La ultraderecha en los tiempos de la 4T

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A las mujeres que alzan la voz y se hacen escuchar en todos los rincones de la nación, gran ejemplo:

La revolución será feminista o no será (de algún muro de Facebook).

Si camina como pato, grazna como pato, y nada como pato, pues es un pato (dicho popular).

Si me preguntaran qué ideas políticas profesa AMLO, o sobre su actuar en el espectro político, sin duda contestaría que definitiva y contundentemente es un hombre de derecha, una de tantas derechas que existen.

Así como no existe una sola izquierda, sino más bien varios tipos de izquierda, también podríamos enmarcar al movimiento de la 4T en el espectro de derecha.

Las definiciones son muy amplias, variadas y dependen del momento histórico que se vive.

Recordemos que la definición histórica –que después devino en el concepto ideológico– entre izquierda y derecha se estableció en la Revolución Francesa, dentro de la Asamblea Nacional, la cual congregaba a los representantes de los estados generales, y en vísperas de la caída de la Monarquía. Maximiliano de Robespierre, el máximo jefe revolucionario, se refería –por ahí de 1779– a los diputados sentados a su derecha como girondinos y a su izquierda como jacobinos. Los veía sentados de frente a la palestra.

Ellos, de espaldas, sin embargo verían al revés: los sentados que estaban a la izquierda serían los de derecha y los sentados a la derecha serían de izquierda. Mientras más sentados a la orilla de su respectivo punto geográfico o en la parte más alta (la montaña), serían los más extremos.

De entrada nace así la designación un poco autoritaria y caprichosa de quién es de derecha y quién es de izquierda, por el lugar en el que se sentaban desde la óptica del líder.

Desde entonces los líderes autoritarios y arbitrarios definen a su conveniencia quién es de tal o cual ideología.

Por supuesto que ésta no era la única diferencia. Los jacobinos eran anticlericales y antimonárquicos, y los girondinos eran proclericales y buscaban la restauración de la monarquía y sus privilegios. Los primeros a su modo y tiempo eran liberales y, los segundos, conservadores. También existían los matices. Así como los sentados al centro derecha o izquierda podían llegar a acuerdos y mantener cierta gobernabilidad, los extremos de izquierda o derecha saboteaban cualquier intento de establecer una república estable. Los primeros acusaban que tal república era burguesa y querían la abolición de todo. Los segundos creían que la república era una forma disfrazada de establecer el fin de la religión, la monarquía y la civilización. Entonces, en sus extremos, terminaban caminando de la mano saboteando cualquier conciliación. Creo que ahí nació la frase de que los extremos se juntan. Por lo menos coyunturalmente se servían mutuamente.

En la historia existen muchos ejemplos de movimientos y gobiernos que se asumen nominalmente de izquierda, y una vez triunfantes se vuelven de derecha o comienzan a tener políticas de derecha.

En mi humilde opinión podríamos definir que la izquierda, dependiendo la época, lugar y circunstancias, es cualquier movimiento que se plantee la lucha por la libertad, los derechos y el progreso.

La derecha, por antonomasia, sería todo aquel movimiento o gobierno que busca conservar los privilegios de una élite, o adquirir esos mismos privilegios para una élite distinta, pero cuyo destino no es cambiar ninguna circunstancia de fondo, sino que todo siga igual, pero con otra clase política.

Dos viejos comiendo sopa, Francisco de Goya (1819-1823)

En la Revolución Francesa la izquierda jacobina revolucionaria, con todo y su Carta de Derechos para el Hombre y el Ciudadano, no se planteó, ni de cerca, que también las mujeres deberían tener los mismos derechos que los hombres.

El estalinismo soviético jamás planteó darles más libertades a los homosexuales y lesbianas, tampoco a aquellos que ahora llamamos diversidad. Se decía que eran desviaciones del imperialismo.

Prohibieron el rock y el arte occidental porque contaminaban de burguesía a la juventud.

En los países que se disfrazan de izquierda se odiaba, y aún se odian, como en Corea del Norte, Camboya, etcétera, la idea de democracia occidental exportada en gran medida por los EEUU, y por la Europa occidental.

Mientras en los países llamados socialistas se echaba a perder la democracia y la izquierda, construyendo modelos estatistas autoritarios, centralistas, dictatoriales de una élite privilegiada que ahogaba las libertades y derechos individuales, reemplazándolos por lo que ellos llamaban bien común, algo que León Trotsky denunció desde el principio del nefastísimo régimen de Stalin, por el cual fue acusado de ser agente del imperialismo y enemigo de la revolución.

