El 4 de octubre de 1957, la Unión Soviética puso el primer satélite artificial en la órbita terrestre. Un mes más tarde, el 3 de noviembre, fue lanzado el segundo Sputnik con la célebre perra Laika a bordo. El programa Sputnik, que concluyó en 1961 tras colocar en órbita diez artefactos similares, inauguró la carrera espacial, la cual, en plena guerra fría, obedecía sobre todo a la competencia entre Estados Unidos y la URSS, exacerbando la rivalidad estratégica entre ambos. A mediados de la década de los 40, tanto Washington como Moscú se propusieron recuperar la valiosa experiencia de los alemanes en el desarrollo de cohetes, que a la postre sería la base para crear tecnología de satélites. Ciertamente, el impulso a la conquista del espacio partió de consideraciones militares, que, si bien se mantienen hasta ahora, rivalizan con las necesidades comerciales y de comunicación de un planeta muy globalizado. En el momento actual se estima que el 60% de todas las “lunas” artificiales de la Tierra, corresponde a satélites de comunicaciones.
Un satélite es un cuerpo que gira alrededor de otro. La Tierra posee un satélite natural, la Luna. Marte cuenta con dos, Fobos y Deimos. En el caso de Júpiter, además de los cuatro satélites descubierto en 1610 por Galileo Galilei (Ío, Europa, Ganímedes y Calisto), gracias a las sondas espaciales enviadas en décadas recientes y también a las observaciones hechas desde la Tierra con telescopios cada vez más sofisticados, se sabe que el número de satélites de Júpiter llega a 63.
Delia Crovi Druetta explica que los satélites son “retransmisores o repetidores de señales de audio y video que reciben y emiten información desde lugares remotos, uniendo con ello puntos geográficamente distantes. Su infraestructura técnica les permite conectarse con sistemas de televisión por cable, redes de microondas, sistemas de telefonía, radio, televisión abierta, etcétera, lo cual implica sus posibilidades retransmisoras (…) Los satélites poseen (…) un dispositivo telemétrico (de medición a distancia) por medio del cual se envían los datos de su funcionamiento a una estación terrestre mediante una frecuencia especial (frecuencia telemétrica)”.1
Ahora bien, ¿qué utilidad tienen los satélites? En el caso de la Luna, independientemente de todas las leyendas y mitos que ha generado, amén de que se le responsabiliza de las mareas y se le considera como un escudo natural contra las lluvias de meteoritos que golpean a otros planetas del sistema solar, ahora se sabe que cumple funciones vitales para el mantenimiento de la vida en la Tierra, puesto que gracias a ella, el planeta azul ha conservado un ángulo de inclinación relativamente estable, y con ello se han evitado abruptos cambios en el clima que habrían terminado con la vida o que, por lo menos, habrían retardado su surgimiento. Tal vez sin la Luna, la vida en la Tierra habría sido posible. Sin embargo, se reconoce que el planeta azul sería un lugar menos acogedor para la humanidad. Y ¿qué hay de los satélites artificiales? En el momento actual existen unos 900 satélites activos, a los que hay que sumar otros 8 mil objetos que van desde satélites inactivos/descompuestos, hasta fragmentos de vehículos, o bien lo que ha dado en llamarse “basura espacial”.
El propósito fundamental de los satélites es comunicar, y gracias a ellos es posible recibir señales de televisión, radio, teléfono, amén de la información generada en torno al clima y el medio ambiente en general, y, claro está, sobre el espacio. En el terreno militar proporcionan información sensible sobre las actividades del enemigo, incluyendo la ubicación de sus tropas y armamento; las condiciones climatológicas, a fin de ayudar a decidir cuándo es más adecuado atacar; además de la intercepción de comunicaciones y otras tareas estratégicas en el terreno de la seguridad.
Tipos de satélites
Existen distintos tipos de satélites. Según sus órbitas, los satélites pueden ser geoestacionarios -se les llama así porque vistos desde la Tierra parecería como si no se movieran, dado que su período orbital coincide exactamente con el de la rotación del planeta azul-, que orbitan sobre la línea del Ecuador y se encuentran a unos 36 mil kilómetros de altura, siendo empleados en la transmisión de video, datos y voz; y los satélites no geoestacionarios, que se subdividen en los de órbita
terrestre media y los de órbita terrestre baja, que tienen una velocidad de rotación más rápida que la terrestre y son particularmente útiles para la telefonía. En el caso de los satélites geoestacionarios, es posible mantener el contacto con ellos siempre a través de antenas fijas, toda vez que su orientación no cambia. De hecho, los primeros satélites tenían el problema de que al no coincidir su órbita con la rotación de la Tierra sobre su eje, era muy difícil decidir la orientación de las antenas, toda vez que cuando el satélite desaparecía en el horizonte, las comunicaciones se interrumpían. Ahora bien, en función de sus aplicaciones, los satélites pueden ser científicos, de comunicaciones, meteorológicos, de navegación, de teledetección y militares. Los satélites científicos son los pioneros de la exploración espacial, dado que se consideraba fundamental conocer el funcionamiento de un objeto que girara repetidas veces alrededor de la Tierra. Asimismo, este tipo de satélites permitía la obtención de información sobre las condiciones atmosféricas y del espacio exterior, de cara a la realización de viajes tripulados un poco después (el 12 de abril de 1961, Yuri Gagarin se convertiría en el primer ser humano en viajar al espacio a bordo de la nave soviética Vostok 1).
