A 30 años del genocidio que cobró las vidas de alrededor de un millón de personas, el próximo 15 de julio, Ruanda irá a las urnas para elegir presidente. Paul Kagame, quien ha estado en el poder el mismo tiempo que Vladímir Putin -aunque sin la atención mediática del segundo- como presidente, y entre 1994 y 2000 como Vicepresidente y “hombre fuerte”, se espera que se alce con la victoria para un cuarto mandato. Asimismo, ante las reformas amparadas en el referéndum de 2015, Kagame podría mantenerse en el poder hasta 2034. En 2017 ganó las elecciones presidenciales con un 99 por ciento de los votos y con cifras semejantes en las que le antecedieron.
Su gobierno ha debido resarcir las heridas del genocidio, si bien se considera que ha favorecido a la etnia tutsi a la que él mismo pertenece, con las responsabilidades más importantes en el gobierno. Con el arribo del Frente Patriótico Ruandés (FPR) por él liderado en el contexto del genocidio, se expulsó del país a los hutus a quienes se culpó de las matanzas, y muchos de ellos fueron a refugiarse a la República Democrática del Congo, hasta donde milicias ruandesas han llegado para no sólo diezmarlos sino, además, saquear las riquezas de ese país, por ejemplo, el codiciado coltán que tanta utilidad tiene para las tecnologías de la información y la comunicación en el mundo de hoy.
Igualmente enfrenta acusaciones de concentración del poder y autoritarismo, habiendo perseguido a opositores. Se le reconoce la reconstrucción del país y su modernización tras el genocidio, el posicionamiento de Ruanda en misiones de mantenimiento de la paz de Naciones Unidas, el haber sido prácticamente el único de todo el continente africano que en la pandemia del SARS-CoV2 logró la vacunación de la mayor parte de la población. También ha apostado por la atracción del turismo que genera importantes ingresos a un país sin grandes reservas de recursos naturales, que, pese a ello, posee especies animales emblemáticas. La estabilidad política lograda por Kagame, también le ha valido una buena calificación a nivel global entre los inversionistas. Finalmente ha buscado promover la reconciliación nacional y para ello impulsó un Ministerio de Unidad Nacional y Compromiso Cívico, que es un cargo en su gabinete.
Ruanda en la geografía africana
Ruanda es un país sin acceso al mar que se localiza en el centro-oriente de África limitando al norte con Uganda, al sur con Burundi, al oeste con la República Democrática del Congo y al este con Tanzania. Su capital es Kigali, donde residen 1. 1 millones de personas y la ciudad de Butare o Huye, al suroeste, hace las veces de centro cultural pues ahí se encuentra una sede de la Universidad de Ruanda, el Instituto Nacional Ruandés de Investigación Científica, y el Museo Etnográfico. Es uno de los países más pequeños del continente y también el más densamente habitado, pues tiene una población de 13 623 302 de personas en una extensión de 26 338 kilómetros cuadrados -equivalente a las dimensiones del estado de Nayarit-, por lo que la proporción de habitantes por kilómetro cuadrado es de 517.
Con un producto interno bruto (PIB) de 42 mil 346 millones (billions) de dólares, es la 165ª economía a nivel mundial y posee un ingreso per cápita de 3 136 dólares -medido en términos del poder adquisitivo. El sector primario es responsable del 32.1 por ciento del PIB, el secundario del 15 por ciento, y el de los servicios del 52. 8 por ciento. Ruanda ocupa la 161ª posición entre 193 países analizados en los índices de desarrollo humano del PNUD con un desarrollo humano bajo. Figuraba en el 100° lugar -en un listado de 141 países- en el índice de competitividad global del Foro Económico Mundial correspondiente a 2019. En el índice de libertad económica de la Fundación Heritage de 2024, Ruanda se encuentra en la 135ª posición entre 184 países evaluados. En el índice de percepción de la corrupción de Transparency International de 2023, el país centroafricano está en la posición 49ª entre 180 países evaluados. En el índice de paz global de 2022, Ruanda está en el 88° lugar en un listado de 163 naciones.
