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Miembros de la 4T han declarado que se encuentran listos para defender a su presidente de los intentos golpistas de la derecha, incluso formando comités de defensa. En redes, se ataca a los adversarios con temas como que quieren que le vaya mal al gobierno o que buscan detener la transformación para volver al pasado corrupto. Pero el problema es que esto pudiera ser parte de una estrategia para mantener en constante enfrentamiento al propio presidente, a quien mantienen secuestrado para que crea que hay quien busca derrocarlo y así impulsar una agenda específica.

El solitario de Palacio

Un presidente, pese al poder que acumula, es alguien solitario que depende de la información que le proporciona su equipo cercano. Sin contacto directo con la gente, a pesar de los mítines o las giras que realiza —pues con la costumbre de acarrear gente siempre hay alguien partidario de él cerca—, es poco probable que se entere de algo distinto a lo que le informan sus empleados.

Incluso las peticiones que le entregan mediante cartas, pasan por el filtro de sus ayudantes. Lo mismo pasa con la información que publican los medios o las redes sociales, las cuales no revisa personalmente —salvo casos excepcionales—, por lo que se entera de lo que sus ayudantes le proporcionan vía síntesis o tarjetas informativas.

Ningún presidente se informa directamente en la calle, pocos han sido los que se han reunido con opositores o con personajes de otros ámbitos ajenos a la política para conocer directamente que sucede en ciertos temas, tampoco se trata de un funcionario que lea los periódicos o personalmente navegue en las redes sociales.

En el pasado se criticó la tardía reacción de Enrique Peña Nieto respecto al caso de Ayotzinapa, pero esto se entiende por la información que le proporcionó su equipo cercano, el cual evaluó la situación como un tema local que no tendría repercusión en lo federal.

Evidentemente, estaban equivocados y ese error lo pagaría directamente el titular del ejecutivo federal.

En el actual sexenio llama la atención la beligerancia cotidiana del presidente, quien en cada mañanera se lanza contra una variedad amplia de enemigos, en tanto que en redes sociales sus defensores aluden a intentos golpistas o de torpedeo para entorpecer la labor de su gobierno.

Rogelio Hernández en Eje Central ha escrito acerca de la creación de comités de defensa de la 4T, buscando defender a López Obrador de esos intentos golpistas.

Es claro que hay una burbuja, como en el pasado, que encierra al mandatario y lo aísla de la realidad, incluso lo ha llevado a contradecir a funcionarios que él mismo invitó a formar parte de su gabinete. La versiones que colocan a Alfonso Romo fuera del equipo cercano, también reflejan que su opinión no es tomada el cuenta y que son otras voces las que realmente influyen en el ánimo del presidente.

Foto: Gobierno de México

Así, podemos hablar de un presidente secuestrado por el grupo más radical de la 4T.

El objetivo es mantener el ambiente de confrontación para que el presidente siga pensando que sus adversarios –la derecha, los conservadores o como gusten llamarlos–, están empeñados en atacar su proyecto de transformación.

Si sólo recibe la información negativa que se publica en medios, si sólo le dan los datos de cuántos usuarios lo insultan en redes sociales, es lógico que reaccione como lo ha hecho en más de una conferencia mañanera. Si las advertencias son el pan de cada día, se entiende porque no se ha reunido con otros partidos o con miembros de la sociedad civil.

Asimismo, siendo López Obrador una persona casada con sus convicciones personales, es fácil hablarle en función de lo que quiere escuchar y conducirlo hacia la ruta que los miembros radicales de su equipo cercano quieren.

Por eso, hicieron a un lado la promesa de reconciliación, por eso no hay diálogo con la oposición, ni con empresarios que más de una vez han dicho que están desconcertados por los mensajes contradictorios que les envían desde el gobierno.

Por eso, los esfuerzos de personajes como Ricardo Monreal para aclarar y evitar más protestas por iniciativas como la que presentó hace poco Alfonso Ramírez Cuéllar o la de Dolores Padierna y la desaparición de fideicomisos.

Y en esta línea se entiende la protección y el apoyo que ha dado a miembros cuestionados de su gabinete como Manuel Barttlet o Sanjuana Martínez, ambos bajo el pretexto de que están combatiendo la corrupción.

Por eso también su negativa a aceptar temas como las violencia de género, que se expresó en marchas de repudio, o el desabasto de medicinas o la solicitud de apoyos del sector privado.

Con esto se puede avanzar en una agenda de cambios que se tratan de imponer a pesar del rechazo de distintos sectores sociales.

No se trata de validar intentos de golpes de Estado, ni mucho menos de pedir la renuncia del presidente, sino de encontrar los puntos en común para alcanzar acuerdos para beneficio del país, algo que molesta a los radicales de izquierda y de derecha que buscan que la polarización se mantenga para obtener unos cuantos privilegios.

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