La conclusión es que toda mediación nos aleja emocionalmente de nuestras decisiones, así que el autor sugiere que si hablamos de los legendarios botones que detonan las bombas nucleares que acabarían con el planeta, deberíamos implantarlas en el pecho del mejor amigo del mandatario, para que pueda tomar esa decisión en sus manos conceptualizando el daño que conlleva la simple acción de detonar un botón. ¿Qué pasaría si cada seguidor de Trump se diera a la tarea de pasar un día con semejante personaje? ¿seguirían apoyándolo?
Es evidente que cada uno de los hombres y mujeres que vivimos en esta Tierra interiorizamos la realidad de un modo singular, sin embargo, existen realidades que nos conectan a todos, la gravedad es la gravedad en cualquier sitio del orbe y la Paz es un estado deseable para todo organismo. Coincido en pensar que la “realidad mediática” atenúa emociones y responsabilidades, sin pretender respuesta me pregunto ¿será que hoy vemos la realidad como un escenario ficcional operada a distancia por un joystick? No en vano la palabra joystick se compone de una raíz alegre que nos hace presumir que tenemos el control, que como audiencias o como votantes jugamos a construir un mundo sin consecuencias.
¿Negociamos con la realidad?
Termino esta reflexión con un cuestionamiento que se hace el mismo Eagleman en el libro citado ¿Las ciudades tienen conciencia?
El autor comienza por una lúcida metonimia, el cerebro es como una ciudad, su operación emerge de la red de interacción de sus partes. Ningún barrio opera de forma aislada, tanto en los cerebros como en las ciudades, toda consciencia surge de la interacción de sus residentes. Nos sugiere que un sistema de conciencia requiere de un balance perfecto entre la complejidad de miles de estados diferentes (a esto le llama diferenciación) y la suficiente conectividad para permitir que todas las partes del sistema, aún las más distantes, se mantengan en una comunicación estrecha (a esto lo llama integración).
¿Nos encaminamos hacia un mundo consiente? O simplemente negociamos con la realidad para sobrevivir aquí y ahora.
Descreo de todo, pero, sobre todo, descreo de mí, lo he dicho mucho y lo he dicho antes en etcétera, nuestra mente es el más grande manipulador, somos capaces de acomodar la realidad para que cuadre con nuestras expectativas, somos timadores que se venden ilusiones por realidades, no importa que el precio sea perder aquello que nos engrandece y nos otorga la única salvación posible: la idea de comunidad, la disciplina de trabajar con otros para encontrar un ambiente incluyente que presente mejores expectativas para vivir. Olvidamos que no soy yo sin tú y aniquilamos lo que amamos por el miedo a entender que somos una neurona más en la vasta colección de ciudadanos que hacemos de este planeta un gran cerebro cósmico.
Referencias:
Eagleman, David. The Brain: The Story Of You: Patheon Bokks, NewYork. 2015
Bassets, Marc. Bassets, Marc. (14 de marzo de 2016). “El arte de ser Donald Trump”. El País.
Notas:
1 http://internacional.elpais.com/internacional/2016/03/12/actualidad/1457740729_101544.html
2 El término apreció en el libro The Cultures of Cities (1996) de Sharon Zukin, fue popularizado por Alan Bryman en un libro de 2004 The Disneyization of Society. Describe la transformación de alguna práctica u objeto social para parecerse al mundo de Walt Disney.
3 http://internacional.elpais.com/internacional/2016/03/12/actualidad/1457740729_101544.html
4 https://es.wikipedia.org/wiki/Dilema_del_tranv%C3%ADa