lunes 08 julio 2024

Notas sobre la posverdad

por Rubén Aguilar Valenzuela

La estrategia de comunicación de los gobernantes populistas se mueve en un ámbito de lo que se conoce como la posverdad y también en el mundo de las noticias falsas. Estas dos grandes concepciones se proponen la alteración de la realidad con el propósito de manipular a las audiencias.

Origen y definición

Steve Tesich, New York, New York, 1982.

El origen de este neologismo se remonta a principios de la década de los años noventa, del siglo pasado, cuando el dramaturgo y novelista serbio Steve Tesich utilizó la palabra post-truth en un artículo publicado en el diario The Nation.

A partir de entonces se utiliza para describir la conducta política de presidentes y líderes políticos. A.C. Grayling considera que es en 2008, a partir de la crisis económica, cuando el fenómeno del posverdad se generaliza.

En el Diccionario de la Lengua de la Real Academia Española a la posverdad se le define como la: “Distorsión deliberada de una realidad, manipulando creencias y emociones con el objetivo de influir en la opinión pública y en las actitudes sociales”.

Y en el Diccionario de Oxford como: “Fenómeno relativo o que denota circunstancias en las que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública que las apelaciones a la emoción y a las creencias personales”. En 2016 fue la palabra del año.

Raíces filosóficas

Desde la filosofía, las raíces de la posverdad se encuentran en el posmodernismo y el relativismo.

Posmodernismo: Se opone a la idea de una realidad objetiva e independiente de la persona y sostiene que esta idea se basa en un realismo ingenuo. Rechaza la “razón ilustrada”. Sostiene que el pensamiento, lo que lleva a la persona a actuar, es un tema de sensibilidad, de emoción, más que de la razón.

Relativismo: Sostiene que el conocimiento humano es subjetivo y por tanto, incapaz de reflejar un mundo objetivo. Necesariamente desemboca en el escepticismo.

La posverdad en la política

Se traduce en la construcción de un discurso y una manera de relacionarse con la ciudadanía en base a la capacidad de generar confianza con afirmaciones y argumentos que parecen verdaderos, pero que en realidad ni lo son ni tienen base para serlo.

A las personas ganadas por el político, que articula su discurso desde la posverdad, aunque se le demuestre, de manera objetiva la falsedad de lo que éste le dice, no acepta, que sea tal. El emisor de la mentira mantiene su legitimidad y estatus.

La posverdad y el populismo

Los políticos populistas actúan en la lógica de la posverdad. Utilizan el discurso, para construir una realidad alterna afín a una ideología política determinada. Y va dirigido, sobre todo, a los ciudadanos sin una ideología concreta.

Dice el venezolano Moisés Naim, que los populistas son “autócratas disfrazados de demócratas” que de manera sigilosa van minando los contrapesos de la democracia.

Esto sin que la mayoría de las personas reconozcan lo que está pasando ni las consecuencias que puede tener. Ellas confían en su líder y mesías.

La mentira y la manipulación son armas políticas fundamentales de los populistas de todos los tiempos, para provocar la polarización y el antagonismo extremo.

Ahora con las redes sociales no necesitan ministerios de la propaganda como los regímenes fascistas. En estos tiempos, el mensaje llega más rápido y a más gente. Y cualquiera puede ser un difusor de medias verdades y mentiras.

Naim dice que, el imperio del populismo y sus hermanas, polarización y posverdad, no es fruto de una conspiración global y no hay un creador o un líder.

El populismo es una ideología y que por eso motivo hay coincidencias entre los populistas de izquierda y de derecha, que desarrollan un tipo de gobierno y un discurso que es muy semejante.

Twitter: @RubenAguilar

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