Los satélites de comunicaciones son, posiblemente, los más socorridos, además de los más rentables. Los servicios de radio, televisión, telefonía, y, en general, las transmisiones, hacen de los satélites de comunicaciones una herramienta cada vez más indispensable en la vida cotidiana de las sociedades. Por su parte, los satélites meteorológicos se abocan a la observación de la atmósfera, reuniendo información acerca de diversos fenómenos como los huracanes, los frentes fríos, la presión, la distribución del vapor de agua, etcétera, contribuyen y así, a anticipar y/o mitigar sus efectos en las sociedades.
En cuanto a los satélites de navegación, que inicialmente se emplearon con fines militares, a fin de monitorear la ruta de misiles, submarinos, bombarderos, tropas, etcétera, hoy están al alcance del común de las personas como sistemas de posicionamiento global (o GPS, por sus siglas en inglés), mediante el cual se puede ubicar un lugar u objeto con exactitud. Los satélites abocados a estas tareas usan frecuencias bajas y medias abiertas al público, por lo que proliferan, en la actualidad, los receptores comerciales.
Los satélites de teledetección observan el planeta mediante sensores multiespectrales, esto es que pueden captar diferentes frecuencias o “colores”, lo que posibilita ubicar recursos naturales, vigilar las condiciones de salud de los cultivos, el grado de deforestación, la evolución de incendios forestales, el avance de la contaminación en los mares -por ejemplo, los derrames petroleros y otras calamidades-, etcétera.
Por último, los satélites militares, como su nombre lo indica, cumplen funciones defensivas, de alerta ante posibles ataques, de ubicación de tropas, de identificación de sistemas de armamento, y de intercepción de comunicaciones, con vistas a derrotar al adversario. El avance tecnológico al servicio de la seguridad nacional en materia satelital, permite identificar e interceptar señales de inteligencia (SIGINT), como ocurrió (y aparentemente sigue ocurriendo), por ejemplo, con la afamada red ECHELON, misma que, se presume, se empleó en la guerra fría para monitorear las comunicaciones militares y diplomáticas de la Unión Soviética y su zona de influencia, por parte de Estados Unidos y un grupo de aliados anglo-sajones (Canadá, Australia, Gran Bretaña, y Nueva Zelanda), y que tras los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, se estima, permite el rastreo de las comunicaciones de terroristas, traficantes de estupefacientes, y otros criminales.
Satélites en órbita
En 2008, alrededor de 846 satélites artificiales orbitaban la Tierra. De ellos, 431 eran estadounidenses, en tanto Rusia apenas poseía 90. El top 10 de los países con más satélites queda conformado entonces, de la siguiente manera: Estados Unidos, 431; Rusia, 90; Japón, 37; RP China, 36; India, 18; Luxemburgo, 12; Francia, 10; Agencia Espacial Europea (AEE), 10; Canadá, 10; y Reino Unido, 9. Al 1 de julio de 2010, poco habían cambiado estas cifras pues Estados Unidos ya contaba con 438 artefactos, Rusia con 97, y la RP China con 60. Como se ve, el dominio de Estados Unidos sigue siendo abrumador, con todo y que los chinos, en tan sólo dos años, incrementaron su inventario en un 60% 2 (ver cuadro anexo).
En América Latina sólo cuatro países poseen satélites, a saber: Brasil (9), Argentina (7),3 México (3),4 Venezuela (1),5 y próximamente Colombia6 y Bolivia contarán con estos artefactos (en el caso colombiano, su primer satélite, del proyecto SATCOL, sería puesto en órbita en 2012 o 2013,7 en tanto en el caso de Bolivia, luego del acuerdo firmado con el gobierno de la RP China y las autoridades de la Unión Internacional de Telecomunicaciones, su satélite será lanzado en 2013).8
Los países que no cuentan con satélites propios deben pagar por estos servicios. Se puede adquirir a partir de acuerdos a largo plazo, o bien, comprar conforme a las necesidades y capacidades financieras del país. Lo cierto es que en América Latina, pese a la expansión de los mercados de las telecomunicaciones, su incorporación a los satélites ha sido tardía, desigual, y los proyectos en la materia han dependido de coyunturas políticas determinadas y del nivel de desarrollo existente. Ello explica que Brasil, México y Argentina, países con mayor desarrollo relativo en la región, posean satélites propios. Sin embargo, los casos de Venezuela y Bolivia se explican por coyunturas políticas y ciertamente el aprovechamiento de la rivalidad estratégica imperante entre las llamadas potencias espaciales, dado que fue la RP China y no Estados Unidos, quien juega un papel dominante en los programas satelitales de esas naciones, por lo mismo, no deberá sorprender la eventual victoria de Estados Unidos, en la licitación que Colombia estará llevando a cabo para concretar su propio proyecto satelital, dada la rivalidad que mantiene con Venezuela.
