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domingo 22 diciembre 2024

Ideología u ocurrencias

por Armando Reyes Vigueras

Hay algo en el gobierno de López Obrador que si bien es motivo de interés, no ha sido analizado lo suficiente para revelar hacia dónde –si es que en verdad tiene destino– se dirige la actual administración federal. Se habla de que es un gobierno sustentado en una ideología concreta, de ahí que se hable de un cambio de régimen o, incluso para algunos radicales, el inicio de una revolución, pero después de escuchar algunas declaraciones mañaneras da la impresión que son las ocurrencias el motor del lopezobradorismo.

Ideas, u ocurrencias, al vuelo

Hay expresiones del presidente que no sólo llaman la atención, sino que preocupan por lo que representan en términos de la labor de gobierno o de las decisiones que se desprenden de ellas.

Un ejemplo lo tenemos en el anuncio del acuerdo entre el Consejo Mexicano de Hombres de Negocios (CMHN) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para apoyar a empresarios que se han visto afectados por el Covid-19. Si bien esto no implicaba recursos públicos y sólo requería del aval del gobierno federal, vía la Secretaría de Hacienda, la reacción de López Obrador fue llamativa y preocupante:

“De acuerdo a la experiencia, aunque sea para apoyar a la pequeña empresa, para el crecimiento económico, aunque sea utilizado para crear empleos, lo que está demostrado es que esos rescates de arriba son equivalentes a corrupción, son sinónimos de corrupción”, dijo en abril pasado.

FOTO ORIGINAL: GALO CAÑAS /CUARTOSCURO.COM

¿Cómo un acuerdo entre organismos puede ser un acto de corrupción? No lo sabemos, pues el razonamiento para sustentar esta afirmación no se ha dado a conocer, aunque sí una serie de lugares comunes que vienen siendo utilizados desde la campaña electoral –cualquiera en la que haya participado el actual mandatario–.

Otro ejemplo lo tenemos con las marchas que vandalizaron calles de la capital del país. Ante los destrozos y las agresiones que ciudadanos y negocios de la Ciudad de México sufrieron, la respuesta del presidente fue que ahora no se reprimía.

De nada sirvió que muchas personas pidieran protección a sus personas y bienes, ante el embate de grupos que buscaban generar violencia y manchar las causas que motivaron las protestas, pues el presidente no salió de su dicho: ahora no se reprime, aunque tampoco se protege a ciertos sectores sociales.

En una reciente plática que sostuve a manera de entrevista con Juan José Rodríguez Prats, para otro medio, el también tabasqueño me decía que “parece que Andrés Manuel piensa que hacer negocio es algo malo”, por eso su oposición a permitir la participación privada en sectores que él considera prioritarios.

El problema, reflexionó Rodríguez Prats, es que estamos en un país capitalista en el que los negocios son el centro de la actividad económica, así que se preguntó cómo le vamos a hacer para salir adelante si los negocios son mal vistos por el presidente y bloqueados por sus empleados.

Aunque también tenemos que recordar que hasta los hijos del presidente tienen negocios propios, ¿le platicarán que va bien la venta de cerveza y chocolates, de las ganancias obtenidas?

Otro ejemplo de este tema lo tenemos con relación a la pandemia y las medidas que se deben tomar para reducir su impacto.

El 24 de julio, López Obrador afirmó que el beneficio del uso del cubrebocas como medida de prevención del Covid-19 no está científicamente demostrado, a pesar de que Hugo López Gatell –con todo y sus contradicciones– lo había recomendado e, incluso, el secretario de Hacienda, Arturo Herrera, lo estaba considerando como parte de la reactivación económica.

Pero en donde salen a relucir la manera presidencial de ¿pensar? Es con relación al tema del petróleo.

Para Gonzalo Monroy, especialista en el tema, la idea de AMLO sobre Pemex se puede resumir en lo que él llama el “paraíso perdido”.

“Lo que ha hecho el presidente, es tomar el tema petrolero como un estandarte de identidad nacional. El asociar la soberanía a un recurso, a un producto como cualquier otro, es lo que nos lleva a algo más profundo: es lo que llamó el paraíso perdido, que es cuando es un joven adulto y le tocan varios elementos clave en su formación, que dejan una gran huella en él. El primero se da a principios de la década de los años 70 como representante popular del PRI ante las comunidades de Tabasco, cuando le toca ver el boom petrolero con el descubrimiento de varios campos, era una época en la que Pemex estaba entrando en quiebra, se importaba petróleo y esos descubrimientos le dan la vuelta a dicha situación; Andrés Manuel le toca ver como nacen ciudades, como Nuevo Pemex.

“Esta impresión de que Pemex puede llevar el progreso y el bienestar a las comunidades, permea muchísimo en él y fija sus expectativas. Cuando dice que el petróleo es la palanca de desarrollo, nadie lo va a convencer de lo contrario porque él ya lo vio, fue una experiencia vivencial, no va a haber forma que le digan que no”, explica Monroy.

Con esto se entiende su necedad en meter dinero a Pemex –que no invertir–, a pesar de que las pérdidas crecen cada día.

Pero no podemos esperar otra cosa de quien aseguró que gobernar no tiene gran ciencia.

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