La Asociación Mexicana del Derecho a la Información es un referente indispensable para el análisis de los medios de comunicación del país. Desde su fundación en 2001, sus ideas y posturas integran no sólo la memoria de su activismo por la libre expresión y el derecho a la información, también registran propuestas para reformar las leyes que rigen a los medios o en las coyunturas más importantes relacionadas con éstos.
Los argumentos de la Asociación fueron centrales, por ejemplo, para que la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el 1 de junio de 2007, considerara inconstitucional buena parte de los preceptos de la llamada “Ley Televisa” (en una decisión que, nosotros los editores de esta revista, creímos equivocadamente que no ocurriría). También se halla su defensa razonada y documentada de la Reforma Electoral de 2007, que ha sido pilar en el debate público, igual que, en fechas recientes, su cuestionamiento a la Licitación 21. Junto con tales definiciones, a nivel programático, esa organización no gubernamental propone una “Reforma integral” de las leyes de radiodifusión y telecomunicaciones, que despliega en su producción editorial y en una revista electrónica de reciente fundación.
Además, la mayoría de sus miembros son fuente de consulta ineludible para los actores interesados en la industria, los expertos y, en general, para los ciudadanos interesados en estos temas. En suma, el aporte al debate de esa organización es irregateable, y sus insuficiencias y errores -que son parte de la actividad humana- conviene que sean vistos en una perspectiva de mejorar su incidencia. Menciono algunos de éstos porque invito a sus integrantes a sostener un intercambio al respecto en estas páginas de etcétera. Creo que una de las inconsistencias más notorias de la AMEDI es que no muestra consigo el mismo talante crítico que, en contraste, tiene frente a los asuntos y los actores que son materia de su reflexión, de sus pronunciamientos e incluso de sus acusaciones.
Me parece que lo anterior se debe en buena medida a una cultura política que se abastece de definiciones extremas, a su falta de discusión interna que, en no pocas ocasiones, la conducen a ser un membrete de abajofirmantes, y a su óptica autoritaria en relación con quienes no sostienen lo mismo que su equipo directivo o sus dirigentes más notables y que, generalmente para ellos, “los otros” son ingenuos, están confundidos o tienen algún pacto inconfesable, adjetivos que surgen de la visión que simplifica los temas entre buenos y malos. Y por eso, según creo, la AMEDI ha incurrido en errores clave.
“Reforma integral” o “Reforma parcial”
Un caso relevante de lo anterior se dio hace poco más de año y medio cuando, al aliarse con el gobierno federal, la AMEDI ratificó su propuesta de “Reforma integral” (que para mí es, por cierto, muy discutible) y con ésta se opuso a la iniciativa de “Reforma parcial” que, entonces, sostenía el senador del PRD Carlos Sotelo (que ya había logrado el acuerdo con el PRI y su partido). No reseño las respectivas definiciones ni digo por qué etcétera apoyó la postura del político colimense; el lector puede consultar el material respectivo en nuestro portal. Sólo enfatizo que Sotelo recibió una fuerte y, en mi opinión, injusta embestida de algunos integrantes de la Asociación, quienes lo acusaron de coludirse con las televisoras. Y agrego que varios de los integrantes de la AMEDI coincidían con el senador Sotelo y se lo hicieron saber personalmente a él y a quien esto escribe, pero optaron por el silencio en virtud de la ausencia de discusión interna en la AMEDI y, sobre todo, por el riesgo de ser considerados ingenuos, confundidos o aliados con el enemigo.
Semanas más tarde, el gobierno federal y su partido desistieron de su compromiso con la AMEDI y determinaron no impulsar la “Reforma integral”. Buena parte de los miembros de la Asociación, así como los demás actores interesados, ignoramos qué ocurrió. En una reunión realizada por esos días Javier Corral sólo comentó que no se juntaron los votos suficientes y fue particularmente duro contra un académico muy respetable, Virgilio Caballero, porque éste dijo que tal explicación era insuficiente para saber por qué el gobierno no respetó el acuerdo que el propio Javier Corral había anunciado en las semanas anteriores. Por su parte, Virgilio Caballero le aseguró a quien esto escribe que el trato que recibió, y las descalificaciones de las que fue objeto, no son parte del talante respetuoso que debe privar entre los miembros de la AMEDI.
La “Reforma parcial” no tuvo éxito porque fue hipotecada por la aspiración maximalista de la AMEDI, el gobierno y su partido. De los cuatro aspectos que contuvo la iniciativa de Sotelo, dos no avanzaron: las radios comunitarias ni los medios públicos, en tanto que el interés de las empresas privadas, es decir, las llamadas “radios combo”, así como los refrendos de la concesiones, fueron resueltos favorablemente por el gobierno federal mediante decretos.
Luego, más de un año después y sin que la AMEDI reconociera expresamente su error por el trato que dio a Carlos Sotelo, invitó al legislador a inaugurar el “Encuentro Nacional por la Diversidad y la Calidad de los Medios de Comunicación”. Pero en esencia, el saldo es el siguiente: por buscar el todo o nada, en materia de radios comunitarias y medios públicos, nos quedamos con nada. Frente a esa situación, Carlos Sotelo, a través de etcétera, felicitó a la AMEDI y a la CIRT por impedir la “Reforma parcial” que, en opinión de esta revista, significó la oportunidad fallida de un paso gradual pero sustancial.