El caso mexicano
A la luz de la celebración de los juegos olímpicos de 1968, México ingresó a la era satelital a través del ATS-3 propiedad de la Agencia Nacional Aeroespacial de Estados Unidos (NASA) captando las señales del sistema Intelsat III y IV.9 A mediados de los 80, concluyó el contrato entre Intelsat y las autoridades mexicanas y no se le renovó debido a que el país adquirió en 1985 un sistema de satélites propio. Cabe destacar que desde 1968, México desarrolló una estación satelital en Tulancingo, Hidalgo que, por cierto, sirve como fundamento a las autoridades hidalguenses para ganar la sede de la nueva Agencia Espacial Mexicana. La participación de México en el consorcio de Intelsat le permitió transmitir igualmente a todo el planeta la copa del mundo de 1970, lo que favoreció que en los siguientes años se inauguraran estaciones terrenas que pasarían a integrar la infraestructura básica para su propio sistema satelital en los años 80.
El año 1985 marcó un hito en el desarrollo satelital de México con la puesta en órbita del Morelos I, por parte del transbordador espacial Discovery, el 17 de junio —entrando en órbita geoestacionaria el 17 de diciembre de ese mismo año—, y el Morelos II, lanzado el 27 de noviembre desde el transbordador Atlantis -y que fue puesto en órbita de almacenamiento hasta abril de 1989-, cuando entró en operaciones. El Morelos II también es recordado porque la misión en la que fue lanzado, contó con la participación del ingeniero Rodolfo Neri Vela, primer astronauta mexicano.
Los satélites Morelos tenían una vida útil de nueve años. En el caso del Morelos I, su vida útil terminó en 1993 y sus tareas le fueron transferidas a la segunda generación de satélites mexicanos, los Solidaridad. En el caso del Morelos II, se buscó alargar su vida útil al disminuir las correcciones de su órbita -lo que se conoce como órbita inclinada-, por lo que sus operaciones se extendieron hasta 2004. En la actualidad, ambos satélites son basura espacial, inubicable e inoperable.
Al sistema Morelos le siguió el Solidaridad. El Solidaridad I fue lanzado el 13 de noviembre de 1993, para reemplazar al Morelos I. Al igual que la primera generación de satélites mexicanos, los Solidaridad fueron elaborados por la empresa estadounidense Hughes Aircraft Co. (hoy Boeing Satellite Systems International). En esta ocasión, el lanzamiento se realizó en Kourou, en la Guyana Francesa, a través del cohete impulsor Ariane 4. El Solidaridad II también fue puesto en el espacio de la misma manera, el 17 de octubre de 1994. Cabe destacar que los satélites Solidaridad I y II, contaban con el doble de capacidad de los Morelos, y su vida útil se estimaba que culminaría en 2007 y 2008. De hecho, en 1997 se solicitó a la misma empresa la construcción del Morelos 2R (hoy Satmex V). Sin embargo, el 28 de abril de 1998 tuvo lugar la primera falla del Solidaridad I, al dañarse uno de los dos procesadores del sistema, dejando sin servicio temporalmente a 150 importantes usuarios. El 29 de agosto, el Solidaridad I fue apagado definitivamente, provocando importantes pérdidas y daños en materia de comunicaciones a diversas entidades del país. Baste mencionar que su pérdida afectó a varias redes de servicio fijo que operaba Telecomunicaciones de México (Telecomm), la del canal 11 de televisión, la red malla, las dos redes de la Presidencia de la República, casi 14 mil estaciones de EDUSAT, además de 953 terminales de las instituciones responsables de la seguridad nacional, 2 mil 683 terminales de transporte público de pasajeros, además de que casi 4 mil 500 comunidades rurales se quedaron sin servicio de telefonía satelital.10 Sus tareas fueron transferidas al Solidaridad II. Al migrar las funciones, las señales de televisión quedaron listas el mismo día, pero las de las redes de datos y de tele-audición hasta fines de agosto, y las estaciones de EDUSAT hasta octubre. En el año 2000, las autoridades mexicanas contrataron los servicios de Loral Space Systems para construir un satélite de alta potencia, el Satmex VI. Hoy el Solidaridad II opera en órbita inclinada, lo que permite alargar su vida útil hasta 2013 y se le emplea exclusivamente en tareas de seguridad nacional, siendo utilizado por la Procuraduría General de la República, la Secretaría de Defensa Nacional, la Secretaría de Marina, y la Secretaría de Seguridad Pública, y hay que señalar que es el único satélite que puede operar señales cifradas, voz y datos para éstas instituciones gubernamentales.11 Cabe destacar que el Solidaridad II no está asegurado, porque se argumenta que no opera con fines comerciales y que si llegara a averiarse, las tareas que efectúa rápidamente podrían trasladarse a otra “luna”.
