Creo que este artículo –esta especie de Lego autorreferencial– es importante justo ahora, con todas sus piezas, y que no puede ser publicado sino en etcétera, donde hablamos de medios con seriedad, sin rebatingas entre pares dispares.
Hace un par de años, cierto señor Gatica de la Universidad de Salamanca, según dijo, me pidió ejemplos de literatura creada íntegramente en Tuíter y –es lo que me importa ahora– una “poética personal”. Lo primero fue difícil, pues uso Tuíter, entre otras cosas, como plataforma de creación literaria, lo que me obligó a seleccionar y editar. No he vuelto a tener noticia del tal señor, él sabrá si sólo estaba recolectando material para un gran plagio. Lo segundo fue fácil, unas cuantas líneas, las siguientes:
“El escritor no tiene una poética. Tiene técnica, recursos, bagaje cultural, amplitud de vocabulario, todos estos instrumentos necesarios para lograr que los asombros cotidianos, la poesía del entorno, se conviertan en expresión estética.
“Aunque suene manido, el escritor es un cazador de asombros. Eso implica una forma de ser, haber vivido o aprendido a vivir con los sentidos en estado de alerta para los secretos de lo que todos vemos y pocos percibimos. Así, uno va de hallazgo en hallazgo buscando en la mente la palabra, la frase, la ficción que puede develar en forma escrita un mundo sólo asequible para uno.
“El escritor es siempre un mentiroso que nos ofrece realidades deformadas, fracturadas y reconstruidas por el esmero, por la espalda que duele y los ojos que se nublan, por la migraña necesaria. “Uno va por el mundo y a sus detalles mínimos les hace siempre las mismas preguntas: ¿Qué quieres, cómo quieres ser, qué debo hacer por ti? Porque escribir es un deber cuando se tienen el asombro y la técnica, del mismo modo que es un deber olvidarse de la pluma cuando no hay técnica ni asombro sino mero deseo de escribir.
“No hay más poética que la oferta del mundo cribada por el lenguaje, glorificada por la buena maña de la bestia incansable que se deja la vida ante libros y páginas en blanco que poco a poco se pueblan y son nuevos asombros”.
Hace un año, la Coordinación Nacional de Literatura del INBA y la Secretaría de Cultura, es decir, Mauricio Montiel Figueiras y Rafael Tovar y de Teresa, realizaron –con auténtica visión intelectual, abarcante y de futuro– el Primer Festival de Escritura Digital. Algunos días intensos en que participamos muchos escritores, analistas e intelectuales sin sesgos de grupos o –como les gusta decir a los marginados– sin mafias ni privilegiados. Esto es, participó gente tan variopinta como Alberto Ruy Sánchez, Ana Luelmo, Alberto Chimal, Benito Taibo, Merlina Acevedo, Armando González Torres, Cristina Rivera Garza o Héctor de Mauleón. Los resultados fueron más que destacables: se hizo creación colectiva, hubo discusión de alto nivel y también trabajo con niños.
Me tocó hablar de narrativa en el evento con el que se cerró el festival. Antes me entrevistó alguien, no recuerdo de qué medio. Enseguida copio la entrevista que no fue publicada, lo que considero grosero y estúpido:
A modo de introducción, ¿podría hablarme sobre la charla Hacer literatura en Twitter: esa es la cuestión? Es la que cierra el Festival, por tanto debemos sacar conclusiones y tender cables a futuro. En tal sentido, espero que esa charla en que me toca participar sea, no el epílogo de este primer festival, sino el prólogo del siguiente.
¿Usted cree que ha cambiado la forma de hacer literatura debido al empleo de nuevas plataformas digitales?
No. Es demasiado pronto. Me preocuparía que habláramos de algo consumado. Los escritores no se adaptan con facilidad a las nuevas plataformas porque es como si dejaran vicios o adicciones, sólo los más valientes han (o hemos) tenido el arrojo de ir inventando sobre la marcha esa nueva literatura posible y en pocos casos ya madura.
A su forma de ver, ¿cuáles serían las problemáticas o los beneficios que las nuevas tecnologías traen al quehacer literario?