Ruanda se asienta en la región de los grandes lagos y hay una variedad de altiplanos con alturas que van de los 800 a los 2 mil metros sobre el nivel del mar. Considerado como el “Tíbet de África” o el país de las mil colinas o Igihugu cy’Imisozi Igihumbi en kinyarwanda, uno de sus cuatro idiomas oficiales -los otros tres son inglés, francés y swahili- por su orografía, en la parte occidental destaca una cadena montañosa que corre de norte a sur. En el norte se encuentra los famosos montes Virunga, que son una cadena de volcanes que comparten la República Democrática del Congo, Burundi y Ruanda. Por todas las montañas y colinas que la rodean Ruanda también es conocida como la Suiza de África. El afamado Parque Nacional de Virunga, antiguamente denominado Parque Alberto, se extiende desde las montañas Virunga hasta los montes Ruwenzori. Fue creado en 1925 y tiene una extensión de 7 800 kilómetros cuadrados. Fue el primer parque nacional en África. La UNESCO lo incorporó a la lista del Patrimonio de la Humanidad en 1979. Es el hogar de los gorilas de la montaña como también de una población diezmada de hipopótamos, además de otras especies. En la zona hay dos volcanes vivos, el Nyiragongo y el Nyamuragira. Este último es uno de los más activos del mundo, habiendo hecho erupción en 2002 -cuando provocó la muerte de unas 250 personas y dejó sin hogar a 120 mil-, 2019 y, de manera más reciente, en mayo de 2021. El volcán resulta atractivo para el turismo dado que tiene un enorme lago de lava alojado en su cráter, si bien genera impactos negativos en la fauna, la flora y los habitantes del área.
La región en que se asienta actualmente Ruanda fue parte de la África Oriental Germana, una colonia alemana en la zona de los grandes lagos que, además de la actual Ruanda incluía a Burundi, Tanzania y una porción de lo que ahora corresponde a Mozambique. En la primera guerra mundial, los belgas ocuparon la zona de Ruanda-Urundi (1916), la que gobernaron hasta 1962. Al término de aquella contienda, Ruanda-Urundi fue transformada en un mandato y cuando culminó la segunda guerra mundial, se convirtió en un territorio fideicomitido.
Colonialismo y genocidio
En el siglo XIX, los pseudo científicos europeos consideraban que había razas superiores e inferiores. La blanca era superior, las demás, inferiores. Los alemanes, que recibieron algunos territorios coloniales a finales del siglo XIX en la zona de los Grandes Lagos en África llevaron a Ruanda el mito de los “hamitas”. Los tutsi se definían como hamitas, una “raza” más próxima a la “raza blanca”. Los germanos caracterizaban a los tutsi como “hamitas” que habían inmigrado del norte de África y llevaban siglos dominando a los hutu, supuestamente indígenas y muy alejados de la civilización. Por tanto, a los tutsi se les consideraba más desarrollados que la raza “negroide” si bien ello alimentó revanchismos ya existentes entre ambas etnias. Un documental elaborado por Deutsche Welle explica que entre 1907 y 1908 los alemanes robaron unos 900 cráneos humanos para llevarlos a Alemania y conducir investigaciones raciales que corroboraran la superioridad de los “arios.”
Tras la Primera Guerra Mundial, cuando Alemania perdió sus colonias, Bélgica fue designada administradora de Ruanda-Urundi. El colonialismo belga segregó a las dos principales etnias del país: los hutu, que representan el 84 por ciento de los habitantes y los tutsi, que son un 15 por ciento. El 1 por ciento restante corresponde a los twa o batua. Los belgas decidieron dar a los tutsi la gestión política, lo que atizó los conflictos con los hutu.
Los hutu y los tutsi se diferenciaban entre sí por el linaje o por la actividad económica, de manera que los tutsi se dedican a la ganadería y los hutu a la agricultura. Un tutsi normalmente poseería 10 vacas, símbolo de estatus, dado que sólo los acaudalados las podían tener. Ambas etnias podían modificar esas categorías fuera por el cambio de actividad laboral o por el matrimonio interétnico. Durante las monarquías ruandesas de los siglos XI hasta mediados del XX, los reyes eran tutsi; y bajo el colonialismo belga, de 1919 a 1962, los tutsi fueron elevados al estatus de élite.