Economía planificada, sin democracia electoral ni libertades individuales. Condiciones más parecidas al nazismo de ultraderecha que a una sociedad igualitaria, equitativa, libertaria. A los anarquistas los exterminaron mientras pactaban con Hitler en secreto el exilio de los judíos, artistas, intelectuales y todos aquellos que pudieran ser un peligro para la revolución.

No podemos olvidar que esos regímenes autoproclamados de izquierda y revolucionarios, en su afán de sostenerse en el poder, han provocado hambrunas, crisis económicas; han desmantelando los sistemas de salud y educativos; han limitado las libertades políticas, y han roto con el principio de la división de poderes, etcétera. Aunado al abuso de la propaganda y los medios de comunicación, colocando al caudillo al lado de grandes personajes de la historia y construyendo en él un halo de deidad.

Regímenes que descansan en las más viles y cínicas prácticas de clientelismo, corrupción, impunidad y autoritarismo.

“Las Brujas” – Francisco de Goya

¿Acaso no son más identificables estos aspectos de la dictadura estalinista, kimilsungiana, polpotiana, con lo que hoy consideramos derecha que con los valores de la izquierda libertaria y democrática que ahora anhelamos?

¿No se parecen más a las monarquías antipopulares esos regímenes comunistas con herederos del poder, que a un verdadero Estado laico? ¿Ese era el ideal de los marxistas, bakuninistas, bolcheviques y anarquistas, de crear dinastías hereditarias con dictaduras férreas, no del proletariado, sino de sus supuestos libertadores?

No estamos hallando el hilo negro, pero ha habido una distinta interpretación desde el punto de vista teórico y práctico de los sectores que detentan el poder desde la llamada izquierda.

¿Cuántos de los que se dicen de izquierda, comunistas o socialistas, odian a los judíos? ¿Cuántos israelíes de izquierda apoyan el genocidio palestino? ¿Cuántos marxistas odian al rock? ¿Cuántos socialistas odian a los LGTTTBIQ?

Y así podemos pasarnos mucho tiempo identificando incongruencias. Pero en un sistema, un gobierno o un movimiento, no creo que existan incongruencias, estas son de individuos y tal vez de grupos reducidos. Pero en el caso de los grupos grandes que aspiran o dirigen un país o naciones enteras, no existen incongruencias, existen estrategias; a veces contradictorias, a veces claras, pero tienen como fin conservar el poder u obtenerlo.

Y no importa el medio, sino el fin.

En el caso de nuestro país, la autodenominada Cuarta Transformación ha intentado, desde que llegó al poder, imponer un discurso histórico acorde con el pensamiento, muy árido y básico por cierto, de su máximo jefe, el presidente Andrés Manuel López Obrador.

El líder autoritario, como Robespierre, decide quién es de derecha y quién es de izquierda. Por decreto sentencia quién es conservador y quién liberal, quién es nacionalista y quién neoliberal.

La 4T es un movimiento político que gira en torno a un sólo personaje. No contiene en sí mismo valores, ideología, principios o ideas progresistas de izquierda. De hecho, no tiene ideas propias. Sus únicos valores, principios e ideas son las que indica día a día el jefe máximo.

Originalmente, dicho movimiento, antes llamado Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), el cual se convirtió en partido político, sí quiso ampliar su alianza con muchos sectores progresistas, y se denominaba así mismo como de izquierda.

Algunos viejos y nuevos personajes de izquierda que siguieron a López Obrador a su salida del Partido de la Revolución Democrática (PRD), quisieron ver en el nuevo partido, movimiento, la redención de la izquierda, cuyos principios a su entender había abandonado el PRD, principios y valores que dieron forma al partido desde su fundación en una amalgama de la izquierda social urbana, la revolucionaria armada y el nacionalismo revolucionario del PRI, pero con el elemento carismático pragmático y la imagen de vencedor moral que traía AMLO.

Es así que forman MORENA, con un simbolismo que en ése entonces aludía al magonismo liberal anarquista, iniciador de la Revolución Mexicana, con personajes que ya habían sido excluidos del PRD, cartuchos quemados que habían tenido espacios de poder, y muchos de ellos bastante cuestionables moral y legalmente, como Armando Quintero, Martí Batres, Francisco Chiguil, Leonel Cota, Miguel Barbosa, René Bejarano y un largo etcétera.