Durante la fabricación del Morelos 2R o Satmex V, fue creada la empresa Satélites Mexicanos S.A. de C. V. (SATMEX), lo que explica su cambio de nombre. Fue puesto en órbita el 5 de diciembre de 1998 a bordo del cohete Ariane 4. Esta nueva generación de satélites tiene una vida útil de 15 años. Sin embargo, el Satmex V presentó, a principios del año en curso, una descompostura del mecanismo que mantiene su posición orbital, por lo que SATMEX se puso en contacto con el fabricante para tratar de resolver el problema.12 De hecho, desde hace cinco años el Satmex V viene experimentando problemas en uno de sus dos propulsores, y si bien este tipo de artefactos están asegurados, aparentemente el seguro no cubre fallas en los sistemas de propulsión. A pesar de que el costo de un satélite ronda entre los 300-350 millones de dólares, el seguro que posee el Satmex V sólo lo cubre por 90 millones y únicamente si sus fallas no tienen que ver con los sistemas propulsores. Más grave es saber que no se cree que esta falla se pueda eliminar, lo que, en los hechos, reduce la vida útil del satélite, con lo que le restan unos 2.7 años de mermadas operaciones, es decir, dejará de operar en 2013.13 Cabe destacar que Teléfonos de México (TELMEX) es uno de los principales clientes del Satmex V.
El Satmex VI, lanzado el 27 de mayo de 2006 por un cohete Ariane 5, en estos momentos posee 11 años más de vida útil. Sin embargo, también ha presentado diversas fallas técnicas. Los proyectos del Satmex VII (que reemplazaría al Satmex V) y el Satmex VIII, fueron anunciados, respectivamente, en 2008 y en mayo del año en curso. La empresa SATMEX, que tiene un fuerte endeudamiento, enfrenta serios problemas de capitalización. Parte del problema estriba en que las grandes empresas del país que mantienen injerencia en el terreno de las comunicaciones como TELMEX y Televisa, cuentan con opciones que les permiten operar al margen de los servicios que ofrece SATMEX. Así, por ejemplo, Televisa tiene vínculos con los satélites de Intelsat, TELMEX a través de su subsidiaria en Brasil, Embratel, lanzó el satélite Star One C1 y Iusacell tiene una alianza con GlobalStar. Recientemente la compra de SATMEX por EchoStar y MVS se cayó,14 amén de que el gobierno mexicano ha anunciado que no rescatará a la empresa, debido a la difícil situación económica imperante. Aun así, SATMEX logró firmar un contrato con Space Systems/Loral (SS/L) para la construcción del Satmex VIII, que tendría que ser puesto en órbita en 2012 y que costará unos 350 millones de dólares.15
Los satélites universitarios
Si bien el escenario de SATMEX parece incierto, es importante documentar los esfuerzos desarrollados por otras entidades, como las universidades, para incursionar en el espacio con fines educativos y de investigación. Al respecto, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) —en conjunto con otros centros de investigación nacionales—, son pioneras en el desarrollo de satélites mexicanos y se suman con ello a la selecta lista de centros educativos del mundo, que llevan a cabo programas de este tipo.
Se trata de satélites pequeños, que pueden efectuar, gracias a las tecnologías actuales, tareas y misiones de antaño reservadas a grandes “lunas”. Si se toma en cuenta que por cada kilogramo de material que se desea colocar en el espacio se requieren 10 mil dólares más 85 kilogramos de combustible, entonces los satélites pequeños o microsatélites, cuyo peso oscila entre tres y 50 kilogramos, pueden ser colocados en conjunto con otros a un precio mucho más accesible.16
En 1945, la UNAM integró a un grupo de investigadores procedentes del Instituto de Física y del Instituto de Geofísica. Sus primeras actividades se institucionalizaron en 1962 cuando se creó el Departamento del Espacio Exterior en el Instituto de Geofísica y que coincidió con el nacimiento de la Comisión Nacional del Espacio Exterior en el mismo año, impulsada por las autoridades federales. Dicha comisión tuvo una duración de, apenas, 14 años, y a lo largo de ese tiempo se encargó de coordinar e impulsar las actividades espaciales.
