La temporada informativ a es generosa con el público. Con temas sensibles como la llamada Ley Televisa en pantalla, los consumidores de medios hemos podido ver con inusual claridad la agenda que rige las decisiones periodísticas. Televisa, por ejemplo, fijó su postura, no sólo con las notas sino con la presentación de comunicados; Televisión Azteca fue clara en sus filias y fobias, y medios como Reforma, El Universal o Milenio, dejaron ver a través de su cobertura, incluidos espacios editoriales, su posición sobre los fallos de la Suprema Corte (SCJN).
Lo anterior constituye una buena noticia para la ciudadanía que tiene la oportunidad de educar sus sentidos para tratar con la prensa. Luego de este ejercicio, por ejemplo, los espectadores de Televisa deberían ser capaces de entender por qué Joaquín López-Dóriga puede presentar en el noticiero estelar una nota sobre la forma en que una familia amaneció millonaria luego de haber ganado en un sorteo; juego organizado, por supuesto, por una de las empresas hermanas de la televisora.
Criterio que también debería aplicarse al momento de tratar con los informativos de Televisión Azteca, después de ver el comercial en el que Grupo Salinas celebra sus 100 años de vida; spot en el que firman todas las empresas del grupo y que ofrece a la audiencia un recuento de los sectores en los que la televisora podría tener conflictos de interés a la hora de cubrirlos, y que van desde la banca hasta la telefonía celular.
Que las empresas mediáticas tengan agendas propias no es ninguna novedad. Lo atípico es que los ciudadanos puedan conocer sus otros intereses de forma transparente. Llama también la atención lo que ocurre con Cadena Tres, el canal de televisión de Grupo Empresarial Ángeles, que en sus primeras emisiones ha incluido los comerciales de otras empresas del consorcio. Basta una mirada informada para entender que la difusión de los mensajes de Hoteles Camino Real, Hospitales Ángeles o el banco Multiva, es tanto una promoción como un desfile de los otros nichos de mercado atendidos por la compañía.
Para muchos sería deseable que las empresas de medios se mantuvieran al margen de otros negocios que pudieran representar un conflicto al momento de presentar la información; sin embargo, ésa es sólo una expresión de buena fe pues incluso aquellas que no tienen interés en otros mercados, también participan en juegos de poder al tener relación con socios, anunciantes y fuentes como han señalado, entre otros, Noam Chomsky.
Frente a esta realidad lo deseable es avanzar en la educación del público. Por un lado, al hacer cada vez más transparentes los criterios con los que se procesan las noticias; por el otro, al enseñar a los consumidores a cruzar los contenidos de los medios con sus otras agendas. Proceso que deberíamos ampliar al resto de los actores que participan en la esfera pública, y que a través de los medios, buscan moldear las percepciones de la opinión pública.
Como ejemplo, ahí están las portadas de los semanarios Milenio y Proceso del pasado 10 de junio, en las que publicaron la misma fotografía en la que dos niños sostenían un cartel que decía “Qué triste confiarle mi vida a los militares”. Si bien resulta impensable señalar otro criterio que no sea el periodístico para la selección de esa imagen, no podría decir lo mismo de quien pensó el cartel que dio pie a los reportajes de portada, en un momento en el que existe un intenso debate sobre la participación del ejército mexicano en el combate al narcotráfico.
Aprender de las coberturas y fortalecer nuestra capacidad como público es una tarea que debemos cumplir en este tiempo, por lo demás generoso con los consumidores críticos.