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viernes 13 diciembre 2024

Para pensar el grafiti hip hop

por etcétera

El grafiti hip hop, el que hoy ocupa con su ataque los espacios públicos de la gran ciudad de México, tiene una historia muy precisa, no es cualquier tipo de grafiti. Corresponde a una revuelta débil o desobediencia civil indirecta, sin conciencia clara, pero con efectos reales y constantes. Un problema social.

Originado en los años treinta del siglo pasado en ciudades de los EUA como Los Angeles, Chicago y Nueva York, de principio hecho por gente negra y latina de clase baja, adquiere su forma definitiva y su código de acción propio en los años setenta, tuvo como centro de operaciones el sistema de trenes subterráneos y suburbanos de Boston, Nueva York y Pennsylvania. Se practicó siempre como un acto ilegal, clandestino y vandálico, al grafitear los andenes y túneles y otras estructuras, pero principalmente los convoyes de trenes, por dentro y por fuera.

Es un modo de “hacerse ver” en la ciudad para los adolescentes de las minorías discriminadas y sobre-explotadas, una forma desesperada de gritarle y embarrarle a la ciudad su presencia, en demanda de respeto y reconocimiento. Todo un conflicto social, que se resolvió con mayor vigilancia y control sobre el sistema de trenes, pero ignorando de raíz las demandas esenciales de la gente grafitera, que desde entonces se ha volcado sobre los espacios urbanos de esas ciudades norteamericanas, exigiendo que se les reconozca como realidad social, lo que implica tener que pensar en disminuir la mayoría de edad hasta los 13 años, por ejemplo. Para darles derecho a defenderse y autorepresentarse ante la sociedad que los explota y sacrifica de modo inmisericorde todo el tiempo.

Quienes hacen grafiti no quieren ser artistas, sólo quieren que se les tome en cuenta. La práctica de este estilo de grafiti es para ellos un rito de pasaje, un modo de ganarse un lugar en la realidad. Fluctúan entre los 13 y los 19 años de edad, son estudiantes de nivelo secundaria y bachillerato. No son lúmpenes ni delincuentes, son los hijos del proletariado. En la gran ciudad de México deben ser más de doscientos mil personas practicando este grafiti de modo constante en ese período de edad. La gran mayoría son varones, pero no faltan las mujeres. Su ejecución es grupal, aunque cada miembro del grupo (o “crew” como se autodenominan) se dedique a hacer su propio grafiti.

Las tres figuras base de este grafiti hip hop son el tag, la bomba y la pieza, el primero es una firma o sigla caligráfica básicamente hecha de una línea, la segunda es el mismo significante pero escrito ahora en letras con cuerpo o abombadas, y la tercera figura es un bomba muy elaborada y enmarcada en todo un espacio pictórico polícromo, que puede incluir figuras o más letras o sólo figuras geométricas. Todo debe ser hecho de preferencia con pintura en lata de aerosol, aunque en los hechos se emplean muchos otros materiales y herramientas, como los marcadores o los esgrafiados con monedas o llaves sobre los vidrios y vitrinas. Lo que más se aprecia de un grafiti hip hop es la temeridad de quienes lo producen, no se califica igual la estética o lo artístico, lo importante es el riesgo de hacerlo como acto delictivo.

Esta desobediencia civil de los adolescentes occidenteales se volvio masiva e internacional con la caída del Muro de Berlín, en 1989. Entonces se pudieron ver estos grafitis en la pared del ignominioso Muro, y de allí brotó de manera surreal el deseo de imitarlos en donde le tocara vivr a uno. Tal como en forma análoga ocurrió con el rock treinta años antes. Pues en todo el mundo los adolescentes son un grupo social muy maltratado y explotado, en tanto no tienen plenos derechos políticos, y un grupo prácticamente invisible en los espacios urbanos.

A la gran ciudad de México este tipo o estilo de grafiti llegó alrededor de 1994, procedente de Guadalajara y Tijuana. Desde entonces el graf se ha apoderado de un poco más del 12% de los espacios públicos y se ha convertido en una presencia constante por todas partes. Es una reacción contra la inseguridad y la supuesta vigilancia panóptica que ha venido creciendo desde entonces, una demostración de que el ogro filantrópico no sabe cuidar lo que presume que está cuidando todo el tiempo. Y en lo más esencial es la queja rebelde sin pausa de un grupo social, la gente adolescente de clase media y baja. Se quejan de que no haya espacios públicos para ellos y sus actividades, como sí los hay para todas las demás edades de la vida.

El grafiti hip hop es un enunciado de opinión pública, transgrede el orden para hacer ver su carácter injusto e inequitativo, en este caso en contra de la gente que se encuentra entre los 13 y los 19 años, básicamente. Gente a la que medio mundo quiere ver encarcelada o encuartelada o encerrada en la escuela, siempre obedeciendo y haciendo la tarea, siempre sin voz ni voto, pero también siempre en los mayores riesgos y peligros, siempre en situación de ser sacrificada. Son mensajes rebeldes de autonomía plebeya, travesuras rebeldes para estar siendo, para sentir que se es, en lo anónimo y en lo sin rostro, en ese nosotros abstractos de las letras de colores que nadie quiere entender. Una prueba cotidiana de que nadie sabe qué cosa sea una ciudad.

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