Este texto se publicó originalmente el 30 de septiembre de 2016 y forma parte de la edición impresa de ese mes.
Nos sentamos en el borde de una jardinera, a un costado del Auditorio Nacional, como muchos de los chamacos veinteañeros que acudieron a aplaudirlo en el TagCMDX, en donde ofreció una conferencia. Ya habíamos buscado entrar, pero alguien nos detuvo: “Se tienen que formar en esa fila. Es para la plática de Humberto Ramos”. Sonrió. “Yo soy Humberto Ramos”, indicó afablemente.
“¿Qué tengo qué hacer?”. La encargada le explicó cómo registrarse. Cumplido el trámite, nos acomodamos y dispusimos a iniciar la entrevista en exclusiva para etcétera. En ese momento, una joven rubia se acercó. Estaba apenadísima de ver a su invitado sentado en la calle e indicó que podíamos pasar.
A Humberto Ramos, famoso a nivel internacional como dibujante de cómics, no le gusta presentarse como un artista, “Soy un artesano”, asegura. Con él, la plática fluye sencilla, no solo porque nos une una amistad larga y afectuosa, sino porque él es así.
Hace rato, en el escenario dijiste, “Yo soy un artista”. Quisiera saber: a ti, como artista, ¿hasta dónde te hace sentir realmente pleno y realizado el género “cómic”?
Ay… mira, si dije “artista”, me retracto, (risas). Lo dije sin querer. Aunque bueno, ése es el término con el cual nos llaman, pero yo nunca me he creído un artista. Quise decir “autor”, porque es el término más correcto.
Para llegar, en mi opinión, al nivel de artista, tendría que tener otras cualidades que no tengo, pero hacer lo que hago me satisface mucho porque sé que hago un producto, sé que soy un artesano en el mejor de los casos, y al final, eso para mí es suficientemente bueno. No necesito sentir que rompo el cielo con un pincelazo.
A los 12 años, Beto recitaba (sonrojado) “Los motivos del Lobo”—que le encantaba—frente a los compañeros de clase. Más de 30 años después, el comic star que es hoy interactúa fluidamente con auditorios de cientos de personas. Escucharlo es, en varios sentidos, una lección de vida. A Humberto le interesa, sobremanera destacar, por medio de su labor, no cómo dibujar, o cómo ser dibujante, sino algo más llano: “Si yo pude cumplir mis metas, cualquiera puede”. El secreto es trabajar, dice, porque el talento no basta.
Ramos defiende tenazmente la industria de la que forma parte, pero no la idealiza. Asegura que su fin su único fin es el entretenimiento. Seguramente algún profundo analista objetaría que el cómic norteamericano es en realidad un instrumento de penetración ideológica y colonialismo cultural. Beto no usa, tintas tan negras para pintar este fenómeno.
¿Qué es lo mejor de comunicar mediante el género cómic?
Yo siempre he creído que la primera, más importante y probablemente la única función de los cómics es divertir. Yo sé que hay cómics de divulgación, de intención social o de contenido político, pero yo creo que la esencia del medio es divertir y, por tanto para mí, lo más importante y lo único es eso.
Agrega que si el “cuento” logra distraer por breves minutos al lector de su realidad, llena de problemas, considera que su misión fundamental está cumplida.
Dentro de Marvel, Ramos ha prestado sus trazos para Avengers, X Men, Spectacular Spiderman y su favorito y entrañable Amazing Spiderman. Desde la primaria solía decir “Yo voy a dibujar al Hombre Araña”. Y así, a punta de lápiz, lo logró. Y por todo lo alto.
Asimismo, ha realizado algunos proyectos independientes (Fairy Quest y Revelations, entre ellos). A su parecer, el que un producto esté pensado “sólo” para divertir no le quita categoría, ni demerita en lo absoluto a la industria. Y fue tajante al respecto.
Hay sectores que consideran el cómic algo menor, algo menospreciable… Hay intelectuales que critican a quien lee cómics, los produce y los escribe. ¿Qué opinión te merecen estas personas?
No me merecen ninguna opinión. La verdad es que yo un día entendí que la inteligencia y la cultura son dos cosas diferentes. La gente que es culta cree que es inteligente y no necesariamente es así. Pongo un ejemplo: el ganador del Óscar, Alejandro González Iñárritu, tuvo a bien decir algo como que las películas de superhéroes son un “genocidio para la cultura”. Ésa me parece la opinión de una persona culta, pero no inteligente.
