En mayo de este año, la Ciudad de México vivió varios días de alta contingencia atmosférica y política por la contaminación.
La explicación oficial fue que los incendios forestales habían disparado las partículas PM 2.5 (un término científico con el que nos familiarizamos en cuestión de horas).
El asunto implicó un costo político porque pronto se supo que se había recortado el presupuesto de la Comisión Nacional Forestal y esto posiblemente había impactado la prevención de incendios. La Conafor contestó que si bien le redujeron los ingresos, no recortó dicha prevención, sino que ahorró en gasto innecesario. El asunto quedó en el limbo frente a la magnitud del fuego en los bosques.
Los tropiezos para reaccionar frente a la contaminación significaron también un duro golpe político contra la Semarnat federal, no se diga contra el gobierno de la Ciudad de México que encabeza la doctora Claudia Sheinbaum.
Sin embargo, lo que no se dijo, es que además de los incendios forestales, hubo otro factor que incidió dramáticamente en la contaminación de esos días:
Una de las principales fuentes de expulsión de partículas PM 2.5 es la Comisión Federal de Electricidad, por sus plantas generadoras de energía eléctrica (de vapor, geotérmicas, hidráulicas, de ciclo combinado). Con la llegada del nuevo gobierno y los recortes presupuestales, según fuentes con acceso directo a estas decisiones, la CFE canceló la compra de los químicos anticontaminantes que suelen usar estas plantas para reducir su impacto ambiental.
Son diferentes tratamientos que se usan en las plantas y que tienen como objetivo mantener su operación dentro de los parámetros de las normas de Salud. Al dejar de adquirirlos, las emisiones llevan el 100% de los contaminantes, principalmente azufre y vanadio.
Al no controlar la emisión de estos contaminantes, se disparan los índices de mala calidad del aire y con ello las enfermedades que ocasionan. El azufre no solamente es dañino para los seres humanos, sino que tiene un impacto en la agricultura a través de la lluvia ácida. Súmele la emisión de óxidos de nitrógeno (NOx), una combinación de dos gases, que constituye la segunda causa más importante del efecto invernadero, destructor de la capa de ozono.
La suspensión del uso de dichos anticontaminantes, según me explican expertos en la materia, falta a los compromisos internacionales de México firmados en el Acuerdo de París y en el Protocolo de Kioto.
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