febrero 23, 2025

Los medios administran el temor en las audiencias

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Entre las variantes de las faltas de ética en los medios podemos clasificar la intención, consciente o no, de crear incertidumbre, temor y hasta miedo en las audiencias. Aquí un ejemplo antiguo para señalar lo veleidoso que pueden ser algunos medios. En marzo de 1815 Napoleón Bonaparte escapó de la isla de Elba y se dirigió a Francia. El periódico oficia l Le Moniteur publicó sobre el asunto:

• 7 de marzo. “El ogro de Córcega acaba de desembarcar en el Golfo Jouan”.

• 8 de marzo. “El tigre ha llegado a Gap”.

• 9 de marzo. “El monstruo ha pasado la noche en Grenoble”.

• 12 de marzo. “El tirano ha pasado por Lyon”.

• 16 de marzo. “El usurpador se halla a cuarenta leguas de la capital”.

• 17 de marzo. “Bonaparte avanza a grandes pasos, pero no entrará jamás en Paris”.

• 19 de marzo. “Napoleón estará mañana al pie de nuestras murallas”.

• 20 de marzo. “El Emperador ha llegado a Fontainebleau”.

• 21 de marzo. “Su Majestad Imperial ha hecho su entrada en el día de ayer al castillo de las Tullerías, en medio de sus fieles súbditos”.

¿Por qué Le Moniteur “alertaba” de esa manera? ¿Era que Napoleón tenía planeado degollar o fusilar a los ciudadanos franceses? Por supuesto que no; el poder no se obtiene asesinando al pueblo. Independientemente de la evidencia sobre cómo puede cambiar la visión de un medio sobre una misma persona en tres semanas, podemos percatarnos de que, al publicar el periplo del Gran Corso, con esos epítetos, era para asustar al pueblo, para provocar incertidumbre, temor, animadversión e impedir su adhesión a la expedición de Bonaparte, ya que los franceses rechazaban la restauración borbónica.

Dos siglos después no ha variado mucho la actitud de ciertos medios. Uno enciende el televisor (o accede a otro medio) y puede ver que lo primero que destaca el conductor es el número de muertos y el grave daño de un desastre natural; los muertos de una guerra; así como atentados terroristas muy lejanos; virus letales y epidemias sin cura en África; la muerte trágica de un famoso, que para muchos, apenas será conocido ahora; y sobre el propio país, el incremento de asesinatos, violaciones y robos… creando, en la mayoría de los casos, temores sin fundamento.

Otro ejemplo creador de incertidumbre o temor fue un titular que se repitió durante meses: “¡Otro gasolinazo!”; a pesar de que, en muchas ocasiones, las gasolinas aumentaron dos centavos o poco más. Nada comparado con el 20% en que subió el primero de enero de este año: un verdadero gasolinazo.

De tal manera traspasa en la conciencia colectiva la cultura del riesgo, que es probable que haya influido en los hacedores de imagen del PAN para un infortunado spot, en un intento por explotar ese miedo ciudadano, en vista de las elecciones del Estado de México, donde un asaltante de autobuses es el protagonista.

Administración mediática del miedo, le llaman algunos o el discurso de la incertidumbre, doctrina del shock o política del miedo…

Para el doctor en Estudios Latinoamericanos de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, Claudio Salinas Muñoz los medios amplifican el miedo. En un artículo publicado en septiembre de 2014, titulado “La administración mediática del miedo o cómo restauramos el orden” (a propósito de un bombazo en el metro de Santiago de Chile), se pregunta: “¿Se puede construir otra realidad distinta al mundo en caos contorneado?” Y agrega:

“La respuesta tiene varias capas de resolución: la primera, se explica por las mismas prácticas periodísticas que han tenido lugar, por lo menos, los últimos cuarenta años: se han naturalizado unos modos de acercarse a la realidad, cuando se entrevistan a las mismas fuentes oficiales (con un mínimo de esfuerzo, por cierto), cuando se anteponen y se despliegan en los medios una batería inagotable y repetitiva de prejuicios ramplones. Se reemplaza la investigación de los hechos por la prefiguración de un mundo asediado por una genérica ‘barbarie terrorista’. Lo que importa no es esclarecer los sucesos, ni menos poner en perspectiva los problemas sociales: lo que hay que hacer es probar que el mundo se cae a pedazos y, para eso, las prácticas mediáticas, como un recetario que conjura su incertidumbre, dosifican la historia, la dan por entregas, haciendo entrar y salir personajes, acciones y, sobre todo, culpabilidades”.

Salinas Muñoz indica que eso ocurre en contextos de concentración económica de los medios en que se acrecienta, ya sea por motivos ideológicos o económicos (o ambos), la presentación de la realidad de una sola dimensión; agrega que pareciera que no hay lugar para una cobertura “que apele al razonamiento de las audiencias y que mitigue la histeria social”.

