Desde que apareció en escena como precandidato republicano, Donald Trump sólo encontró de México respuestas oficiales cuidadosamente diplomáticas, pese a dedicarnos injurias hoy, injurias mañana. Pero ya debe acabar la mesura. Es hora de que conozca cuán enérgico puede ser México.
Ayer repitió la receta del dolo y la trampa que aplicó horas después de ser recibido a mediodía en Los Pinos, el 31 de agosto pasado, al asegurar por la noche en Arizona que no sólo construiría un muro en la frontera, sino que México lo pagaría.
A menos de 72 horas de haber invitado al presidente a Estados Unidos para conversar el 31 de enero sobre la relación bilateral, anunció en Twitter que hoy firma la orden ejecutiva para la construcción del muro: “Gran día planeado en Seguridad Nacional mañana, ¡construiremos el muro!”
Casi a la par, Canadá anunció que México tendrá que negociar en solitario el nuevo esquema del TLC para América del Norte: “Queremos a nuestros amigos mexicanos, pero nuestros intereses nacionales van primero y la amistad después”, dijeron altos funcionarios a Reuters.
Ya resulta un desprecio inadmisible de nuestros socios. Aun cuando México mantenga su postura de diálogo, sin confrontación ni sumisión con Estados Unidos, es el momento, justo antes de que el presidente viaje a Washington, de dar, de que el Estado mexicano muestre una postura más fuerte.
Es definitivamente intolerable el estilo fraudulento de Trump. Fue entendible soportar la intriga del 31 de agosto (cuando después de irse de Los Pinos dijo que México pagaría la construcción del muro), porque habría sido meter un ruido en la campaña presidencial que no correspondía a México.
A raíz de aquella visita se esperaba que suavizara su retórica, y aunque entonces elogió al presidente y al pueblo de México, apenas al aterrizar en Arizona hasta explicó las características que tendría el muro con la frontera común.
Pero ya en su calidad de mandatario, son inadmisibles sus maneras para hacer política exterior con México: no puede invitar a nuestro presidente a dialogar y, antes de recibirlo, firmar la orden ejecutiva para levantar un muro que México considera que atenta contra la dignidad nacional.
Más todavía: hoy, cuando Trump esté firmando la orden ejecutiva del muro, llegan a Estados Unidos nuestro canciller y el secretario de Economía para preparar la visita del presidente y tratar temas bilaterales de seguridad y migración.
¿Para qué invita entonces el nuevo gobierno estadounidense a los titulares de dos de las carteras más importantes del gobierno mexicano en este momento? Para nada serio, a juzgar por el desdén público que muestra Trump por México.
Será mejor dejar de permitirle más faltas en su arranque…
Si no queremos ser víctimas de las de su cierre.
Este artículo fue publicado en La Razón el 25 de enero de 2017, agradecemos a Rubén Cortés su autorización para publicarlo en nuestra página.