Pocos recuerdan al ⿿viejo⿝

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Habana, Cuba, 2 de diciembre; enviada. En La Habana, la capital cubana, pocos recuerdan al viejo. Aunque el discurso pareciera una oración memorizada, la imagen no resulta tan refrescante, justo regresa a esa memoria.


 


En las calles ya no hay lágrimas pero sigue el silencio. Sin embargo, en los casi tres días de recorridos, no parece existir un pesar por el viejo y sí por el decreto. Al séptimo día la vigilancia aumentó, policías casi en cada esquina, tal vez porque al alma cubana recurre a la clandestinidad y aún quedan dos días más que guardar.


 


Los cubanos siguen la rutina, no los nocturnos que están como varados.


 


Pero la imagen es pasada. El rostro joven del líder de la Revolución Cubana es el que adorna las calles, entre los ya escasos espectaculares, anuncios, banderas o insignias que hay. Casi nadie recuerda al viejo, esa cara arrugada, canosa, cansada; salvo uno, dos o tres altares instalados por la capital, que son más fotografiados por turistas que venerados por los fidelistas.


 


En La Habana los niños juegan, los hombres trabajan, las familias se pelean, los “jineteros” roban (persuaden y roban), las flores se tambalean, los turistas piden alcohol y yo sigo rogando por un poco de salsa.

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