechos de terceros.

Pero es que la estridencia, la revuelta y la polarización se encuentran en la naturaleza de Morena, como la malignidad en el escorpión de la fábula que mata en medio del río al sapo que lo carga, aunque él también muera… porque está en su naturaleza.

Con estas protestas impulsivas, el partido de AMLO enturbia su limpio triunfo en las elecciones del pasado 7 de junio y provoca de manera gratuita encono en los ciudadanos que verán afectadas sus actividades cotidianas por un griterío que, en fin de cuentas, no cambiará ningún resultado.

Sólo servirá para traer a la memoria los sainetes de 2006 y 2012, en especial el tristemente célebre plantón de Reforma, que decidió AMLO con votación a mano alzada de sus seguidores en el Zócalo, como rechazo a la elección presidencial que le dio el triunfo al panista Felipe Calderón.

“Les propongo que nos quedemos aquí, día y noche, hasta que se cuenten los votos y tengamos un presidente electo con la legalidad mínima que nos merecemos (o sea él) y voten ustedes con la mano levantada por el sí o el no”, reclamó AMLO y todos levantaron la mano. El plantón duró 48 días.

Seis años después volvió al Zócalo a protestar contra el triunfo de Enrique Peña, pero esta vez no fue como sainete, sino como comedia: llevó como pruebas de “compra de votos” un chivo, dos guajolotes, un trapo, dos carritos para mandados, un cerdo, dos patos, comales, manteles…

Ahora, podría ahorrarse numeritos porque alcanzó un triunfo histórico, pero qué va: AMLO no puede sustraerse a sus demonios.


Este artículo fue publicado en La Razón el 18 de Junio de 2015, agradecemos a Rubén Cortés su autorización para publicarlo en nuestra página

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