El María Moliner fue para generaciones de españoles la manera de llamar coloquialmente al Diccionario de uso del español, colosal obra lexicográfica que desde la soledad y la constancia construyó esta mujer nacida en Paniza (Zaragoza), en 1900, y fallecida en Madrid, en 1981. Formada en las ideas liberales y laicas de la Institución Libre de Enseñanza, comprometida con la II República a través de las misiones pedagógicas, degradada por ello en el escalafón funcionarial por el franquismo y descartada para ingresar en la Real Academia Española en 1972, María Moliner ha sido homenajeada este lunes por el Círculo de Bellas Artes, de Madrid, en una jornada que ha finalizado con un coloquio sobre el lenguaje, moderado por la filóloga y poeta Amalia Iglesias, con la participación del lingüista Manuel Alcántara, la filóloga Susana Guerrero y Valeria Ros, humorista y presentadora del programa La lengua moderna, de la cadena SER.
Poco antes de la mesa redonda Con M de Moliner: la lengua a debate, Iglesias declaraba a EL PAÍS que, además del diccionario, “que ella concebía como algo orgánico”, Moliner ayudó a abrir “un centenar de bibliotecas en la España rural para reivindicar los valores de la cultura, que ella consideraba instrumento de paz y progreso”. “Era una sabia para quien la precisión en las palabras era un primer compromiso para mejorar el país”.
Fue a comienzos de los cincuenta cuando, “desde su exilio interior”, Moliner “luchó por la cultura mediante su diccionario, realizado con fichas diminutas”, publicado en 1966 por la editorial Gredos y que lamentablemente no está en la Red. Una obra en la que “evitó palabras malsonantes; seguro que hoy estaría horrorizada por el uso de exabruptos e improperios en los medios de comunicación y hasta en los poemarios… una costumbre que me recuerda a una llamada de atención infantiloide”, agregó Iglesias.
Alcántara, especialista en el lenguaje de las nuevas tecnologías, se refirió a Twitter como un “altavoz sobredimensionado” y sobre los neologismos tecnológicos alertó de los que se forman “con intención publicitaria, como nube, que es un servidor que consume una cantidad de energía brutal y suele estar en búnkeres; es lo menos parecido a una nube”.
Guerrero, profesora de la Universidad de Málaga, señaló que “el lenguaje inclusivo está en construcción en España y ha llegado más tarde que en otros países de Europa”. Y distinguió “entre las formas desdobladas del lenguaje, que puede ser tedioso, y el lenguaje inclusivo, que ha llegado para quedarse y lo decidirán las futuras generaciones”. Mientras que Ros lamentó que incluso con el humor “hoy haya que ser políticamente correcta”.
Todos los participantes elogiaron a Moliner, que trabajó 15 años, 10 horas al día, en los dos tomos y 3.000 páginas de su diccionario, “una proeza con muy pocos precedentes”, como escribió el premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez en EL PAÍS en 1981. “Escribió en su casa, con su propia mano, el diccionario más completo, más útil, más acucioso y más divertido de la lengua castellana”, dijo García Márquez de una obra que contiene definiciones, sinónimos, expresiones, frases hechas, familias de palabras… “Un diccionario que recogía las palabras que se usaban, ella decía que las tomaba al vuelo”, agregó Iglesias.
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