El nombre del Departamento del Espacio Exterior cambió en 1976 por el de Departamento de Estudios Espaciales. Antes de que naciera el Programa Universitario de Investigación y Desarrollo Espacial (PUIDE) en 1990, se instituyó el Grupo Interdisciplinario de Actividades Espaciales (GIAE), justo en 1985, cuando eran puestos en órbita los satélites del sistema Morelos. Ante esto, el interés de las autoridades en torno al desarrollo satelital se incrementó sustancialmente.17
El proyecto UNAMSAT-1 para crear un satélite con miras al estudio estadístico de las trayectorias de impacto de los meteoritos en la atmósfera terrestre, requirió cinco años de trabajo y se benefició del trabajo de los radioaficionados. Se trata, a diferencia de los satélites descritos con anterioridad, de la primera “luna” de fabricación mexicana. El microsatélite pesaba 10 kilogramos y 10 litros de volumen. Tenía una forma cúbica de 23 centímetros, con módulos cuadrangulares, además de baterías y celdas solares como fuente de energía. El pequeño satélite contaba con una computadora equipada con un microprocesador. El artefacto tendría una vida útil de cuatro años y medio.18 El presupuesto empleado para su fabricación fue de 100 mil dólares en total para este primer satélite. Su gemelo, el UNAMSAT-B costó 112 mil dólares. Para poner en órbita al microsatélite, el PUIDE suscribió un convenio con el Instituto Sternberg de la Universidad Estatal de Moscú, Rusia, para lograr un costo más bajo que el que normalmente genera un acuerdo comercial. El problema inicial fue que, por catalogarse como carga secundaria, el UNAMSAT-1 padeció diversas demoras en su lanzamiento por parte del programa espacial ruso. Inicialmente sería lanzado en diciembre de 1993, pero hubo que esperar hasta el 28 de marzo de 1995. Desafortunadamente, una avería en el cohete Star hizo fracasar el lanzamiento: en su cuarta etapa, el cohete explotó y el pequeño satélite de la UNAM se desintegró.
El UNAMSAT-2 comenzó a construirse a la par del UNAMSAT-1 como un satélite gemelo para quedarse en tierra como simulador de la operación en órbita, y se pensaba concluirlo en 1995. Sin embargo, tras el fallido lanzamiento del UNAMSAT-1, se decidió poner en órbita a su gemelo, bajo el nombre de UNAMSAT-B. El lanzamiento se negoció con la ayuda del Instituto Aeronáutico de Moscú (MAI), y se realizó el 5 de septiembre de 1996, desde el cosmódromo de Plesetsk. Cinco horas después del despegue, el UNAMSAT-B se separó exitosamente del satélite militar ruso para alcanzar una órbita de mil kilómetros de altura a 83º de inclinación respecto al Ecuador; e inició transmisiones a la estación portátil instalada en Plesetsk a las 11:00 de la noche. En agosto de 1997, el sistema de alimentación del satélite dejó de funcionar, con lo que el satélite se dio por perdido. Uno de los investigadores involucrados en el desarrollo de los satélites de la UNAM comentaba, en una entrevista de radio en 1996, a propósito de las dificultades técnicas del UNAMSAT-B, lo siguiente: “el estado actual del satélite es un poco triste porque está en una situación muy pobre en cuanto a operación, pues el satélite tiene unas celdas solares de una eficiencia altísima, que supera el 20 por ciento, haciendo que el satélite esté demasiado frío (…) se espera que próximamente la órbita quede en exposición permanente al Sol (36 días) para que de esta manera se eleve la temperatura y esté en posibilidad de recibir los comandos para reiniciar su operación. Se tiene la esperanza de que ello pase; pero también puede ocurrir que no llegue a la temperatura mínima deseada y entonces se pierda, hecho que sería muy lamentable por todo el trabajo que se realizó. Desde una perspectiva positiva queda el antecedente de que durante 46 días trabajó satisfactoriamente. Cabe mencionar que siempre funcionó frío y que nunca superó los 0 cuando más alto llegó. Sin embargo, con esto se sentó el precedente de que se hizo un satélite y este operó en el espacio”.19 Con el telón de fondo de estos dos pequeños satélites, se tiene prevista la creación del UNAMSAT-III, el cual, se insiste en que posibilitará la obtención de información conducente a la identificación de terremotos con una antelación, presumiblemente, de hasta cinco días. Si bien desde 2007 se habla de la concreción del proyecto, en el que intervienen científicos mexicanos que crearán el artefacto en Rusia, se ha fijado una nueva fecha para su lanzamiento, que podría ser en febrero de 2011, por medio un cohete Dneipr 1 de manufactura rusa.20 En cuanto al proyecto del Satélite Experimental (SATEX), éste se crea bajo el patrocinio del Instituto Mexicano de Comunicaciones y se propone el desarrollo interinstitucional de una familia de satélites pequeños experimentales, produciendo plataformas espaciales de bajo costo. El programa contempla el desarrollo de los satélites SATEX I, SATEX II y SATEX III. Involucra, además de la BUAP, a la UNAM, al Instituto Politécnico Nacional (IPN), al Centro de Investigación Científica y Enseñanza Superior de Ensenada (CICESE), al Centro de Investigación en Matemáticas de Guanajuato, etcétera. Con un peso de 50 kilogramos, el SATEX I permitirá realizar, entre otras tareas, la toma de fotografías de la República Mexicana, pruebas de rayos láser para establecer comunicaciones y estudios de bandas de alta frecuencia.21