El especialista explica que lo que llama “administración mediática del miedo”, es un periodismo “que focaliza sus rutinas en la creación, valoración y ampliación de las incertidumbres sociales”. Eso supone un trabajo sistemático, “repetitivo y acrítico de las formas, herramientas y estrategias con las que se confeccionan los diseños noticiosos y se despliegan los discursos. Tal administración no sólo implica ‘cultivar’ e ‘inocular’ (como señalan algunas teorías funcionalistas en comunicación) formas preferentes y temerosas de ver la sociedad y las relaciones que entablan los sujetos (con la sospecha permanente de ‘los otros’), sino también promover y santificar un mundo que se cae a pedazos”.

Dije al principio, que la intención de crear incertidumbre podría ser consciente o no. Para algunos analistas como Pascual Serrano e Ignacio Ramonet los medios están muy conscientes de ello porque protegen poderes políticos o económicos; por ejemplo, se podría considerar que hubo una intención de producir temor social después del atentado a las torres del World Trade Center, que quiso ocultar al pueblo estadounidense (y al mundo) la intervención de EU en Iraq y Afganistán.

Por otro lado, también debe considerarse que el provocar incertidumbre está en una de las raíces del periodismo: fomentar el morbo en los lectores. El pánico ante una catástrofe o una tragedia en general, vende. Es notable que los medios sensacionalistas o amarillitas sean los más leídos. Es decir, no necesariamente esos medios están coludidos con poderes de algún tipo para practicar esa creación de incertidumbre o temor en las audiencias, sino como práctica perniciosa del periodismo no ético.

Otros estudiosos, como la maestra en Comunicación y doctora en Estudios Latinoamericanos por la UNAM, Delia Crovi Druetta y el doctor en Ciencias de la Comunicación por la Complutense, Carlos Lozano Ascensio, reflexionan que los medios —considerados “constructores por excelencia de la realidad de estos tiempos”— con ese tipo de información (catástrofes, inseguridad, riesgos), vulneran a la sociedad y contribuyen socialmente a construir “un discurso esencial de incertidumbre” que “prontamente se convierte en inseguridad y miedo”, como afirman en su libro La faena de lo incierto. Medios de comunicación e incertidumbre.

De esa manera, señalan los autores, se provoca que los ciudadanos perciban y definan la realidad social a partir de preocupaciones vinculadas con esa incertidumbre. Lo que alimenta a generar una cultura de inseguridad y temor. La duda existe en la ausencia de conocimiento, y ese clima de incertidumbre se crea en las audiencias porque los medios “facilitan la acumulación de mensajes cuyo contenido es reiterativo, descontextualizado y no propone soluciones, respuestas o explicaciones sobre las situaciones de riesgo que presentan”.

Así se acostumbra a las audiencias más a identificar fenómenos capaces de generar riesgos “e incluso de producir miedo, que a saber comprenderlos”. Los medios delimitan en sus mensajes, como elemento central, la situación de incertidumbre, sin dar importancia “a las causas iniciales, desencadenantes, afectaciones inmediatas, por lo que inducen a los receptores a identificar sólo los aspectos más llamativos y dolorosos de las situaciones en riesgo, lo que contribuye a aumentar su propia sensación de inseguridad e incertidumbre”.

Entonces, sólo se puede salir de la incertidumbre cuando se conoce la solución o el desenlace. “Así, sólo aquel que es capaz de acumular y procesar información para explicarse lo que sucede a su alrededor puede saber lo que tiene que hacer para conseguir sus objetivos de supervivencia”.

Pero ese conocimiento no lo están generando los medios. Lo que sí hacen, señalan los autores, “cada vez con más frecuencia, los medios de comunicación tienden a crear certeza, a veces injustificada o falsa, en lugar de dar explicaciones. Los medios son entonces no sólo fuente de incertidumbre, son también fuente de certeza sobre ciertas construcciones simbólicas que responden a sus intereses o a las de sus fuentes”.

Con la avalancha de contenidos en la Red y ante la falta de análisis de la mayoría de las audiencias, esta incertidumbre crece de manera desmesurada.

Los expertos concluyen que no se perciben cambios en la actuación de los medios en general, por lo que, “lejos de ver al volumen de información como una salida a la duda, sería posible afirmar que a mayor información, mayor incertidumbre, la cual se despliega en dos escenarios: aquel que incita a la creación de nuevo conocimiento científico y el que puede conducir a la parálisis o la creación de espirales del silencio entre los ciudadanos por la incapacidad de tomar decisiones ante diferentes argumentaciones”.

Los autores se preguntan: ¿Quién pone orden a este caos informativo?, ¿los medios, como “mediadores”, depositando la carga de formar opinión en sus líderes? Pero se responden en que este no parece ser el camino, “sino en el de la formación de receptores críticos, proceso ligado fuertemente con el capital cultural de los ciudadanos y, por lo tanto, de la educación”.

 

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