Sin embargo, con el triunfo de 2018,  AMLO se hizo rodear de una serie de personajes y comenzó a tejer alianzas y compromisos francamente espeluznantes, como el apoyo del Yunque, el magisterio gordillista, el sindicalismo napoleonista, el empresariado (Alfonso Romo y los grandes beneficiarios del salinismo), las televisoras, etcétera; los cuales, desde la óptica del propio López Obrador de 2006, son alianzas inmorales, traidoras del pueblo y mafia del poder. La misma gata no más que revolcada.

Viejos políticos de izquierda, muchos con buenas reputaciones y digamos hasta moralmente intachables, también lo siguieron. Cansados de ser derrotados siempre, de perder todas las elecciones y estar eternamente frustrados, se dejaron seducir por la obtención del poder a toda costa, sin entrever que eso tenía costos enormes.

Entonces, haciéndose de la vista gorda, vieron en Andrés Manuel el paladín del nuevo siglo, al estilo de Juárez, Madero o Cárdenas, que no se iba a quedar en la eterna queja y la denuncia de fraude, sino que, según el propio AMLO, en sus delirios de grandeza, estaba encabezando el movimiento más grande e importante a nivel mundial, no MORENA, que hoy parece estorbarle, como en su momento le estorbó el PRD, sino la Cuarta Transformación del país.

¿Cuántos no cayeron con el canto de las sirenas de juntos haremos historia? ¿Acaso no es un canto muy bonito sentirse parte de la construcción de la historia que nos imaginábamos solo en los libros de primaria?

Esos cantos también decían que a partir de que triunfara su movimiento, para empezar acabaría con la inseguridad, con el neoliberalismo que tanta pobreza había generado, con la falta de educación y de escuelas hasta la universidad, acabaría con el desempleo, con la falta de vivienda, generaría un sistema de salud escandinavo y llevaría a México al primer mundo con el motor del petróleo, entre muchas otras promesas. Y esto, sólo era la base de los primeros días de su gobierno para comenzar la Cuarta Transformación que sería ejemplo mundial, hasta podría enviar misioneros a todos los rincones de la tierra a predicar la buena nueva, el Evangelio según San Peje.

Cabe destacar que, durante su campaña y hasta la fecha, jamás se metió ni condenó el tema del narcotráfico. Nunca ha descalificado al crimen organizado y en cambio sí los ha santificado, victimizado, compadecido y hasta liberado. Abrazos no balazos para los delincuentes. Las mazmorras para las feministas, zapatistas, médicos, padres de niños con cáncer y periodistas.

En su relato, a partir de la toma formal del gobierno, se ha ido, no desdibujando sino desapareciendo cada vez más su lado izquierdo, y se ha exhibido su verdadero rostro conservador, represor, derechista y, aunque les duela a los izquierdistas que siguen admirándolo, neoliberal y procapitalista.

Decíamos anteriormente que la única ideología es la que propone el señor. Como en los viejos tiempos, cuando él le pregunta la hora a Jesús Ramírez Cuevas, y se escuchaba retumbar ‘las que usted diga señor’.

Así, tan descarados, tanto en las redes sociales como en los diferentes medios y plataformas informativas, sus acólitos, incapaces de un debate abierto y de esgrimir ideas propias, solo repiten los argumentos que él expide en sus mañaneras referente a los temas del día.

(He platicado con muchos antiguos amigos y compañeros de lucha que están en la 4T y en corto lo descalifican, los más inteligentes, pero otros no quieren discutir tema alguno por miedo a caer en una contradicción con lo que dirá al día siguiente el líder. Hagan la prueba, de algún tema nuevo del que todavía no haya opinado AMLO, pregúntele a algún seguidor qué piensa, verán que guardará silencio hasta que AMLO dé su punto de vista).

Ver tantas maromas al defender una idea, y al otro denostarla luego, y al otro volverla a defender y al siguiente estar en contra, es espantoso. Pero creo que encuentran un gozo especial en ésa labor. Sabemos también que muchos de esos defensores son virtuales, bots pagados que repiten sin cesar lo que dice AMLO; pero también los hay muy reales, como Epigmenio Ibarra, Julio Hernández, Paco Ignacio Taibo, por decir los más ilustrados.

Sin embargo, no en el relato, sino en los hechos, el pejismo está ubicado cada vez más y más en la derecha.