Para los belgas, promover la fragmentación social y acentuar la identificación étnica de los habitantes, les permitiría tener el control del territorio. En 1932, Bélgica introdujo unas cartillas de identidad en las que se asentaba claramente la etnia de los habitantes. En este sentido, Bélgica fomentó una suerte de apartheid que polarizó a las comunidades y que sembró la semilla de la discordia en su seno. Los belgas “clasificaban” a los ruandeses a partir de sus características físicas midiendo sus narices, ojos, dimensiones craneales y peso. Las cartillas de identidad serían descontinuadas en 1994 tras el genocidio y luego de los efectos devastadores que tuvieron en sus portadores.
Antes de la llegada del imperialismo germano y belga, la convivencia entre hutu y tutsi había sido difícil. Los tutsi, poseedores de disciplina militar, desde el siglo XVI perpetraron atrocidades contra los hutu, esto para hacerles ver que eran los dominados. Entre los actos barbáricos desarrollados por los tutsi destacan las campañas militares para asesinar a los príncipes hutu, a quienes mutilaban sus genitales y los colgaban a la vista de todos. Rodríguez Vázquez y Mamdini explican que, si bien los hutu podían ascender en la escala social siempre que contaran con propiedades, la existencia del vasallaje privilegiaba especialmente a los tutsi.
En 1959, todavía bajo la tutela belga se produjo una masacre de hutu contra tutsi, lo que mostraba una vez más las consecuencias de un colonialismo pensado para polarizar y dividir a la población. Ruanda accedió a la independencia en 1962 y los hutu llegaron al poder con Grégoire Kayibanda como presidente tras derrocar a la monarquía tutsi. Su gobierno prevalecería hasta 1973, cuando Juvénal Habyarimana dio un golpe de Estado y se proclamó presidente. Ambos desarrollaron políticas pro hutu estableciendo cuotas en las escuelas y en los ambientes laborales que colocaban en desventaja a los tutsi. En la película ruandesa Notre-Dame du Nil de 2019 del director afgano Atiq Rahimi, se cuenta la historia del prestigiado colegio católico Notre-Dame du Nil en el que estudiaban las jóvenes ruandesas que serían en el futuro parte de la élite del país. Ambientada en 1973 se observan las tensiones étnicas en el colegio, el fomento de la lengua francesa frente al kinyarwanda, las cuotas de estudiantes -sólo el 10 por ciento de las alumnas podían ser tutsi, el resto hutu- y el desenlace fatal tras el golpe de Estado de Habyarimana.
A causa de los enfrentamientos con los hutu, muchos tutsi se exiliaron del país asentándose especialmente en Uganda -si bien otros vecinos en que se asilaron incluyeron Zaire (hoy República Democrática del Congo), Burundi y Tanzania- donde se fue gestando no sólo el primer organismo de refugiados tutsi fuera de Ruanda sino también el activismo cada vez más beligerante que condujo a la creación del front patriotique rwandais (FPR) en 1987 donde Paul Kagame, actual mandatario, fungió como jefe de inteligencia militar. El FPR luchó contra el gobierno de Habyarimana y en 1990, desde Uganda, desarrolló un ataque muy letal que puso en aprietos al mandatario ruandés. Ello forzó a Habyarimana a negociar con el FPR, pero al mismo tiempo mantuvo y endureció las políticas represivas contra los tutsi de Ruanda, por considerar que estos eran cómplices de los guerrilleros. En 1993, Ruanda y Uganda suscribieron los acuerdos de Arusha, Tanzania, los que incluían la conformación de un gobierno de transición integrado por las dos etnias principales y fuerzas armadas integradas en proporciones iguales, es decir, 50-50 por hutu y tutsi. Sin embargo, los extremistas hutu rechazaban una reconciliación con los tutsi y trabajaron en la solución final, esto es, su exterminio, mismo que prepararon minuciosamente.
A fin de apoyar lo acordado en Arusha, las partes en conflicto se reunieron en Nueva York en aras de gestionar el envío de una misión de paz de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la cual vigilaría el cumplimiento de sus disposiciones. Pero el contexto internacional no favoreció un rol de la ONU en esta crisis. Un poco antes se había producido la guerra civil en Somalia, la que desgastó a Naciones Unidas y especialmente a Estados Unidos. Washington, quien no se atuvo al mandato de la misión, sino que desarrolló su propia cacería de los líderes de los clanes somalíes hubo de retirarse tras el incidente del Black Hawk, un helicóptero derribado por los rebeldes somalíes. La imagen de los soldados estadunidenses muertos y arrastrados por las calles de Mogadiscio por miembros de los clanes somalíes -todo en ello transmitido en vivo y en directo por la cadena CNN-, tuvo un alto costo político para la administración Clinton, la que decidió no volver a intervenir en países africanos.
