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Los medios mexicanos han vivido momentos memorables en los que valientes periodistas abrieron espacios y ganaron libertades al poder político y económico. El 2009 no será de esos. Lamentablemente, la crónica del papel del periodismo en este año electoral no será algo para presumir. Por el contrario, las historias que habría que reconstruir dan cuenta de logros poco dignos.
Así lo confirman, por ejemplo, las notas pagadas que cada noche aparecen en algunos noticiarios de televisión; espacios que en su momento dieron pasos muy importantes en la construcción de su credibilidad, y que hoy se muestran sin el menor pudor al servicio de algunos gobernantes con los que tienen acuerdos económicos y políticos. Esto se traduce en notas diarias dentro de los espacios informativos, que de manera evidente se muestran a la salida a cada corte comercial.
Ahí están, para quien las quiera ver, las voces institucionales, las plecas de color rojo bajo el nombre del gobernante y la toma en primer plano del funcionario en turno, que anuncian, venden su proyecto personal. Práctica que se volvió normal a pesar de la expresa prohibición fruto de la reforma electoral del uso de recursos públicos para la promoción personal de los gobernantes.
Pero este recurso no ha sido el único. De manera habitual, también es evidente la presencia de representantes de ciertos partidos políticos que de la noche a la mañana se convirtieron en los invitados más comunes de los espacios informativos, ya fuera para hablar de la nota del día o de su propuesta electoral; tendencia que muestra que están diluidos los límites entre las áreas informativas y comerciales.
Vicio que ha estado acompañado de otra práctica común pero intensificada de manera reciente: la declaracionitis, costumbre que muestra que son las palabras y no los hechos verificables los que determinan el valor de la información. Distorsión del ejercicio periodístico que hace que se le dé el mismo o más peso a lo que dice un actor, que a los que marcan los datos duros, lo que se ha traducido en un estímu-lo para la publicación de libros o entrevistas que marcan el desarrollo del debate, en la medida en la que refuerzan las ideas persistentes en diferentes públicos.
Es la teoría de la percepción selectiva en su expresión más evidente, en la que capítulos enteros son ignorados si van en contra de ciertos prejuicios o actores afines, mientras que otros son elevados al papel de sentencias judiciales. Con el agravante de que esta dinámica privilegia el periodismo de los comentarios sobre el de las consecuencias. Titulares, columnas políticas y mesas de debate son construidas en torno a frases que en la realidad son irrelevantes, carentes de cualquier efecto jurídico sea porque acusan seriamente o porque difaman y, en la mayoría de los casos, sólo sirven para alimentar la fogata semanal, destinada a apagarse pronto o a mantenerse viva sólo gracias a la sucesión de escándalos.
Frente a esta realidad del periodismo político, quizá el año 2009 logre dar la cara por otros de sus exponentes, el periodismo social, que ante al desafío de la influenza humana colocó a los hechos por encima de las especulaciones, y se enfocó en los datos frente a la rumorología que dominó el ciberespacio. Al menos en este caso, los periodistas demostraron por qué hacen falta profesionales de la información. Panorama muy distinto al que parece arrojar una buena parte de la cobertura del proceso electoral.
Aún quedan algunas semanas para ver si los medios nos ofrecen alguna grata sorpresa. Se antoja difícil. Las tendencias no son alentadoras y tal vez lo peor -ante la cercanía de las votaciones- esté por venir. Sólo nos quedará, al terminar el ciclo, pensar en qué tendríamos que hacer diferente para que esta historia no se vuelva a escribir en el año 2012.