¿Qué planteamientos del CEU pudieran tener vigencia?
En primer lugar, una gran deuda, el lastre autoritario de la UNAM, el que a 70 años de la aprobación de su ley orgánica, siga siendo imposible transformar los mecanismos de nombramiento de autoridades y de las formas de toma de decisiones dentro de la Universidad. Y que los sectores conservadores tengan todavía la temeridad de sostener que este es un espacio en el cual no tienen cabida los procesos de democratización que ha tenido el país. Incluso, quienes han sido promotores de procesos como la transparencia y la rendición de cuentas fuera de la Universidad, se atrevan a decir dentro de la UNAM que esos procesos no aplican. Entonces creo que el plantea miento de la importancia de democratizar a la Universidad está ahí y como una tarea inconclusa.
Por otro lado las propuestas de gratuidad, de incrementar el acceso de estudiantes a la Universidad que se han venido desarrollando, muestran la vigencia de esos planteamientos. La matrícula ha crecido en casi 50 mil estudiantes en los últimos 15 años, ¡esa era una demanda nuestra! Que la UNAM abriera sus puertas a más jóvenes, y sigue siendo una demanda de los estudiantes legítima. Y creo que los reclamos de una transformación de la cultura política del país que parecía que había tenido ciertos avances con los cambios de partido en la Presidencia, hoy en las condiciones de un México violento en donde no se respetan los derechos humanos, lleno de desaparecidos y asesinados, nos muestra que desgraciadamente, sigue siendo fundamental. Una democratización profunda por el fin de la impunidad, por la erradicación de las formas priístas de gobernar, por la vinculación entre el poder y el crimen organizado: elementos que fueron el contexto en el que se desarrolló el movimiento y que siguen siendo clave de la lucha política en el país.
¿Cómo fue la experiencia del CEU con los medios?
Los medios de comunicación eran espacios muy cerrados. Se editaban los periódicos tradicionales como Novedades, Excélsior o El Universal. Unomásuno ya estaba en proceso de descomposición y La Jornada empezaba a establecerse. Éste último fue fundamental. Por lo menos hubo un medio escrito donde pudimos exponer los planteamientos del CEU a la sociedad; también fue un vehículo de comunicación entre los universitarios.
Nos planteamos abrir espacios en los medios. En lugar de correr a los reporteros de Televisa, los incitamos a que nos entrevistaran, a que se abrieran la televisión y la radio. Eso tuvo un éxito limitado pero importante. En Contrapunto Lolita Ayala decidió confrontar a tres estudiantes –Carlos Imaz, Antonio Santos y a mí con representantes de las autoridades –José Sarukhán, coordinador de la Investigación Científica; Miguel José Yacamán, director del Instituto de Física, y el director de planeación, Mario Ruiz Massieu, de triste memoria. Ahí nos dimos cuenta de la fuerza de la razón; además de una ventaja que en algún momento señaló Carlos Monsiváis: la costumbre de debatir públicamente y de argumentar nuestras posiciones, frente a autoridades que no tenían esa práctica.
Logramos que se abrieran oportunidades en programas como el de Jorge Saldaña y en Para gente grande de Ricardo Rocha en el que participamos tres veces. Era un programa con un rating brutal. Ahí debatimos con estudiantes de Voz Universitaria, grupo al que pertenecía el actual secretario del Trabajo, Alfonso Navarrete Prida (no recuerdo si estuvo en el programa), no tenían capacidad argumentativa. Fue una paliza.
Había una comisión de prensa, que hacía un trabajo efectivo. Fue tan intensa la relación con los periodistas que independientemente de la línea editorial de sus medios, se fue generando en ellos simpatía al grado de que de manera informal se referían a sí mismos como Consejo Reporteril Universitario (CRU) en el que participaban Néstor Martínez Cristo de Unomasuno, hoy director de Comunicación Social de la UNAM; Elena Gallegos, de El Sol de México quien luego pasó a La Jornada, Manuel Meneses de La Jornada e Ismael Romero de El Universal.
Quizá el movimiento fue uno de los primeros en plantearse la relación con los medios como un tema central y en lugar de verlos como herramientas del enemigo, los entendimos como espacios de la disputa política. Había que ir a pelear el espacio y no aceptar que estaban contra nuestra de por sí. Eso, me parece, fue una clave del éxito que tuvo el movimiento estudiantil.
¿En qué ayuda la experiencia del CEU a las actuales militancias en el país, pensemos en la CNTE, por ejemplo?
Se puede retomar lo que es conveniente. Pero hay que tener cuidado de que no se convierta en el recetario del abuelo en donde alguien diga que las cosas tendrían que hacerse como en algún momento lo hizo el CEU; las condiciones políticas son diferentes. Además, el sector magisterial del país es muy distinto a los movimientos universitarios en las condiciones en las que realizan sus acciones, en la enorme exposición que tienen frente a las posibilidades de la violencia estatal. En los riesgos que corren, se juegan el empleo y su futuro de vida.