El genocidio ruandés comenzó en abril de 1994 y se extendió hasta junio de ese año y produjo entre 800 mil y un millón de muertos, especialmente tutsi, esto tras la muerte del presidente Juvenal Habyarimana cuyo avión fue derribado con un misil tierra-aire por órdenes del propio Kagame. El líder del FPR irrumpió con sus tropas en el país y puso más énfasis en lograr avances tácticos que le permitieran gradualmente controlar el territorio ruandés y menos en detener el genocidio. En el fondo, se estaba produciendo una lucha entre la África anglófona y la África francófona. Uganda, excolonia inglesa, era la base de operaciones del FPR, en tanto Kagame y buena parte de la élite de esa agrupación se educó y capacitó en academias militares y de estado mayor de Estados Unidos y Reino Unido. En 1990, Kagame se encontraba en Estados Unidos asistiendo a un curso de capacitación en el Forth Levenworth, en Kansas cuando se produjo la invasión del FPR a Ruanda, donde su líder, Fred Rwigema murió. Una vez que volvió, Kagame redefinió los ataques contra el ejército ruandés, y si bien el FPR estaba mejor organizado, la razón de que Habyarimana pudo soportar los embates fue gracias al apoyo brindado por Francia y el entonces Zaire. Pero para 1994, Estados Unidos y el Reino Unido, quienes no apoyaron acción alguna en el Consejo de Seguridad para detener el genocidio actuaron veladamente en apoyo de Kagame mermando así la posición de Francia en la región.
Las secuelas del genocidio y la gestión de Kagame
Las heridas del genocidio permean en la sociedad de Ruanda al día de hoy, donde Kagame se ha esmerado por cambiar la imagen barbárica del país por la de una nación moderna y progresista. Kagame fue Vicepresidente y Ministro de Defensa de Ruanda entre 1994 y 2000, si bien todos coinciden en afirmar que, en realidad, él era quien gobernaba. En el año 2000 ascendió a la presidencia y en 2003, cuando se aprobó la nueva Constitución, misma que tuvo la peculiaridad de haber sido desarrollada a través de consultas a nivel nacional, con muy poca asistencia internacional. La Constitución prohíbe distinguir entre etnias o razas, esto para resarcir las heridas del genocidio se llevaron a cabo elecciones en las que resultó triunfador. En elecciones subsecuentes, como las de 2010 y 2017, ocurrió lo mismo. En 2015 se realizó un referéndum constitucional que permite que Kagame pueda reelegirse en los actuales comicios del 15 de julio de 2024.
El genocidio feminizó al país, puesto que el 75 por ciento de los habitantes, tras las matanzas, estaba constituido por mujeres y esa realidad demográfica ha llevado a que Ruanda posea el Parlamento con más féminas a nivel mundial. Con Kagame en el poder se ha privilegiado la enseñanza del idioma inglés. Al impulsar la participación de Ruanda en las operaciones de mantenimiento de la paz de la ONU, quiere favorecer una imagen empática y favorable a la paz a través del envío de cascos azules a diversas misiones. Asimismo ha promovido a funcionarios ruandeses para que presidan organismos internacionales como ha sido el caso de la Organización Internacional de la Francophonie, a cargo de la ruandesa Louise Mushikiwabo, quien previamente fungiera como ministra de asuntos exteriores del país (2009-2018).
El país tiene pocos recursos naturales y es básicamente rural, por lo que la agricultura que se lleva a cabo es de subsistencia. El turismo, entonces, es una actividad económica fundamental, animado por la posibilidad de visitar a una de las especies animales más icónicas del país, el gorila de la montaña. También, como se sugería anteriormente, Ruanda al no disponer de recursos naturales saquea los de la vecina República Democrática del Congo, mismos que comercializa.
Kagame se propone favorecer el desarrollo tecnológico y por ello la educación ha sido una prioridad a lo largo de su gobierno, en el que se han creado numerosas universidades -había sólo 1 cuando llegó al poder, en tanto hoy existen 24. Asimismo, dado que sus fuerzas armadas son profesionales, han sido requeridas en diversas naciones africanas para brindar asistencia, por ejemplo, en el Sahel, donde el rechazo a Francia y lo francés es mayúsculo -lo que también explica los acercamientos de la zona con Rusia.