La importancia de estar “en órbita”
Vietnam es un país localizado en la península de Indochina, que posee una extensión territorial de 331 mil 690 kilómetros cuadrados, donde se asientan casi 90 millones de habitantes. Se trata de un Estado con carencias económicas visibles, a juzgar por su ingreso per cápita que es, de apenas, 2 957 dólares. Como se recordará, tras su dramático proceso de independencia de Francia en 1954, Vietnam vivió un conflicto muy prolongado con Estados Unidos, el cual provocó una enorme destrucción de recursos humanos y materiales en el país asiático. Sin embargo, Vietnam entiende la importancia de un programa espacial propio, al punto de que, para el año 2020, se planea que esta nación cuente con tres satélites en órbita, el primero de los cuales fue lanzado en 2008 y se le construyó a partir del capital humano vietnamita, esto es, con recursos propios. En 2012 se tiene contemplado lanzar un segundo satélite con mayor potencia, y para ello contará con las aportaciones tecnológicas de la UNAM.
Los científicos de la UNAM desarrollaron sensores y procesadores para mejorar la orientación de los satélites espaciales. Se trata de componentes que mediante un complejo sistema electrónico, estabilizan y sitúan en órbita a pequeños satélites experimentales, cuya operación puede ser de utilidad en el desarrollo de tecnología espacial. Estos aditamentos reducen costos y masa en los satélites, y representan un logro en la incipiente tecnología espacial mexicana. Fue por esto que se suscribió un convenio de colaboración entre la UNAM y el Instituto de Tecnología Espacial de Vietnam -a petición de éste-, para apoyar líneas de estudio e impulsar este campo en el país asiático. Esta experiencia es importante porque revela que aun con recursos limitados, es factible incursionar en la carrera espacial, de la cual se pueden derivar numerosos beneficios para las esferas más cotidianas en la vida de las sociedades. 22
Siguiendo con el ejemplo de los sensores descritos, gracias a esta tecnología que posibilita captar imágenes de diferentes regiones de México se realizó el Inventario Nacional Forestal del año 2000 y ya se ha transferido la tecnología a la Secretaría de Marina, el gobierno del Distrito Federal y la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas, para tener diagnósticos más actualizados sobre el estado de la capa vegetal del país. Sin ir más lejos: una de las aplicaciones más concretas de esta tecnología espacial aplicada a decisiones concretas es el cuidado de la zona de mariposa monarca, que desde 1999 es supervisada con fotografías de alta resolución gracias a los equipos diseñados por la UNAM.23
En este sentido, la carrera espacial es una contienda dominada por unos cuantos países, pese a lo cual, es necesario competir y ello se puede hacer aun con las limitaciones especialmente económicas que enfrenta el país. A propósito de SATMEX, sus problemas financieros son muy delicados, en particular por la gran vulnerabilidad que en materia satelital enfrenta México. La Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) señaló en marzo pasado que a fin de ser viable, SATMEX requeriría unos mil 100 millones de dólares, debido a la deuda que arrastra y al desinterés de los grandes operadores de telefonía y televisión por cable en México, quienes, conocedores de las dificultades del consorcio, han optado por recurrir a otras empresas. Las autoridades mexicanas, por su parte, no parece que acudirán al rescate de SATMEX, a pesar de que propios y extraños reconocen la importancia de poner en órbita tan pronto como sea posible, los nuevos satélites Satmex VII y VIII.24
Es importante destacar la gran cantidad de fallas registradas en los satélites adquiridos tanto del consorcio Hughes Aircraft Co. (hoy Boeing), como del Loral Space Systems. No es posible atribuir sólo a la “mala suerte” los desperfectos del Solidaridad I y del Satmex V, por lo que quizá sería importante, dado que concluyeron los tratos con el primer consorcio, afinar los compromisos del segundo proveedor (Loral) y, por qué no, explorar otras opciones y fabricantes. Asimismo, las autoridades nacionales deberían repensar la decisión de mantenerse al margen de la suerte de SATMEX, dado que, como queda de manifiesto en el Solidaridad II, hay tareas de seguridad nacional que deben reservarse a fin de salvaguardar los intereses de la población.
