Las encuestas son un método de recopilación de información a través de preguntas y reactivos que se hacen a una muestra de población específica. Como no se puede medir lo que ocurre en la totalidad población en general, esto se infiere a partir de lo que indica una parte de ella. Por medio de las encuestas tratamos de medir, entre otras cosas, percepciones, actitudes, convicciones, intenciones, deseos, temores, necesidades, orientaciones y aspiraciones.
Ante la avalancha de encuestas electorales, vale la pregunte: ¿Puede una misma muestra responder de manera contradictoria sobre el mismo asunto? La respuesta, sin duda alguna, es afirmativa. Solo basta cambiar un par de elementos de la propia encuesta –tales como el fraseo de las preguntas y el orden en el que se realizan– para conseguir el resultado que se desea o demostrar que la gente puede estar a favor y en contra a la vez sobre un asunto determinado.
Quizá quien mejor expresa lo anterior es Sir Humphrey Appleby, en el episodio “El discurso televisado” de la serie “Sí, Primer Ministro”, al solicitar una segunda encuesta a su secretario particular, Bernard Woolley, cuando éste le informa:
–Bueno, parece que el partido realizó una encuesta y la gente votó a favor de implantar el servicio militar obligatorio.
–Pues ordene que hagan otra en donde quede muy claro que están en contra de esa barbaridad.
–No pueden estar en contra y a favor a la vez.
–Claro que pueden. ¿Alguna vez le han hecho una encuesta?
–Sí, bueno, no a mí, a mí nunca. Ya sé lo que quiere decir.
–Planteemos un supuesto. Una guapa señorita se le aproxima. Usted desea darle una buena impresión, no quiere parecer un idiota, ¿o sí?
–Ah, no.
–Entonces empieza a hacerle preguntas. Señor Woolley, ¿le preocupa mucho el número de jóvenes que hay sin trabajo?
–Sí.
–¿Cree que ha habido un aumento de la criminalidad entre la juventud?
–Sí.
–¿Piensa que hace falta más disciplina en nuestros colegios?
–Sí.
–¿Y le parece que el pueblo aceptaría un poco de autoridad y mano dura?
–Sí.
–¿Está seguro de que eso es lo que quiere?
–Sí.
–¿Impondría usted de nuevo el servicio militar obligatorio?
–Oh, bueno, supongo que sí lo haría.
–¿Sí o no?
–Sí.
–¿Lo ha visto? Es muy fácil que la gente diga lo que queremos oír. Luego no mencionan las otras preguntas y publican solo la última.
–¿Eso es lo que suelen hacer?
–No, solo los que tienen buena reputación, pero hay muy pocos de esos por desgracia. Y si lo deseáramos, la señorita podría conseguir el resultado inverso.
–¿Cómo?
–Señor Woolley, ¿le preocupa el peligro de una guerra?
–Sí.
–¿Le parece una locura la carrera de armamento?
–Sí.
–¿Cree que es arriesgado darle armas a los jóvenes y enseñarles a matar?
–Sí.
–¿No opina que es totalmente injusto obligar a la gente a manejar armas?
–Sí.
–¿Es contrario a implantar el servicio militar obligatorio, Señor?
–Sí. ¡Oh!
–¿Qué le ha parecido, Bernard? Un perfecto ejemplo de lo que le dije. Ahora sólo tenemos que encargar una encuesta para el Ministerio de Defensa. Nuestra encuesta.
La serpiente, al recordar que con el fin que se vayan a utilizar los resultados se diseña el cuestionario, interrumpe su reflexión para atender una llamada de Massive Caller.
Autor
Profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM y director general de Comunicación Social del IFAI.
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