No es descabellado preguntarse si los Estados Unidos de Trump caminan hacia un régimen tiránico, si tenemos en cuenta que sectores de su Administración y él mismo están crecientemente ignorando los límites que los padres fundadores impusieron en 1776 al poder ejecutivo del presidente, con el fin, precisamente, de impedir el surgimiento de la tiranía.
Recientemente ha habido dos iniciativas en esa línea, que han protagonizado el propio Trump y su secretario de Estado, Mike Pompeo. Por un lado, la Casa Blanca ha contactado con un personaje de la época de Bush a no olvidar. Se llama John Yoo. Su currículum lo dice todo. En agosto de 2002, siendo fiscal general adjunto, publicó un documento oficial en el que decía: “La necesidad o la defensa del país pueden justificar métodos de interrogatorio que podrían violar la prohibición penal de la tortura”. En aquellos años, Alberto Mora, un funcionario consciente de las advertencias de los padres fundadores, libró una trascendental batalla contra quienes sostenían que el presidente —en función de una supuesta “doctrina de la necesidad”— podía convertir lo ilegal en legal.
Idea que sostenían determinados funcionarios (y políticos) del Ministerio de Justicia, que argüían que la capacidad de Bush de comandante en jefe para fijar el sistema de interrogatorios primaba sobre los tratados internacionales y las propias leyes federales. En 2006, Alberto Mora pregunta formalmente a John Yoo: “¿Está usted afirmando que el presidente dispone de autoridad para ordenar la tortura?”. Yoo, impávido, lisa y llanamente, contesta: “Sí”.
Al igual que en 2006 con Bush, John Yoo ha trasladado a Donald Trump el mensaje de que, en función de sus necesidades, puede ampliar sus poderes ejecutivos. Numerosos constitucionalistas y activistas pro derechos humanos norteamericanos acaban de denunciar que este curso de acción es signo inequívoco de que Trump está listo para servirse de esta interpretación in extenso de los poderes presidenciales para suprimir los derechos constitucionales básicos. Uno de estos prestigiosos constitucionalistas, Laurence Tribe, catedrático en Harvard, ha declarado recientemente: “Así es como empieza todo. El hambre dictatorial por el poder es insaciable. Si ha existido una ocasión para una desobediencia civil activa y pacífica, este es el momento”.
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