El sector, por cierto, goza de un gran interés internacional, en particular en lo que se refiere a la construcción de partes. México fabrica componentes para vehículos espaciales y es el principal destino de inversiones en la manufactura de productos aeroespaciales a nivel mundial, que en el período comprendido entre 1990 y 2009 atrajo inversiones por 33 mil millones de dólares, cifra que superó las inversiones efectuadas en el mismo ramo y en los mismos años en países como EEUU, Rusia, la RP China e India.25 Hay quienes piensan que no está muy lejano el día en que México podrá producir vehículos completos. Con la presencia de unas 200 empresas, en su mayoría extranjeras, el sector genera unos 30 mil empleos, y se considera que rápidamente puede evolucionar del ensamblaje primario a una manufactura de mayor tecnología.
Pero además de los grandes proyectos, el impulso al sector aeroespacial debe continuar en las universidades, porque son entidades capaces de innovar a través de recursos humanos sumamente calificados y propios. La experiencia de la UNAM con sus pequeños satélites, es extremadamente valiosa, dado que queda de manifiesto que puede construir satélites con recursos humanos nacionales. Hay también otra arista importante a ponderar: el papel de los radioaficionados.
Con la puesta en órbita de los satélites UNAMSAT-I y UNAMSAT-B, se apostó a entusiasmar a los radioaficionados en torno a las actividades satelitales. Pese a que existen unos dos millones de radioaficionados en todo el mundo, en América Latina, con algunas excepciones, los radioaficionados han declinado. Su papel es muy importante, porque contribuyeron al lanzamiento de ambos satélites. Los radioaficionados, además, por definición suelen experimentar e innovar, algo que en el caso mexicano sería altamente apreciado, debido al poco impulso que recibe el sector por parte de las autoridades. Además, un estímulo para la participación de los radioaficionados es que los satélites siempre están operando y las señales, por tanto, no se interrumpen, porque no dependen del ciclo solar, a diferencia del DX, donde las manchas solares interfieren al punto de que los aficionados se alejan frustrados.
La debacle económica a nivel internacional, y la amenaza latente de una crisis más severa, castiga ciertamente el desarrollo de diversas actividades, algunas muy estratégicas, de las naciones. Con todo, México corre el riesgo de quedar fuera de órbita en materia aeroespacial, justo en un momento clave de las relaciones políticas y económicas internacionales, donde las tecnologías marcan la diferencia.
Si México pierde su órbita, quedaría marginado y a merced de lo que dispongan otros, lo cual es muy irónico, considerando que finalmente se aprobó la creación de la Agencia Espacial Mexicana. Que Vietnam, con todas sus limitaciones sociales y económicas tenga claro que quiere tener tres satélites operando en 2020, es admirable y digno de reconocimiento. Que México no pueda poner en órbita satélites como el Satmex VII y el Satmex VIII, que además son necesarios ante la vejez y las descomposturas de los actuales, es, simple y llanamente, vergonzoso.
Notas
1 Delia Crovi Druetta (1998), Tecnología satelital para la enseñanza, México, ILCE-OEA, pp. 29-30.
2 Union of Concerned Scientists (07/01/2010), UCS Satellite Database, disponible en http://www.ucsusa.org/nuclear_weapons_and_global_security/space_weapons/technical_issues/ucssatellite-database.html
3 Argentina se plantea un proyecto muy interesante con una inversión de 600 millones de dólares para lanzar tres satélites entre el 2012 y el 2014. No es un plan destinado exclusivamente para fines sociales, sino que está dirigido a la competencia con los operadores privados.
4 Ibid.
5 El 29 de octubre de 2008 Venezuela puso en órbita, gracias al convenio de cooperación que mantiene con la República Popular China, el satélite Simón Bolívar. El satélite Simón Bolívar es parte del proyecto VENESAT-1 impulsado por el Ministerio de Ciencia y Tecnología a mediados de 2004. La idea inicial era desarrollarlo con asistencia de Rusia, a través de la Agencia Espacial Federal Rusa. Sin embargo Moscú rechazó la propuesta venezolana de transferencia tecnológica, que incluía la formación de técnicos especializados en el manejo del proyecto satelital, por lo que el gobierno de Hugo Chávez decide abandonar el proyecto de colaboración con Rusia. Más tarde, en octubre de 2004 Caracas decide iniciar negociaciones con la RP China quien aceptó la propuesta de que técnicos venezolanos sean capacitados en tecnología satelital, desarrollo del software y formación técnica para el manejo del satélite desde tierra, dado que se tiene contemplado que en el futuro el gobierno de Chávez produzca tecnología satelital propia para lanzar satélites desde suelo venezolano. Fue construido por el fabricante chino Great Wall Industry y lanzado por la firma Long March. Tiene cobertura en Centroamérica, Caribe y Sudamérica.
