Insignes ex priistas se han sumado a la cargada del oficialismo y, sin más trámite, el cotidiano deponente del Palacio Nacional les ha perdonado sus pecados. Los más recientes fichajes del partido Morena son Eruviel Ávila, Alejandro Murat (ex gobernadores del Estado de México y Oaxaca) y Juan Carlos Ramírez Marín (senador priista que fuera integrante del gabinete de Enrique Peña Nieto). Son bienvenidos a Morena, “aunque en un tiempo se hayan portado mal, pero deciden cambiar”, dijo al respecto López Obrador en su deposición matutina del 20 de diciembre. Intimó a los militantes de su partido a “no juzgar, porque la perfección solo la tiene el Creador”, propinando de pasada otra abolladura al Estado laico.
Para la politología, el transfuguismo es la acción de políticos que, habiendo sido electos bajo las siglas y el programa de un partido o coalición, abandonan tal organización para sumarse a otra distinta a cambio de promesas o de prebendas. La veleidad de los trásfugas no solo es una falta de fidelidad a la organización que los postuló, sino que implica también una traición a los electores que los favorecieron con su voto y que lo hicieron en el entendido de que eran parte de una oferta política determinada.
Salvo raras excepciones, este tipo de políticos brincan de una formación a otra sin mayores explicaciones, sin dilucidar públicamente el porqué del abandono de una militancia (de décadas, en ciertos casos) para abrazar otra (a veces diametralmente opuesta a la que han practicado). Mucho menos justifican el cambio de bandera con la crítica de los actos e ideas que aplicaron en la militancia que abandonan.
De un día para otro, su actuación y discurso neoliberal quedan transformados en retórica antineoliberal, su globalismo se trueca en globalifobia, las costumbres suntuarias quedan disimuladas por la demagogia de “primero los pobres”. Practicantes de un derechismo de toda la vida, de repente no dudan en dar lecciones no pedidas sobre las causas de la izquierda. Veteranos de una larga trayectoria en partidos que estaban en el poder, luego de su caída se presentan como “la nueva política” o cualquier ocurrencia mercadológica.
En México se llama chapulines a este tipo de políticos, dada la propensión que tienen para brincar a cualquier punto de la geometría política, en función de cómo sople el viento y sin otro fin que el de conseguir una nueva posición. No se trata de militantes o dirigentes con principios, ética o causas, sino de personas que, antes que cualquier cosa, aman el poder y sus beneficios (algunos de ellos tan ilegales como el nepotismo, el influyentismo, el enriquecimiento ilícito).
Generalmente, son fieles creyentes de la frase atribuida al inefable César Garizurieta “El Tlacuache” quien, en la década de los 50s expuso: “Vivir fuera del presupuesto es vivir en el error”. Generaciones de cleptócratas asumieron como dogma de fe tal declaración que orientó la sumisión y justificó la disciplina tricolor durante los años en que el PRI fue el partido de Estado. En la etapa de la alternancia política, el dogma fue adoptado por los tránsfugas que, atendiendo al pluralismo y a la competencia electoral, saltaron de uno a otro lado para agenciarse posiciones.
En los tiempos de la mal llamada cuarta transformación, la regeneración del sistema de dominación presidencialista y clientelar dinamizó el transfuguismo a punta de cambios de chaqueta que ahora protagonizan, además de los Eruviel, Murat y Marín, otros que se les adelantaron como los pupilos del “gober precioso” de Puebla, los que gobernaron con banderas tricolores en Baja California, Sinaloa, Nayarit, Tamaulipas, Hidalgo, Chiapas, Tabasco, Campeche y muchas otras entidades, y que ahora lo hacen con el logotipo del partido color sangre, que es el partido de Estado regenerado.
A ellos se suman los tránsfugas procedentes de otras tendencias, como ha ocurrido en Yucatán, y con los perredistas que, rezagados del desfondamiento inicial, de pronto se convirtieron en abiertos simpatizantes de la “maestra Delfina” o, más discretamente, tomaron la etiqueta del PVEM, partido-empresa de la órbita cuatroteísta.
Difíciles tiempos para la política de principios en el México actual y en otras latitudes. Pero no deja de ser un ingrediente imprescindible a la hora de rescatar la democracia y el programa por la igualdad social.
Cincelada: Una amarga navidad, el ninguneo a las madres buscadoras y a familiares de personas desaparecidas, junto al rasuramiento de los registros para resanar el ego presidencial.
Posdata: Si no hay otras instrucción, nos leemos el 13 de enero de 2024 en esta columna.
Autor
Fundador y consejero nacional del PRD, fue su diputados federal y representante electoral. Se desempeña como asesor parlamentario y analista político.
View all posts