Se agradece el striptease del hablador incontinente. No es que haya revelado algo que no supiéramos, al contrario, confirmó lo que hemos venido diciendo: la “transformación” es en realidad un ajuste de cuentas sin otro horizonte que la concentración del poder sin contrapesos.
El retorno a la Presidencia Imperial está caminando de la mano del pensamiento único y el culto a la personalidad. La experiencia histórica nos dice que eso lleva a la persecución de la disidencia.
El ogro vuelve a asomar la cabeza, pero ahora sin filantropía. Las permisibilidades de antaño no tienen cabida en las formas rupestres de un régimen que ve en cada discrepancia, revelación periodística o crítica una amenaza a su hegemonía política. En el estás conmigo o contra mí del Presidente hay un mensaje inequívoco: gobierna solo para los suyos y busca barrer a quienes no lo son.
Si el régimen posrevolucionario encontraba su legitimidad en aquella irrupción armada con su ecléctico panteón, el que hoy se está instaurando lo hace en la lucha contra el pasado reciente desde un supremacismo moral decretado por su líder. Por eso primero recurre al escarnio. Quien discrepa es identificado con la corrupción mediante calumnias y para eso echan andar la maquinaria de propaganda que arranca con la mañanera.
La palabra “conservador” ya no es caracterización política, sino estigma. El presidente Andrés Manuel López Obrador se congratula de una nueva etapa histórica indicando a quiénes hay que combatir, no hacia dónde debe ir el país. Paco Ignacio Taibo II expresó de manera elocuente e inequívoca esa pulsión autoritaria que los mueve. ¿Para qué es el poder si no para vengarse?
Del “se las metimos doblada, camarada” al “más les vale que se queden en su esquina o que vayan cambiando de país” sólo existe el tránsito del triunfo electoral al gobierno. El ego y el hígado presidencial marcan la agenda pública. En la inquina contra Enrique Krauze y Héctor Aguilar Camín presentan como oprobioso lo que es legal.
Cierto que la discrecionalidad en la asignación de publicidad oficial es perniciosa y lo correcto sería regularla con parámetros objetivos y consensuados. Pero eso no ha cambiado con la actual administración. Cuando uno de los conductores de la viral entrevista preguntó a Taibo sobre eso y los más de 251 millones que recibió La Jornada en 2019, el doble que Letras Libres y Nexos obtuvieron entre ambos si sumamos los doce años revelados por el Presidente, dijo que ellos no eran “Caperucita Verde sino Caperucita Roja”, es decir, que el poder es para beneficiar a los propios. El cinismo lo llevó a confirmar que en realidad son la caricatura de lo que denuncian con el sambenito de “gobiernos anteriores”.
Desde la Presidencia se establece la discusión en blanco y negro, sin problematizar, proscribiendo grises y matices. El tema de los intelectuales y el poder es polémico desde hace más de un siglo y tiene muchas aristas como para resolverlo con anatemas y sin reparar que los inquisidores reproducen, y de manera más burda e incluso ilegal, lo mismo que cuestionan. Baste ver lo revelado por Hernán Gómez respecto al manejo discrecional y opaco de Gibrán Ramírez con el presupuesto de la CISS.
La pluralidad, calidad, profundidad y filo crítico de los textos publicados en Nexos y Letras Libres a lo largo de su historia está acreditado y es corroborable en cada número. El hostigamiento que hoy padecen no puede separarse del que reciben de parte del Ejecutivo otros medios y periodistas. Llamar “pasquín inmundo” a un diario por revelar el desfalco de un Cabildo obligado a renunciar, sólo porque ahí despachaba la cuñada del Presidente, es un presagio ominoso.
El director del FCE exhibió intolerancia cuando su cargo requiere apertura, respeto e inclusión hacia las distintas formas de pensar. Si alguien ha gozado de privilegios es él, al grado de que se modificó la ley para que pudiera ser nombrado y encontró en México un lugar para desarrollar sus talentos, siendo hijo de asilados. Pero lo peor es que cruzó una línea roja al reproducir la hedionda propaganda antisemita, negándole ciudadanía y patria a Enrique Krauze. Paco Ignacio Taibo II debe renunciar.
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