FUE AQUÍ, asegura, en este mismo sitio. Entonces se llamaba Seattle Coliseum. Era el 25 de agosto de 1966 y los Beatles tocaron en dos pases, a las tres y a las ocho de la tarde. Melodie Adams-Forsstrom recuerda que los vio en el segundo. Ella tenía 14 años, y Paul McCartney, 24. “Las chicas gritaban tanto que no se oía la música”. Lo cuenta mientras espera en esas mismas gradas en Seattle a que empiece a tocar McCartney el pasado 17 de abril, medio siglo después de aquel concierto. Lo ha visto seis veces a lo largo de una vida. En este tiempo, McCartney y ella han tenido hijos y se han hecho viejos. Pero ese acorde del arranque de A Hard Day’s Night suena igual de desafiante.
Paul McCartney cumplirá 74 años el próximo 18 de junio. El mes pasado empezó una nueva gira por Estados Unidos y Europa. Son tres horas de concierto de un músico en plena forma. El show, la experiencia de McCartney en directo, ha evolucionado hasta convertirse en una especie de celebración de una carrera. Mantiene el diálogo con la generación de Melodie, pero las gradas están llenas de sus hijos y sus nietos. El catálogo del que se nutre va desde antes de que se inventara el rock and roll hasta Rihanna. Es una carrera tan grande que cuando busca una canción para sorprender al público le sale, por ejemplo, A Hard Day’s Night. Y se deja en el cajón otras 200 que podían valer igual.
“No la había tocado en 50 años. La ensayamos y, ya sabes, ese acorde del principio es muy icónico. A algunos en la banda se les puso la piel de gallina. Pensamos que, si abríamos el show con eso, al público le pasaría igual”. Lo dice Paul McCartney por teléfono el martes 19 de abril, a las 16.11 hora del Pacífico, desde el coche que le lleva del aeropuerto a un concierto en Vancouver.
En esta gira da la impresión de que McCartney piensa en términos de legado. Cualquier músico viviría de las rentas con haber firmado una sola canción del catálogo de los Beatles. Él ha hecho más de 30 discos desde que se separaron, el último en 2013 (New). A pesar de que se mantiene activo como compositor, ya no se presenta ante el público diciendo: “Esto es lo nuevo que he hecho”. En este momento de su vida parece querer decir: “Esto es todo lo que he hecho, todo esto es McCartney”. Se trata de una obra inabarcable. El mes que viene sale a la venta una recopilación de su obra después de los Beatles (Pure McCartney) y tiene 67 canciones. No hay ninguna selección posible de su repertorio que sea razonable ni justa, solo la que él decida hacer.
“Normalmente lo que hago es pensar: si yo fuera a este show, qué me gustaría oír”, responde McCartney cuando se le pregunta cómo destila su obra en una lista para un concierto. “Si voy a un concierto de los Rolling Stones, seguramente querré oír Satisfaction y Honky Tonk Women. Me hago esa pregunta sobre mí mismo: si yo fuera a un show de Paul McCartney, ¿qué querría oír? Ese es el principio de la lista y esas son las fijas”. La pregunta sugiere Yesterday, Hey Jude, Let it Be y otra docena. Por supuesto que están.
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