El derecho a la información y las radios comunitarias
Junto con esa cultura intolerante que permea en la AMEDI considero que la inconsistencia más señalada nos remite a sus posturas concluyentes. Por ejemplo, hace poco más de diez años, y con la óptica de la “Reforma integral” que entonces se llamó “Ley Federal de Comunicación Social”, durante 2001 menospreciaron la Ley Federal de Acceso a la Información Pública Gubernamental, aprobada en junio del siguiente año, e incluso dijeron que sus promotores, los integrantes del Grupo Oaxaca, entre quienes se situó Ernesto Villanueva, evadían el asunto de fondo y le hacían el juego al gobierno federal igual que a los diarios y las televisoras que promovían la mencionada ley. En resumen, creyeron que “el acceso a la información era una posible cortina de humo para no legislar sobre los medios”. Es decir, no sólo no tuvo el respaldo de la AMEDI sino que incluso fue descalificada por ésta, la ley más importante que se ha aprobado en México en los diez años recientes en materia de derecho a la información, que es uno de los aspectos básicos que orientan los planteamientos de la AMEDI, como consta en sus documentos. (Diez años, después el IFAI le entregó reconocimientos a quienes integraron el Grupo Oaxaca, y qué bueno).
Guardadas las proporciones, algo similar a lo anterior sucedió cuando la AMEDI no participó en el periplo que condujo al otorgamiento de 11 permisos a sendas radios comunitarias, entre mediados de 2003 y finales de 2005, lo que también considero uno de los hechos más relevantes de los últimos años en materia de medios de comunicación. Por aquellos tiempos, el entonces presidente de la AMEDI, Javier Corral, le informó a Aleida Calleja, quien era presidenta de AMARC-México, que ese tema no era sustancial para la agrupación y que, más aún, él “no estaba de acuerdo con la ilegalidad” (o sea, que no apoyaba a las radios comunitarias). Posteriormente, el ahora diputado federal fue de los primeros en festejar los permisos logrados por la lucha de AMARC y la disposición por parte del gobierno federal, que logró inhibir las posiciones autoritarias, internas, que existían. La AMEDI, por cierto, no ha expuesto su parecer sobre la posibilidad, abierta desde septiembre del año pasado, para que las radios comunitarias formen parte del reglamento de radio y televisión del IFE. Ya veremos qué dice ahora que Aleida Calleja preside la asociación desde el 23 de mayo.
La disputa en las telecomunicaciones
El último ejemplo que sugiero tiene que ver con la óptica de AMEDI sobre la actual disputa en el ramo de las telecomunicaciones. Creo que, precisamente por su falta de discusión interna y por la cultura política a la que aludí, no ha sido clara su postura.
En principio o por principio, este organismo no gubernamental descalifica a las televisoras y a su pretensión por abrir el mercado de la telefonía fija y móvil, aunque a partir de esa visión que considero equivocada, los miembros de la AMEDI exponen diferentes puntos de vista. Unos, como Javier Corral o Gabriel Sosa Plata, transitan de la crítica a Televisa y TV Azteca a la defensa de Carlos Slim y a la promoción del empresario para que participe en la televisión abierta y restringida; Sosa Plata lo ha dicho en nombre de la Asociación. Sin embargo, hay quienes, como Denise Dresser o Luis Miguel Carriedo, y en fechas recientes Raúl Trejo Delarbre, tienen una opinión diferente. Así lo expuso Trejo en fechas recientes: “En la AMEDI buscamos que haya diversidad en el campo de la televisión y creemos que esta diversidad no sólo se logrará con la llegada de nuevas empresas; se habla de mucho de algunas, en particular (Telmex y Grupo Carso no nos entusiasma la idea, no apostamos a que un monopolio desplace al duopolio, apostamos a la variedad de opciones en la televisión, incluyendo opciones sólidas, auténticas, de televisión de carácter público”.
(Cabe señalar que la AMEDI no ofreció un pronunciamiento cuando, el 25 de septiembre de 2006, el gobierno fijó los términos en que se publicaría el acuerdo de convergencia que permitirá a Telmex incursionar en el negocio de la televisión restringida. Del tema, Carriedo se ocupó en estas páginas de etcétera en aquellos días, con lo que esta revista expresó su denuncia por tales decisiones verticales que, además, dejaron fuera a otros actores).
Entre las expresiones reseñadas no me parece nítida la postura de AMEDI, o en todo caso no ha dicho, con la cobertura de sus siglas y con la contundencia que le caracteriza, si está o no de acuerdo con el monopolio de Telmex y Telcel, ni ha transitado, como se ha visto, hacia una definición clara sobre la televisión pública y restringida.
Por su relevancia, creo que conviene mucho una revisión autocrítica de la AMEDI. Las pagínas de etcétera están abiertas para cualquier intercambio.