Levanten la cara. Vamos. No tenemos nada de qué avergonzarnos. Hicimos lo que pudimos, incluso a veces hasta el límite de nuestras posibilidades, para evitar el avance de la gangrena populista. Ésta es consecuencia de la corrupción y la ineficacia, la creciente estela de violencia que los gobiernos anteriores mostraron. La gangrena populista también es parte de nuestra cultura ancestral, la creencia en la magia, delegar en otro la responsabilidad y la idolatría en las imágenes.
Arriba las miradas. Podemos ver con orgullo a los demás, para empezar a nosotros mismos. Lo advertimos, insistimos, exhibimos el fanatismo; nunca fuimos derrotados en las ideas aunque sí en los adjetivos, ellos nada más saben lanzar ventosas por la boca
¿Avergüenza mirar a merolicos disfrazados de periodistas? Sí, han existido siempre, no ahora, aplauden como focas para recibir su pescado y no les importa hacer añicos su integridad ética y moral. Pero arriba la frente, insisto, no somos como ellos, ser como ellos es perder y nosotros en más de un sentido hemos ganado porque somos quienes somos, auténticos y seguramente con errores, pero éstos errores son por nuestras limitaciones humanas, no por recibir un mendrugo de pan para agachar la cabeza.
Ánimo, necesitamos de toda nuestra entereza para el trajín cotidiano, hombres y mujeres de bien que diario hacemos algo por nuestro país. Con nuestro trabajo persistente y nuestro denuedo por hacerlo de la mejor manera posible, nuestra disposición por no chingar al otro sino para chingarle diario para el chivo y, sobre todo, para ser mejor personas.
En este muro hay académicos, estudiantes, intelectuales, comerciantes ambulantes, profes de primaria y secundaria, músicos, escritores, poetas, cantantes, abogados y médicos. Hay periodistas, amas de casa, vendedores de birria y pozole, y dueñas de restaurantes; hay personas que venden flores, taxistas, que somos parte de la sociedad diversa, plural y heterogénea. Serios, cábulas (como se decía en mi barrio), groseros o solemnes, cada uno con su propia identidad.
No estén desalentados. No lo merecemos ni nos lo podemos permitir. Hay que hacer mucho por nosotros y nuestra familias, por nuestro país, por abrirnos un espacio para que cuente nuestra voz. Pensar distinto a ellos debe enriquecer a la sociedad. No hay espacio para la tristeza, no hay razón para ello, debemos estar orgullosos de nuestro esfuerzo formidable y darnos un abrazo en este espacio virtual. Llenarnos de energía, saber que contamos los unos con los otros.
El autoritarismo y la debacle económica no sucederá porque cada uno de nosotros sabremos qué hacer. Hemos estado a la altura, seguiremos así.
Yo los abrazo, y quienes se sientan devastados o enojados les pido que sientan mi mano, a cada uno los estoy mirando a los ojos. En este instante. Y les abrazo.