Con Sónoman, el hombre que transformándose en un agudo y penetrante sonido músico-mental viaja a través del espacio para hacer cumplir los acordes de la justicia, el dibujante y guionista Osvaldo Viola (Oswal) creó en 1966, el primer superhéroe argentino, parodiando los clichés del cómic norteamericano; al igual que su amigo Carlos Albiac, Viola descubrió que podía renovar los lugares comunes del género a través del humor, la ironía y la parodia más descarada.
Influido por las nuevas tendencias artísticas y sus propios experimentos gráficos (que lo acercaban al norteamericano Will Eisner), Oswal parodia tanto a Superman (“¡Tan ágil como un felino! ¡Tan potente como un rinoceronte y más veloz que el sonido para luchar contra el mal”) como al Batman clásico, haciendo que el alter-ego de Sónoman sea León Hamilton III, un joven millonario que vive en una mansión acompañado por Jasper, su fiel mayordomo.
La diferencia entre el Batman televisivo (encarnado por el colorido e inofensivo Alan West en los sesenta) y Sónoman es que la serie norteamericana se ríe DEL personaje mientras Oswal se ríe CON el personaje, aprovechando todo el potencial cómico de las tradicionales historias de superhéroes para desarrollar argumentos que, por su tono exagerado y sus situaciones extremas recuerdan los viejos seriales de radio: “¡Atrapado en una habitación sin aire, Sónoman intenta transformarse en sonido para huir, pero, sin aire el sonido no se propaga!… ¡cuatro minutos! ¡El Pecho parece estallar! ¡Dramático instante! ¿Será el fin?”.
El propio Oswal dijo que “quería contar historias que atraparan a un lector adulto por su contenido y a un lector infantil por su forma. Es un poco una mezcla, ¿no? Fantasía y realidad, nombres extranjeros y ambientes nacionales. En Sónoman me interesaba contar historias de las llamadas “menores”. Para mí es algo fantástico poder entretener al individuo que viene cansado de trabajar o que quiere leer algo “liviano” tras haber concluido la lectura de un libro. No todo lo que uno lee tienen que ser historias ‘mayores’. Personalmente, cuando quiero leer ‘en serio’ acudo a un libro; y en los momentos en que quiero entretenerme busco algo más ‘liviano’ (…) No hay que tener prejuicios. Todas las historias de Sónoman parten de lo emocional, de deseos míos. Hay una aventura en la cual Sónoman viaja al pasado y encuentra a Charles Dickens. Ese es un sueño mío. Poder estar con Dickens. Poder estar en ese teatro que se llenaba para poder oírlo leer. Una de las cosas que a mí me fascina es escuchar a la gente que sabe leer; y dicen que Dickens lo hacía tan maravillosamente que llenaba el teatro. Siempre hubiera querido oírlo. No lo hice yo, pero lo hizo Sónoman (…) Por otra parte, hay algo que es esencial: Tenés que creer en tus personajes. Y ojo, que esto no es cuento. Todo lo que pensás y sentís en el momento de trabajar, lo transmitís. ¿Cómo? No sé, no me lo preguntes. De tanto creer en tus personajes llega un momento en que ellos dominan la acción y tuercen las historias que les tenías pensadas. En ese instante tenés que dejar que el personaje haga su vida y limitarte a seguirlo. Si el lector lo entiende y lo recibe, es porque lo estabas sintiendo. Si sos necio, borrás todo y hacés exactamente lo que habías previsto y calculado mentalmente. El resultado sería una cosa fría y estúpida”.
El compromiso de Oswal y el placer que le daba trabajar en la serie se nota en el tono juguetón con que recicla situaciones y personajes, como si nunca se cansara de escribir nuevas aventuras para su héroe, agregándole villanos cada vez más increíbles como Splash, el hombrehumedad, que puede moverse sin ser visto por paredes y techos, o La condesa Licuosa que “¡gobierna los líquidos con su voluntad! ¡Podría paralizar lluvias, detener cataratas y agitar océanos! ¡Ella es ama y señora del mundo húmedo!”.
Cada capítulo se cierra abriendo el apetito del público con promesas que confirman su inagotable vitalidad:
“¡Selva, tribus salvajes, Malaria, conforman el ambiente de la próxima aventura! ¡La audacia de una periodista acarrea graves problemas a Sónoman!”