Una autocrítica del CEU

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A ustedes les consta: mi enfoque principal frente al 30 aniversario del CEU ha sido valorar el movimiento social como el más relevante desde entonces a la fecha por su magnitud y sus consecuencias benéficas para la UNAM y el país y que se sitúan en el ámbito de la gratuidad de la educación media y superior así como al efecto político que inició los procesos electorales con alto grado de competencia (las elecciones de 1988 fueron las más competidas hasta ese entonces). Entonces, reitero, al CEU hay que festejarlo, además de todo por la fiesta juvenil que implicó y por sus novedosas formas de expresión política y cultural. Incluso, al menos yo, lo festejo por nostalgia y por las ganas de abrazar a quienes entonces no pude porque nuestras diferencias fueron mayores que nuestra madurez para procesarlas.

 

Pero el CEU también lo constituyen sus errores, y un festejo venturoso, es decir, que pueda definir perspectivas entre nosotros, implica tomarlos en cuenta como lo que fueron sin más afán que la autocrítica, equivocaciones, que también marcaron nuestros límites. Propongo estas líneas para su reflexión.

 

1. Una de las grandes virtudes de la dirigencia del CEU fue reconocer al otro y pactar con ese otro. Y sin embargo encuentro una paradoja: el hecho de que esto no se dijera con todas sus letras (y desde luego era muy difícil exponerlo así, tanto que ahora mismo lo es) fue decisivo para que la cultura de la negociación fuera vista como sinónimo de transa o algo indebido.

 

2. Considero que ese elemento explica (naturalmente junto con otros más, como la resistencia de las autoridades de la UNAM) que el Congreso Universitario tardara tanto tiempo en cristalizarse. Además y ya en el diseño mismo del Congreso podemos ver esa rémora autoritaria: creer ser la única representación de los estudiantes porque los demás, por definición, tenían o buscaban boleto o eran agentes encubiertos de la Rectoría. Cuando vimos que la representación de los maestros “democráticos” fue muy menor, ello significó un mentís a nuestras pretensiones democráticas.

 

3. También creo que una de las virtudes del movimiento estudiantil fue participar en política, y una de mis equivocaciones en esos años fue no mirarlo de ese modo: no participé y estoy seguro de que me equivoqué, en el MAS (Movimiento al Socialismo) que impulsó al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas. Y junto con ello considero que el movimiento estudiantil pudo mirar por algo más allá que “la politización intensiva” y la defensa gremial de nuestros intereses, y desaprovechó la oportunidad de presentar, al menos en sus líneas maestras, un plan más o menos articulado de reforma, aunque incluso el CEU aportó y no poca cosa, como es claro con los Consejos Académicos de Área.

 

4. Sostengo que esos descuidos y esas reproducciones de la cultura de la izquierda, digamos, más primitiva, fueron determinantes para fragmentar al CEU e incluso para que en el último tramo del movimiento, las corrientes más extremistas fueran hegemónicas: el deterioro del discurso estudiantil no se explica sin la permisividad que tuvimos para que se abriera paso el enfoque más vulgar e impostado de la lucha universitaria.

 

5. Pero acaso sobre todo, esos yerros nos hicieron poner más el acento en el acceso gratuito a la Universidad al mismo tiempo que descuidamos el asunto de la calidad. Algunos de ustedes podrán recordar que fui parte de la Corriente de la Reforma Universitaria, la CRU y entonces decíamos, (creo que el planteamiento tiene actualidad) que nuestro gran desafío era y sigue siendo cómo diseñar una institución de masas, es decir, que albergue a decenas de miles, y simultáneamente les garantice educación de calidad a todos (otro asunto es que cada quien aproveche esas condiciones institucionales).

 

6. Me parece que al descuidar el diseño de aquel andamiaje institucional, que también implica prácticas académicas, creo que también descuidamos al ethos, vale decir, a los sujetos que con sus saberes y sus prácticas le dan sentido e identidad a la recreación del conocimiento, por ello considero que también enfatizamos más en demandas de corte gremial que en criterios de exigencia académica. Dicho de otro modo: vale la pena esperar y exigir mejoras en las condiciones de estudios y simultáneamente determinar rendimientos académicos como parte de las responsabilidades de los sujetos universitarios.

 

Como sea, mi intención es recrear los puntos de vista, pero para mí es más importante haber tenido un pasado común que tener cualquier diferencia que cancele la posibilidad de seguir en los festejos de este gran movimiento estudiantil.

 

Les mando un abrazo.

 

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