A veces hay temas que nos piden volver una y otra vez, sobre todo cuando son conceptos nuevos, propios de la época que vivimos. Hoy la situación amerita un rápido breviario.
Robots. Si usted está leyendo, entonces NO es un bot
Bot es una palabra peculiar. Se le ha dado la acepción de referirse a usuarios de redes sociales a quienes les pagan por opinar a favor, en contra, o incluso atacar, ciertos temas, personas, u otros usuarios, todo siempre según lo requiera quien los contrata.
Error. Bot es la abreviatura de robot y es software, nunca una persona.
Los (ro)bots de redes sociales existen como una forma de ahorrar tiempo y simplificar tareas repetitivas, se basan completamente en software, programas y código, que aplican métodos de automatización para generar contenido.
En sí mismos los (ro)bots de redes sociales son inocuos, la tecnología no conoce de juicios éticos o morales. El problema es más bien cuando en su aplicación se abusa de estas herramientas para usos cuestionables o poco legítimos, como amplificar mensajes de manera excesiva o para generar una idea manipulada.
Sockpuppets. Las cuentas falsas
A las cuentas que se crean para parecer un usuario real, pero que no lo son, se les conoce como cuentas falsas o sockpuppets, cuentas títere, en referencia a las marionetas de calcetín.
Todas las plataformas de interacción social son susceptibles a este problema.
En el entorno social digital, a nivel global, posiblemente el mayor problema con el que se lidia es precisamente con la proliferación de las cuentas falsas porque son el elemento indispensable para tener acceso a otros métodos de manipulación. Este tipo de cuentas suelen crearse en paquetes exclusivamente para usarlas con este fin lo que las hace desechables, pero distinguirlas de usuarios legítimos es muy complejo.
Es necesario hacer énfasis en que no todas las cuentas falsas en las redes sociales son (ro)bots como popularmente se piensa.
Hay algunos rasgos que delatan la posibilidad de estar interactuando con una cuenta falsa:
Suelen ser cuentas que permanecen inactivas por mucho tiempo, puede ser años, pero de un momento a otro empiezan a interactuar y cuando lo hacen es de manera muy intensa; o lo contrario, son cuentas que de inmediato de creadas empiezan a interactuar.
Con frecuencia son cuentas que no han sido personalizadas por lo que no tienen imagen de perfil.
El nombre de usuario que presentan es breve y común, o no corresponde con el supuesto género de la cuenta, es decir, un nombre de usuario de un género y la foto de perfil (si la tiene) de genero distinto.
El contenido que publican es repetitivo sobre una misma temática, ya sea a favor o en contra, tanto que en algunos casos el contenido gráfico, videos o fotos, es el mismo una y otra vez.
Su factor de influencia tiende a ser nulo, es decir, no tienen seguidores o no siguen a nadie y su contenido no es replicado. O lo opuesto, el número de seguidos y seguidores es desproporcionado, pueden tener un muy alto número de seguidores y poco o nada de contenido publicado.
Cabe aclarar que no son rasgos que determinen de manera fehaciente que las cuentas que los presentan son falsas, o lo contrario, hay cuentas falsas que han “madurado” suficiente para ya no presentar esos rasgos de manera evidente.
Es un problema profundamente arraigado en el entorno social digital, que además tiene un uso aún más complejo.
Troles. Las turbas digitales
Producir cuentas falsas sirve para formar el inventario de un recurso necesario para manipular la conversación dentro de las redes sociales casi siempre con la finalidad de manipular la percepción de los usuarios reales. En algunos casos es cuando se conectan estas cuentas a algún sistema automatizado y operan como robots. Estos si son los tan populares “bots”.
Estos robots solo pueden generar contenido limitado en un cierto alcance y tipo de interacción. La piedra de toque es tan simple como que un robot no discute y si acaso algunos responden lo hacen de manera acotada porque no puede replicar a nada que salga del rango que tenga establecido.
El término “bot” suele aplicarse de manera equivocada para describir al troleo, que es el otro gran uso que le da valor a las reservas de cuentas falsas y sirve para sostener interacciones que irrumpen en la conversación de manera hostil.
El engagement antagonista, el troleo, tiene como objetivo conducir la conversación al irrumpir en ella para empujar el tren de ideas en un sentido distinto o definitivamente romperlo. La dinámica de troleo es realizada por seres humanos que recurren a la influencia hostil y la persuasión agresiva: coerción y coacción.
Las interacciones de coacción buscan presionar en forma de amenazas veladas o explícitas a quien difiere en opiniones e ideas. Es una forma de manipulación al persuadir de manera agresiva para tomar una postura en respuesta al ejercicio de la libre expresión de opiniones e ideas.
Pero el troleo es aún más grave como coerción. En el entorno social digital es una forma de censura, es el ataque constante, reiterado, desproporcionado e infundado, que busca callar voces y opiniones. Viene en forma clara de interacciones hostiles basadas en adjetivos, pseudoargumentos, descalificaciones, groserías y amenazas. No atiende la más mínima forma de razonamiento, es linchamiento digital.
Y hoy entonces, además de la necesidad de entender estos términos cabe también tener presente que se estudian como parte de las estrategias de manipulación digital que se han impulsado por todo el mundo. Las interacciones del entorno social digital son por si mismas un poderoso llamado a la acción, aunque en ocasiones ese llamado sea a desmovilizar, con la agravante que los convocantes sean las agencias del estado.
Hagamos red, sigamos conectados.