1. Porque son un poder fáctico que tiene que participar de las normas democráticas.
2. Porque regular contenidos no significa censura.
3. Porque deben protegerse los derechos a la propia imagen y al olvido, por ejemplo (como ya se hace en algunos países, como Alemania, Francia e Italia).
4. Porque tienen miles de millones de datos personales que pueden usar a su arbitrio; sólo en México hay alrededor de 80 millones de usuarios.
5. Porque se trata de empresas privadas que deben ser reguladas por la ley, y el ejemplo actual es lo que ocurrió con Cambridge Analytica, que tuvo en sus manos los datos de 50 millones de personas de Estados Unidos, para influir en la decisión del voto en las elecciones presidenciales de aquel país.
6. Porque el interés económico no puede ser el único detonante para que Twitter o Facebook se autorregulen (aunque, claro, la pérdida de 40 mil millones de pesos como la que tuvo Facebook el lunes pasado es un poderoso factor disuasivo para sus propietarios).
7. Porque ningún tipo de herramienta tecnológica debe entorpecer nuestro intercambio, como sucede con bots, por ejemplo.
8. Porque tampoco es suficiente (aunque sí central) la promoción de una cultura ciudadana que procure no difundir rumores o bulos informativos.
9. Porque los mensajes de odio generan contextos de violencia que deben ser penalizados (tal y como ya ocurre en Alemania, por ejemplo).
10. Porque los usuarios deben respetar derechos como los antedichos y porque no hay espacios libres que no tengan normas, por ejemplo las que sancionan la difamación o la injuria.
11. Porque la estructura de una red social no debe permitir que los usuarios censuren imágenes que no les gustan sino abrir posibilidades para que cada quién vea o consuma los contenidos que considere. Solo notamos un obstáculo: México no está preparado para dar un debate de ese calibre.
