Imagen quieta. Nada ha cambiado ni cambiará en forma significativa, vamos como veníamos con lo de estas elecciones presidenciales. Grisura a raudales. Hay tres grises candidatos grises queriendo llegar a la presidencia y un “iluminado” queriendo convertirse en dictador implacable. No hay más.
Ya sabemos quién se comporta como si le hablara la Virgen y cree sin razón manifiesta que de él emana la gracia divina de la honestidad y el dogma moral, sí, tal como lo cree un santón medio loquito. Cuando resulta que a ojos vistas este candidato se rodea de políticos a cual más de corruptos y reaccionarios, y cuando es muy notorio que él se contradice en todos los puntos decisivos y cree que luego hará sólo lo que le dicte el “pueblo” que él inventa en su cabeza.
Hay que renunciar a muchas libertades para creer en él, cosa indeseable en una democracia abierta como la nuestra. Votar por él será poner en peligro al México realmente existente, al dejar que todo vaya al caos por culpa de una utopía sin pies ni cabeza, especialmente en la economía.
López sólo es un oportunista aventurero y párenle de contar. Hay que dejar de pensar para tomarlo en serio. Así se entiende mucho mejor por qué ni uno de sus dóciles súbditos ha respondido al debate convocado por Etcétera sobre su calidad como candidato de izquierda.
Es imposible mostrar tales verdades manifiestas de que López no es buen gobernante a quienes lo endiosan entregándole sin dudar su fe ciega, y que llegan hasta tener que cerrar los ojos y tragarse todo lo sucio de cada día de las contradicciones conservadoras del caudillo populista. Son su voto duro y lo ideal es que no sean en verdad más que una minoría ruidosa pero insignificante.
Si López puede presumir de que no tiene ni una sola mancha de corrupción, es porque todos sus súbditos son quienes sí se manchan feo para que él no se manche nadita. Algo parecido a lo que ocurría en tiempos de Al Capone en Chicago. Y todo el futuro que López nos promete es incierto, por no decir que es falso y hueco por completo, un proyecto condenado al fracaso por anticuado e irreal.
Con su gobierno lo que no acabará es la corrupción, todo señala que galopará libre y salvaje. Lo de la nueva moral lo convertirán en aplanadora contra quienes les enfrenten y pidan ética y justicia.
Del simpático y temerario Rodríguez todo queda en buena cháchara de café y promesas hueras de no ser como los otros tres nada más porque él así se lo dice y se lo cree solito. Aunque es cierto que su mayor virtud como candidato presidencial es no ser como López. Pero nada hay para poder votar por él.
Con los dos que quedan no se puede hacer ni la mitad de uno. Cosa triste para todos. Pero lo pobre y gris de esta oferta política debe entenderse como un síntoma de la demanda. Llegamos a las votaciones más libres y bien cuidadas de nuestra historia en situación de analfabetas funcionales para el ejercicio de la democracia y la administración pública de lo efectivamente público. Habrá que actuar cada vez más en serio contra tales deficiencias políticas.
Porque la masa todavía vive la política como religión o juego de azar, es por culpa de la globalización en lo internacional, y de la SEP en el más acá. Apuestan por fe ciega y con mucho rencor y coraje a favor de lo que creen que representan los candidatos como mesías o estrellas del espectáculo, no revisan ni reflexionan lo que sí afecta de verdad a su existencia inmediata y cotidiana. Todo lo arriesgan en un volado y con ello vuelven cosa de suerte la política, lo que debería ser lo más objetivo, real y racional para todos. Y así de ciegos y confiados sólo apuestan por tratar de hacer enojar a quienes no quieren, nomás por el puro gusto de enchinchar al que creen su contrario, y se olvidan por completo de pensar primero en lo que sí quieren que sea la realidad para ellos y quienes ellos quieren, porque no se pueden ver lo ciudadano, no todavía.
Así de necios estamos. Lo positivo es considerar que esa masa enajenada no es la gran mayoría de los votantes y que se encuentra dividida entre las cuatro opciones de candidato presidencial y no nada más concentrada en una sola.
Quien menos temores causa y muchos menos riegos convoca es el candidato Meade. Por eso no conmueve a nadie. Lo que las masas quieren es un salto loco, un susto grande; nomás por la necedad de poner en peligro su bienestar actual a cambio de nada. Y el principal defecto de todo el planteamiento de Meade es que no se acerca a quienes ya no quieren nada con PRI, no hace lucir en serio su no ser del PRI ni su sí ser buen administrador y diplomático.
Anaya es un nudo ciego. Se queda corto, parece que algo teme. Y no resuelve en forma convincente lo de su honestidad y su conducta con el dinero. Muestra buenas intenciones y tener conocimientos de administración pública y acción comunicativa. Piensa actual y digital. Pero no logra salir de una imagen opaca y más que nada antipática.
En fin, el voto útil será lo más sensato. Habrá que decidirlo por Anaya o por Meade hasta la hora de llegar a las urnas, dependiendo de lo que ocurra en la última semana, pues lo ideal será votar por quien sí le pueda ganar la elección al proto-dictador López; ya que hay que ganarle la elección presidencial de modo contundente, para que luego no le quede la salida innoble de hacer un berrinchito por el “fraude” que no habrá.
Y lo más triste y torpe a estas alturas de la contiende sigue siendo la ineficacia de la opinión pública. Ni los medios institucionales ni los especializados ni las redes sociales han elevado un ápice el discurso de la contienda política. Poca información efectiva y útil, puro boletín y propagana, raros momentos de pensar por cuenta propia. Casi nadie juzga desde la razón de todos como México y con el punto de vista objetivo de la administración pública, más bien predominan el egoísmo irracional y los intereses privados. Es algo que debemos pensar en cambiar lo más pronto posible, si queremos seguir en libertad y en democracia.