No sólo hablo de su pragmatismo al haber incorporado a su movimiento y en cargos de decisión a personeros de derecha, como Manuel Espino del Yunque; a Germán Martínez, quien nunca ha renegado de su exjefe Felipe Calderón; Alfonso Romo, salinista hasta la médula y beneficiario del Fobaproa; Gabriela Cuevas, quien no necesita presentación. No. También el haber beneficiado a personajes de los poderes fácticos, aunque no sean nominalmente de derecha, que son claramente conservadores, neoliberales, represores y antidemocráticos. Y a los cuales les está devolviendo sus fortunas, sus fueros sindicales, les da contratos para construir el tren maya, la refinería de Pemex, proyectos por demás destinados al fracaso.

Detalle de “La Romería de San Isidro”, de Francisco de Goya

Además, sus políticas que están siendo su mayor talón de Aquiles, son las que a las mujeres se refiere. Aunque su esposa originalmente apoyó el paro del 9 de marzo, se evidenció el manotazo que dio el marido y cambió su apoyo por un enredoso discurso pseudoconciliador. Acto seguido, su funcionaria Irma Eréndira Sandoval, esposa del que quieren imponer como próximo presidente del INE, lo calificó de feminista, pero en un arranque de misoginia, de mezquindad y ruindad infinita, AMLO a través de Ramírez Cuevas envió a un reportero a callar a Frida Guerrera y decir que el tema de los feminicidios estaba suficientemente discutido. Otra muestra de su ruindad y misoginia la dio al pedir un abrazo entre una reportera que denunció a su agresor, un periodista pirata, que un acto de bajeza deseo que le dispararán. ¿Acaso eso no es conservador, patriarcal? Perdona y abraza a tu agresor, parece decirles a todas las víctimas de la violencia feminicida.

Dime con qué tipo de derecha te juntas y te diré qué tipo de derecha eres.

El que con derechistas se junta, a batear con la derecha aprende.

¿A quién tiene AMLO de su lado?

A los grandes empresarios

A los medios de comunicación más dañinos como TV Azteca y Televisa

A los grandes sindicatos y sus líderes charros más corruptos

Al clero

Al PRI

A Trump

Al narco

¿A quién tiene en contra?

Al EZLN

A las feministas

A los médicos

A los estudiantes

A los artistas

A los jóvenes

A los campesinos

A los ambientalistas…

Conclusión: Más allá del pragmatismo; en 1996, después de las elecciones municipales en el Estado de México, siendo AMLO presidente del PRD y habiendo logrado un partido de izquierda un número histórico de triunfos en esa entidad, AMLO reunió a todos los presidentes municipales electos y lo que parecía iba a ser un discurso político triunfal, en el cual se daría nuevos ánimos para seguir avanzando en busca de nuevos retos para el siguiente año. Y cuál va a ser la sorpresa de los ahí presentes cuando lo que recibieron fueron regaños y una advertencia no moral, no ética ni política, sino moralina, que si ellos engañaban a sus esposas, se emborrachaban o dilapidaban su salario o se iban de juerga, estaban condenados a la expulsión del partido, porque no estaban apegados a valores cristianos.

Esa fue la primera vez que vimos a ese AMLO de cuerpo entero, dibujado tal cual, que no hablaba de valores de izquierda, sino de la clásica moralina de derecha confesional, pseudo religiosa. El AMLO fariseo que predica una cosa, pero desprecia profundamente al pueblo que dice adorar. El que regala dinero y lo reprocha cuando le reclaman que no les ha llegado completo el apoyo, como en Macuspana; que, en vez de presumir creación de empleos, de escuelas, viviendas u hospitales, a grito pelón y de manera humillante, se exhibió al expresar más o menos por qué no me adoran, acaso no les doy dinero suficiente, cállense chachalacas. La clásica enfermedad senil de poder, por la extrema derecha.

Y sí, el mesías camina por la derecha, con abrazos y besos, embruja y embeleza con los amuletos de la suerte, toda vez que le es imposible comprender la realidad para brindar soluciones a las demandas de la población mexicana.

Por lo pronto, esa propia e incontenible realidad indica que estamos en recesión; con una impunidad que galopa cínicamente; la corrupción política y clientelar no se detiene; la agenda legislativa descansa en las ocurrencias del Tlatoani; mientras acosa y transgrede los principios de la libertad de expresión, haciendo de sus conferencias mañaneras un púlpito para sus acólitos, rasgo característico de los regímenes autoritarios; igualmente, los órganos autónomos –que son necesarios para el funcionamiento de las democracias– son vulgarmente sometidos.

En fin, la obsesión mesiánica por constituirse en su alteza serenísima con una corona imperial es más que evidente y profundamente ridícula; mientras, el virus no se detiene, esparciéndose en el absurdo fanatismo, que le permite al presidente afirmar que el pueblo está feliz, feliz, feliz.

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