6 Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (05/05/2010), “Se reinicia licitación pública para el satélite social colombiano SATCOL que beneficiará a más de 22 comunidades pobres y rurales”, disponible en http://www.mintic.gov.co/mincom/faces/index.jsp
7 Inicialmente se estimaba como fecha probable 2012. Sin embargo, ha habido problemas en el proceso de licitación, de manera que se volvió a poner en marcha otra licitación, con lo que la fecha probable de lanzamiento se recorrería a 2013. Las empresas que estarán participando en la licitación incluyen a Intelsat (EEUU), Telesat (Canadá), SES New Skies (Países Bajos) e Intersputnik (Rusia). Asimismo, los fabricantes que participarán en la licitación son: Loral Space Communications (EEUU), Orbital Science Corporation (EEUU), Thales Alenia Space (Francia) y Reshetnev (Rusia).
8 El País (24/09/2009), “Bolivia comprará a China un satélite de telecomunicaciones”, disponible en http://www.elpais.com/articulo/internacional/Bolivia/comprara/China/satelite/comunicaciones/elpepuint/20090924elpepuint_16/Tes
9 El sistema Intelsat fue creado en 1964 por 11 naciones las cuales se unieron estableciendo un sistema comercial global de comunicaciones por satélite que estaría disponible para todas las naciones de acuerdo a una base no discriminatoria -México se adhirió a este consorcio en 1966-. En 1973, el acuerdo inicial fue reemplazado por uno permanente, cuando éste fue adoptado
por 54 de las entonces 83 naciones miembros de Intelsat.
10 Jesús Roldán Acosta (2005), Desarrollo y tendencias de las telecomunicaciones
mexicanas vía satélite. Un estudio cronológico, México, s/e, p. 25.
11 María Cristina Rosas (7 de septiembre de 2010), “La basura espacial en el bicentenario”, en etcétera, disponible en https://etcetera-noticias.com/articulo.php?articulo=4882
12 Víctor Cardoso (29 de enero de 2010), “Otra falla en el sistema propulsor del Satmex V”, en La Jornada.
13 Angelina Mejía Guerrero (29 de enero de 2010), “Satélites mexicanos tiene falla en Satmex 5”, en El Universal, disponible en http://www.eluniversal.com.mx/finanzas/76984.html
14 De hecho, este consorcio planea poner en órbita el QuetzSat-1 en 2011, un satélite que será utilizado, al menos en parte, por Dish Mexico, y el gobierno mexicano ya concedió los derechos para utilizar la ubicación orbital requerida para servicios de transmisión directa.
15 CNNExpansión (7 de mayo de 2010), “Satmex resuelve uno de sus problemas”, disponible en http://www.cnnexpansion.com/negocios/2010/05/07/satmex-manda-a-volar-problemas
16 En 2008, la prensa india reportaba que un cohete había puesto en órbita diez satélites —construidos por universidades de Canadá, Dinamarca, Japón, Alemania y Países Bajos— de una sola vez. Véase N. Gopal Raj (May 6, 2008), “Single mission: the PSLV rocket which launched a cluster 10 satellites”, en The Hindu, disponible en http://www.hindu.com/2008/05/06/ stories/2008050654760900.htm
17 René Pedroza Flores (sf), La fabricación de satélites en México y su importancia para la educación a distancia, México, Universidad Autónoma del Estado de México, p. 5.
18 Ibid.
19 Guillermo Núñez Jiménez (s/f), “UNAMSAT. OM-30”, en XE1FOX, disponible en http://www.xe1rcs.org.mx/colabora/unamsatb.html
20 Según la lista de lanzamiento de satélites programados para 2011, efectivamente se tiene contemplada la puesta en órbita del UNAMSAT-III. Véase http://www.satelliteonthenet.co.uk/ index.php/2011
21 René Pedroza Flores, Op. cit.: 6.
22 La Crónica de Hoy (29 de noviembre de 2009), “Científicos de la UNAM desarrollan sensores y procesadores espaciales”, disponible en http://www.cronica.com.mx/nota.php?id_nota=472268
23 DGCS (28 de noviembre de 2009), Listos, sensores y procesadores espaciales desarrollados por la UNAM, disponible en http://www.dgcs.unam.mx/boletin/bdboletin/2009_705.html
24 El Economista (24 de marzo de 2010), “Satmex requiere US1 100 millones”, disponible en http://eleconomista.com.mx/industrias/2010/03/24/satmex-requiere-1100-mdd-ser-viablehorcasitas
25 CNNExpansión (26 de julio de 2010), “México impulsa al sector aeroespacial”, disponible en http://www.cnnexpansion.com/negocios/2010/07/26/mexico-impulsa-la-industriaaeroespacial