Hay quienes comparan la acción de analizar, ponderar y valorar el trabajo periodístico con alimentarse de manera caníbal. “Perro no come perro”, sentencian, aludiendo con esta frase al supuesto imperativo (inventado sabe por quién) de que un periodista nunca debe criticar a otro.
Afortunadamente, los esfuerzos por analizar el periodismo desde una óptica ética se multiplican. Desde especialistas en detectar noticias falsas, pasando por expertos en deontología y hasta páginas donde hacen mofa de errores garrafales, el ojo de lectores y de otros periodistas está atento al quehacer de los profesionales de la información.
Pero esto no gusta a muchos, por supuesto a los que resultan ser blanco de críticas y, también, a los fans acérrimos de los periodistas criticados. Esto no debe ser, dicen, no es correcto que un periodista critique a otro. Es falta de solidaridad.
¿Por dónde empezar a desarmar semejante patraña? Veamos.
1.- Entre las cosas “realmente importantes” que el periodismo debe atender se encuentra, siempre, el ejercicio correcto del oficio de informar con precisión y ética. Mirar el acontecer social no excluye, en modo alguno, atender lo que ocurre entre nosotros. Es posible hacer las dos cosas.
2.- Observar, analizar y exponer los errores y hasta acciones dolosas de otros periodistas no lastima al gremio. Muy al contrario, lo fortalece. El periodismo es un oficio que se ha conformado mediante una combinación de acciones y reflexiones, ocurridas durante décadas. En un principio el periodismo no se regía por parámetros éticos y la necesidad de que éstos existieran se planteó de manera muy reciente.
3.- La primera responsabilidad del periodismo es con la sociedad, no consigo mismo. Esta profesión puede procurar muchas satisfacciones, entre ellas la visibilidad y el protagonismo del periodista, que fácilmente puede pensar que todo gira en torno a él, exactamente de la misma forma que pasa con los políticos, a los que frecuentemente se les olvida que son servidores públicos. No llegaré al grado de afirmar que el periodismo es un apostolado (hay quien así lo ha visto), pero definitivamente es un servicio a la sociedad.
4.- No estoy de acuerdo con eso de que “perro no come perro”, para empezar porque equipararnos con esos nobles animales es totalmente incorrecto, por muchos motivos. Pero sí estoy de acuerdo con la expresión “para que la cuña apriete, tiene que ser del mismo palo”. El análisis de la labor periodística debe hacerse desde el conocimiento que da el ejercerla. Sólo un periodista (o un experto en comunicación) puede valorar la labor de otro.
5.- Creer que opinar desfavorablemente sobre la labor de otro periodista es minar la profesión es, sencillamente, no entender nada. El debate, aún el más ríspido, aún el que se fundamenta en consideraciones que puedan ser rebatidas, siempre aporta a que la profesión siga viva, siempre vigilante de sí misma.
6.- Por ende, considerar que la solidaridad periodística es callar ante el mal actuar de un compañero, es darle otro nombre más amable a la complicidad. Es difícil, lo admito, dejar de lado los afectos que inevitablemente surgen entre compañeros que han trabajado juntos duras jornadas, para ponerse en un plan crítico. Pero puede y debe hacerse.
7.- Defender la profesión no es cerrar los ojos ante las faltas éticas o ante los errores de ejecución del oficio. Defender la profesión es procurar la seguridad física para el ejercicio del trabajo, aprender más sobre el negocio y las empresas periodísticas, facilitar la capacitación del periodista, luchar por mejores salarios y siempre estar pendientes de las acciones de los gobiernos y algunas empresas privadas que buscan limitar la libertad de expresión.
8.- Señalar que cuando un periodista critica a otro lo hace, sencillamente, por envidia, es de un reduccionismo patético y lamentable. Las envidias existen en este ámbito, qué duda cabe, pero es muy fácil distinguir un análisis ordenado, basado en datos, de aquella mera opinión visceral que profiere ofensas y no ofrece sustento.
Conclusión
La solidaridad entre colegas es imprescindible, pero no debe confundirse con el silencio cómplice. El apoyo, la colaboración se puede dar de múltiples maneras: uniéndose en el activismo a favor de los mecanismos de protección profesional, favoreciendo la conformación de planes de estudio apropiados, apoyando a las nuevas generaciones, compartiendo conocimiento en materia de investigación, uso de herramientas digitales, coberturas.
Callar un error, aplaudir la imprecisión, celebrar el desequilibrio, sumarse a la cargada o a la consigna… Todo eso es dañar al periodismo.
Quienes nos dedicamos al análisis de medios debemos ser muy estrictos con nosotros mismos para evitar ser más permisivos al estudiar el trabajo del amigo o volvernos feroces contra quien no es de nuestros preferidos. Las amistades y enemistades nublan la objetividad, meta inasible (quizá imposible), pero irrenunciable, de la labor periodística.
Con pocas excepciones, todo periodista tiene una mayoría de aciertos y si bien es imposible llevar cuenta de todos al analizar la labor de un colega (porque finalmente, hacer las cosas bien es nuestra obligación y no debemos esperar el aplauso por ello), es de gente bien nacida reconocer el logro en el otro, aunque existan importantes distancias ideológicas, las más difíciles de salvar.
Naturalmente, un periodista, cuando se vuelve observador del trabajo de los demás, abre la puerta de manera total a que su trabajo se analice también de manera descarnada.
Quienes así lo hacemos lo tenemos claro y renunciamos a ser considerados por motivo de las amistades que tenemos aquí y allá. Esto no significa, naturalmente, que admitamos las falsas acusaciones, tanto como sabemos que nuestra valoración no siempre será aceptada.
Y está bien que así sea.