Todo es beneficio, cualquier novedad, cualquier invento es bueno si cae en las manos correctas. Supongo que para algunos será imposible ceñirse a 140 caracteres, para ellos ahí hay lo que pomposamente se llama “un espacio de oportunidad”, es decir –sin corrección política–, una zona para desazolvar encéfalos enmohecidos y sacarlos del confort en que nos tienen los mercados y el ridículo afán de trascendencia, porque eso es lo que hay:pánico a la fugacidad, pánico a sólo conseguir una gran obra, que ésta no rebase los 140 caracteres y que sólo esté en el TL durante unos cuantos minutos o segundos, según la hora.
¿Tiene algún mensaje para el público interesado en asistir a esta actividad?
Que antes de opinar se entere. Es un mensaje a todo el género humano en todos los casos. Nadie hará caso, ya sabemos que “es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”.
Antes del evento, escribí una serie de tuits como guía de reflexión sobre el asunto:
1. Muchos fotógrafos siguen pensando que el uso de filtros y software, de color inclusive, devalúa el arte fotográfico.
2. Muchos escritores siguen convencidos de que la literatura se divide en géneros centenarios que debemos respetar a rajatabla.
3. Mucha gente sigue creyendo que las redes sociales solo sirven para estrechar lazos y entretenerse con frivolidades.
4. Muchos grandes pensadores y estetas siguen sin comprender que no comprenden el arte conceptual, y lo desprecian a la ligera.
5. Muchos creadores de todas las artes piensan como viejos por miedo a la fugacidad de estos tiempos vertiginosos.
–Los idiotas que creen que uno se la pasa en Tuíter sin saber que hay gente que puede estar en Tuíter sin estar en él, ése es el punto.
–El goce de la lectura y el de la escritura van paralelos y se retroalimentan hasta fundirse.
–No se me invitó a hablar de temas universales sino de escritura digital, concretamente en Tuíter. A eso me voy a referir. Hay dos formas de hacerlo.
–Dos formas: Una historia completa en 140 c. o una secuencia, que puede ser tan larga como una novela de cápsulas atómicas de 140 c., cada uno significante por sí mismo, completo.
Por ejemplo, un cuento en 10 tw:
1. Ambiente
2. Atmósfera
3. Personaje 1
4. Personaje 2
5. Situación
6. Distractor
7. Nudo
8. Cierre del distractor
9. Ruta de desenlace
10. Giro sorpresa: vuelta de tuerca.
Cada uno de ellos puede y debe ser una pieza literaria valiosa.
–Escribir en Tw recuerda los moldes de Georges Perec y Oulipo, grupo fundado en París en noviembre de 1960 por el escritor Raymond Queneau y el matemático François Le Lionnais con la idea de salvar una literatura agonizante por su falta de límites, su divagación y su facilidad; idea de las limitaciones formales como impulso y principio creativo, jugar a meterse a un laberinto y después salir de él: por ejemplo, mimeógrafo o manual de funcionamiento empresarial.
–Hacerlo ayuda de dos formas, por lo menos:
1. Desarrollar la mejor escritura, que es la que se basta con las palabras justas y necesarias.
2. Aprender a escribir, porque sobran (estorban) las florituras, los epítetos y adjetivos, adverbios y datos irrelevantes.
–Condición: Necesidad de curar/editar en las iniciativas de grupo (It est #Jueverotic vs #LitPerdida).
–En esas iniciativas: Poca participación por miedo al público. En Tw intuyes quiénes son tus lectores y, sobre todo, no hay esa relectura, tiempo para pensar, corregir, etc. No hay tiempo ni espacio para una certeza confortable.
–Si encaramos la plataforma con los estilos, al menos dos escritores serían exiliados. Dos genios: Faulkner, por las palabras largas de las que le acusó Hemingway y Góngora, con sus palabras que ni el poeta entiende según dijeran tanto Lope como Quevedo, aunque, por supuesto, Góngora y Faulkner se las habrían arreglado y lo habrían hecho, porque fueron creadores que se atrevieron a terrenos poco explorados, por no decir que vírgenes. Es decir, Faulkner y Góngora no tendrían cabida, pero ellos se meterían. Hasta ahí las notas. ¿Por qué este artículo al que califico de imperativo y apremiante? Es, sí, un llamado, a funcionarios y particulares. Porque hay que seguir discutiendo el asunto y dar continuidad a iniciativas que no forman parte de la tendencia nostálgica y funeraria de la cultura nacional.
*Murales del artista iHeart