Tu naturaleza encuentra su cauce en el relente del agua dilatada. Mi sudor empaña tu reflejo, mientras intento beber de tu silueta, convertida en espejismo distante y anegado. Un sorbo de agua tocada por tu cuerpo, transpiración, lágrima, saliva, se convierte en una prueba contundente de la vida, un líquido que no tiene precio, porque su costo vital es impermeable. Soy un pedregal en espera de la lluvia que gotea desde las letras de tu nombre. Resbalas entre mis labios, fluyes, filtras, purificas, fundas cauces y modelas hondonadas. En tu ausencia soy un manantial inmóvil, un arcoíris en la sombra, la corazonada que anuncia el acabamiento del diluvio. Mientras tanto, soy el borroso habitante de lo más hondo de un pozo, memoria alumbrada por una vela que destila tu humedad entre mis dedos.