SEDENA S.A. de C.V.

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No puedo dejar de recordar que, en la campaña rumbo a las elecciones de 2018, una de las promesas más reiteradas y llamativas del candidato López fue regresar a los militares a los cuarteles. Estaba la población mexicana tan aturdida, cansada y horrorizada ante el fracaso de la estrategia de seguridad de Calderón y de Peña, que buena parte de la ciudadanía pensó que el cambio significaba desmilitarizar la estrategia. ¡Inocentes palomitas que se dejaron engañar!

Fotografía: Cuartoscuro

Recuerdo claramente cómo al llegar AMLO a la presidencia dijo (y se le llenaba la boca al hacerlo) que desaparecería al Estado Mayor Presidencial, que no tendría, como los “conservadores”, militares cuidándolo y que un grupo sobre todo de mujeres se encargarían de su seguridad. Mire usted nada más…las vueltas que dio la vida tan rápido.

Dos años y meses después, vaya que la situación se ha modificado. En un proceso astutamente discreto, pero permanente, casi de manera insidiosa, las Fuerzas Armadas y la Marina se han ido apoderando de muchas, si no es que de casi todas las “obras” y ocurrencias del Todopoderoso.

Comencemos por decir que el Ejército es ahora una boyante empresa constructora, quizá la más importante de México, y que sin duda es la que se encarga de la gran mayoría de la obra pública de esta mal llamada administración. El Aeropuerto de Santa Lucía fue el inicio de esta clara estrategia del inquilino de Palacio. Después vino el Tren Maya y a partir de hace unos días se dio a conocer que también el proyecto del Tren Transístmico lo llevarán a cabo los militares.

Además, como ya se había venido diciendo, todas las ganancias obtenidas por el traslado de pasajeros y el comercio derivado de estas obras serán para la SEDENA y SEMAR (y en el caso del ferrocarril, también para los estados de Veracruz, Oaxaca, Chiapas y Tabasco) con el objetivo de utilizarse en las pensiones de los uniformados y para impedir que después (cuando él y su partido se hayan ido) se vayan a privatizar (¡Jesús, que horror!) estas obras.

Esto es, a la mejor López se va… pero tendremos militares para rato. A ver quién es el valiente que a los señores de las armas les quitan estas “graciosas concesiones”.

Recordemos también que la Armada de México administra todos los puertos de nuestro país, que SEDENA construye dos mil 700 sucursales del Banco del Bienestar, que se encarga del manejo de las pipas que se compraron (por adjudicación directa, como el 70% de las compras del gobierno) en el misterioso caso del combate infructuoso al huachicol.

Y es que el personal de estas Secretarías es sorprendente y capaz de casi todo: reparten vacunas, apoyan en el reparto de los dizque programas sociales, combaten a los narcos y al crimen organizado, reprimen a los migrantes de acuerdo a las órdenes del presidente en turno… de los Estados Unidos, tienen en sus manos la seguridad pública, la seguridad nacional, por si fuera poco se dedican al mismo tiempo a la construcción de los aeropuertos de Tulum y Chetumal, remodelan y hacen hospitales, públicos, y operan todas las aduanas de México.

Me olvidaba… también construyen viviendas para la SEDENA en Santa Fe y están a cargo del supuesto parque ecológico del destruido ex aeropuerto de Texcoco. Como es de esperar, al tener tanto trabajo se han incrementado sustancialmente sus presupuestos, en más de un 19%.

En fin, los uniformados están como nunca de contentos, para ellos no existe la terrible crisis económica y no le rinden cuentas a nadie. Hablemos claro, los militares ya no son lo que eran antes y se han transformado en una fuerza más poderosa y versátil que nunca. Su protagonismo, gracias a la 4T se ha afianzado y renovado. No lo soslayemos más: México, como Venezuela, Nicaragua, Cuba, muchos otros países y hasta el Brasil de Bolsonaro han favorecido el auge de este empoderamiento castrense. Las consecuencias para las democracias latinoamericanas ya están a la vista en algunos países y en México.

Si no detenemos esta situación, la militarización de nuestra nación será una terrible realidad que llegó para quedarse. Ojalá no sea demasiado tarde.

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