Ruanda tiene buenas calificaciones en el mundo por su eficiencia gubernamental y la facilidad para hacer negocios. El gobierno ha logrado establecer mecanismos para abastecer de manera creciente de servicios a la población como agua y electricidad, sanidad y educación y también como proveedor de seguridad. Asimismo, los programas para incrementar la productividad agrícola, fortalecer el crecimiento del sector privado y la equidad de género han sido notables. La lucha contra la corrupción es otro logro reconocido internacionalmente.
Asimismo, ha realizado alianzas estratégicas con países como Qatar, quien desarrolla el nuevo aeropuerto internacional del país africano, mismo que, se espera, será el más moderno de África y se erigirá en un hub regional. Empero, una de las políticas más criticadas es el acuerdo suscrito con el Reino Unido para procesar solicitudes de asilo y refugio de personas que residían como indocumentados en las islas británicas, conocido como Plan Ruanda. Conforme a este acuerdo, el Reino Unido fletaría aviones hacia el país africano con los migrantes, para que procesen sus peticiones desde Ruanda. Este arreglo, denunciado por organismos defensores de derechos humanos y criticado fuertemente en la Unión Europea y Naciones Unidas recién fue anulado por el nuevo primer ministro británico Keir Starmer quien considera que las políticas migratorias británicas deben tener otro enfoque. Ruanda ha dicho que no devolverá los 285 millones de euros que Londres ya había desembolsado para el controvertido programa, dado que no fue el país africano quien lo anuló.
Sistema político y proceso electoral
Ruanda es una república presidencial unitaria. El gobierno actual en el país africano se integra por una coalición de partidos políticos integrada por el Parti Démocrate Centriste, el Parti Démocratique Idéal, el Parti pour le Progrès et la Concorde, la Union Démocratique du Peuple Rwandais, el Parti Social Démocrate y el Parti Libéral. Tras las elecciones parlamentarias de 2018, una coalición de partidos liderada por el FPR domina el parlamento ruandés, en tanto cuatro partidos que integran a la oposición poseen 13 de los 80 escaños.
Para las elecciones del 15 de julio, 9 candidatos se registraron ante la Comisión Electoral Nacional (CEN). La Comisión rechazó varias postulaciones y sólo aceptó a dos candidatos: Frank Habineza, líder del opositor Partido Verde Democrático de Ruanda de 47 años, y Philippe Mpayimana, un periodista que se postula como candidato independiente -tiene 44 años- y es poco popular. De los dos, es Habineza quien encarna a una genuina oposición, si bien sus posibilidades de vencer a Kagame de 66 años, son reducidas. Tanto Habineza como Mpayimana se enfrentaron igualmente a Kagame en los comicios de 2017 obteniendo de manera combinada apenas el 1. 2 por ciento de los votos.
La misma CEN bloqueo la candidatura de Diane Rwigara, una candidata defensora de los derechos de las mujeres que ya había sido prohibida en 2017 por supuestos problemas de irregularidades en unas firmas y que pasó un año en prisión. La CEN desconoció la candidatura de la señora Rwigara argumentando que no había presentado una declaración de antecedentes penales y en su lugar había proporcionado una copia de la sentencia del tribunal. Igualmente, la CEN argumentó que los documentos de identidad de los ciudadanos que la apoyaban no existían o no coincidían con los del censo electoral. LA CEN también desestimó la postulación de Victoire Ingabire, una feroz crítica de Kagame, argumentando un tribunal ruandés, que debido a anteriores condenas por terrorismo y negación del genocidio no podía participar en las elecciones. Fue encarcelada de 2012 a 2018.
Para los comicios del día de hoy hay 9. 5 millones de ruandeses registrados para votar. Las elecciones se desarrollarán a lo largo de de 3 días y cerca de 2 millones de electores votarán por primera vez. En estas elecciones lo ruandeses elegirán presidente y a los 80 integrantes de la cámara baja del parlamento. El 14 de julio los ruandeses que viven en el extranjero votaron en las embajadas y misiones diplomáticas del país y la CEN dará a conocer los resultados electorales provisionales hasta el 20 de julio y anunciará los el 27 de julio, aproximadamente, dos semanas después del día de la votación. Se anticipa una cómoda victoria de Paul Kagame.