“Lo realmente terrorífico es quedarse en casa” [Amansa tu cuarentena con John Waters]

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Los fanáticos casuales y los aficionados al cine pueden reconocer instantáneamente la pluma de John Waters en los guiones afilados, ingeniosos y viles, pronunciados por la boca del (la) impecable “Divine”, en clásicos perversos como “Pink Flamingos” (1972) o “Female Trouble” (1974), pero los obsesivos de Waters, de corte más profundo (como tú y yo), conocen la línea cada vez más icónica y zafral por encima de los datos regurgitados de cualquier chica de Cineteca. –Pese a su “Carsick” (Caja negra, 2014), libro de relatos en que el sumo pontífice del Trash, se lanza a sus 66 años a viajar “a dedo” desde Baltimore a San Francisco– A John Waters le gusta quedarse en casa, lejos de la filantropía reflectante… Aunque no lo creas.

Sí, el secreto sucio está adentro: John Waters adora la temporada de holganzas. Dentro de sí mismo.

Es como si el director-autor-actor-coleccionista-cronista nos hubiera estado poniendo migas de pan y fuertes pistas celuloides durante años. Su joya de “crímenes de moda” de “Female Trouble” comienza con una deflagración de Yuletide (celebración de los pueblos nórdicos) cuando Divine (Dawn Davenport) promulga una venganza temporal contra sus padres, por no conseguirle los tacones para Chachachá que pidió, pisoteando sus regalos y arrojando el árbol de Navidad sobre su madre. La humanidad es un lastre.

Incluso ahora, en 2020, “Female Trouble” es reconocida como una película atrevida y se le da proyecciones nocturnas en días de asueto, en casas comunes y normales, con pijama o calzón sin resorte. El secreto está adentro. Para John Waters el verdadero árbol de Navidad es la furia, el aislamiento y la soledad.

“Si no tienes una felices vacaciones dentro de casa, es mejor que te mates”, ha dicho John en numerosos ensayos.

En la ciudad natal de Waters, Baltimore, su residencia es cosa de leyenda, con invitaciones a puertas cerradas; estancia codiciada por famosos e infames por igual (los últimos siempre son los mejores). En los mundos de las artes, el cine, la literatura (y muy probablemente del crimen, también), sabes que has logrado algo en tu vida si consigues una de las singulares tarjetas de invitación firmadas por Waters. Las fiestas son como entrar en una nave espacial, un ovni con todo y sus rarezas, para volar por el espacio durante un par de días… Y no volver a pisar tierra.

Lo dijo Freud (vuelto a poner de moda por Netflix, ahora, en una faceta ficcional de detective metrosexual): “Los hombres, no obstante a que se les hace imposible existir en el aislamiento, sienten como un peso intolerable los sacrificios que la civilización les impone para hacer posible la vida en común”. Es cierto, todo aislamiento es culpa, pero ahora es un deber de la civilización ignorar a los demás y perderse en la conciencia de sí mismo, para salvarse y salvar.

Así que convierte tu aislamiento en crítica y creatividad. Propongo la lectura de Carsick, de John Waters, para que a través de sus relatos, descubras un mundo inhóspito y bizarro. Un viaje delirante en autostop, completamente subversivo y repleto de humor negro, siempre con el inconfundible sello del director de “Cry baby” (1990).

Porque un viaje de carretera puede ser una crónica sugestiva, pero de la mano de Papá, se convierte en un texto descarado y libérrimo, en el que la primera persona del cineasta lo domina todo, hasta el punto que comparte con el lector sus miedos y dudas antes de partir.

Es cierto, Waters lo dice en reiteradas ocasiones: “Lo realmente terrorífico es quedarse en casa”, lo escupe cada vez que un micrófono se le acerca al rostro, pero, ¿a quién no le atrae lo terrorífico?, y más, narrado todo por el Padrino del terror chungo de la Era Moderna.

“Vamos, lánzate al abismo”, escribe John Waters, dándote ánimos.

Autor

  • Mixar López

    Narrador, cronista y periodista musical. Colabora en varias revistas y periódicos de México, EEUU y América Latina, como revista Marvin, Cáñamo, Yaconic, Noisey (Vice), Nexos, Chicago Tribune, LA Times entre otros. Su primer libro de crónicas "Prosopopeya: La voz del encierro", está próximo a ser publicado.

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