Si fuera un poquito inteligente se daría cuenta que las películas que él hace, que son “artísticas” y para un público “exquisito” y “selecto” y etcétera, y que ganan los premios del Óscar y tal, se pagan con el dinero que hacen las películas de superhéroes que él tanto desprecia.
Sin embargo, este tipo de actitudes no me preocupan, al final, lo que diga un intelectual, en ningún lugar, en ninguna columna o foro, por lo menos hasta el día de hoy, ha afectado la venta de cómics.
¿Qué tan saludable crees que se encuentre la creatividad dentro de la industria del cómic?
Los cómics son una fuerza creativa muy importante y justamente por el éxito que han tenido las películas de superhéroes, otros sectores de comunicación y entretenimiento han volteado a decir “Oye, sí está chido hacer una película de Batman, pero me gustaría hacer una película de terror o una película de misterio” y empiezan a ver que en esta industria, en este campo casi virgen que son las historietas, los cómics, hay todos esos temas y más.
Creo que creativamente estamos en un momento muy importante. Está padre que la gente empiece a darse cuenta que no solamente los monos con los calzones Con su arriba de los pantalones están en los cuentos, sino que hay historias para adultos, para niños, para niñas, y que pueden entretener a la gente sin necesidad de decir “Estoy leyendo literatura de segunda”. Creo que vamos bien en ese sentido.
Hay quien dice que los cómics no son lectura…
Los cómics no son libros, claro está. Pero no se contrapone, no estorba, de hecho estoy seguro de que la mayoría de la gente comenzó su camino a la lectura través de un cómic. Y es una especie de lectura… El nombre más académico de lo que hacemos nosotros es “narrativa gráfica”. Así, si tú hicieras a un lado el texto, en las solas imágenes hay una historia que se cuenta sin palabras. Ésa es la parte que nos diferencia de los libros. Allá son palabras que usan de apoyo una imagen. Aquí son dos lenguajes diferentes que se complementan y que son simultáneos.” Admite que su posición de dibujante de historietas no le da completa libertad creativa, pero que la restricción de ceñirse a un script resulta un desafío interesante. Ha probado escribir sus propias historias y la sensación le gusta. Pero no se atreve a emprenderla, como argumentista, con una historia de súper héroes.
A ti también te gusta contar historias propias… Sé que has escrito un par de obras que al mismo tiempo has traducido a imágenes.
Lo he hecho, me gusta. Es complicado y es divertido.
Me gusta esa sensación de yo poder crear cosas diferentes a las que mi trabajo me permite. Tengo personajes que son icónicos en la cultura popular y probablemente en la cultura en general del mundo. Y eso es muy emocionante. Pero de pronto poder contar esas historias chiquitas, con personajes chiquitos que yo he creado, eso también me emociona, porque estoy compartiendo un poquito de lo que soy.
Sentiría que estoy infringiendo un terreno que no conozco si pretendo escribir un cómic de superhéroes. Porque ya existen, crecí con ellos, trabajo en ellos, y soy totalmente incapaz de competir en esos universos, como autor, como argumentista. Y prefiero contar estas historias chiquitas con estos personajes míos”.
No obstante la popularidad de que goza, entre sus colegas uno que otro le ha criticado por no trabajar para México, pero difícilmente hubiera alcanzado esa proyección de no haberse colocado en una empresa estadounidense. ¿Sería el mismo Ramos?
¿Cómo evalúas la industria del cómic en México? ¿Se puede decir que existe?
No podría decir que existe en México una industria del cómic. Hay un movimiento y casi todos son esfuerzos independientes de gente que tiene una voz y una necesidad de decir algo, pero no hay apoyos. La inversión para generar una industria, para mantener el talento, para pagarle al talento es mucha. Siempre será mucho más sencillo pagar una licencia y una regalía a una empresa que fomentar, pagar, cuidar, proteger y supervisar al talento.
Hay algunas empresas que hacen cómic, pero ninguna a nivel masivo, y las grandes, las importantes, son licenciatarios… se publican aquí, se producen aquí, se traducen aquí. La parte más fuerte, además de la transportación, es la traducción y la adaptación para el mercado mexicano, pero no hay una producción como tal.”
Al finalizar la entrevista, ya algo cansado, Ramos tuvo siempre la disposición de atender a cada amigo, colega, fan y periodista que se le acercó. Después de cada foto concedida a algún admirador, se despedía de él o ella con una profunda reverencia. Esta calidad humana se puso de manifiesto también con quien esto escribe, cuando nos despedimos. “Muchas gracias por acompañarme”, me dijo. “Me siento muy agradecido”.
Querido Beto, la agradecida soy yo.