Durante gran parte de sus 32 años de existencia, La Jornada fue un diario de izquierda, progresista, en el que campesinos, trabajadores, estudiantes e intelectuales encontraron una plataforma para ser vistos y escuchados. Sus páginas estaban impregnadas de un espíritu antineoliberal y de libertad y justicia.
Esta es la gran paradoja: hoy, la dirección del periódico, cuya fundación levantó el entusiasmo de, por ejemplo, Gabriel García Márquez, aplica medidas neoliberales a sus trabajadores. De un golpe, mutiló unilateralmente el contrato colectivo de trabajo y recortó 45 por ciento de los ingresos de los sindicalizados.
Judith Calderón, secretaria general del Sindicato Independiente de Trabajadores de La Jornada (Sitrajor), aún no da crédito a la decisión de la empresa: “No puede derrumbar sus cimientos, hacerle esto a los trabajadores; está dinamitando la base, no sólo ideológica, sino de personal”.
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