La presidencia de Donald Trump llegó a su fin. Ha sido, hasta ahora, el populista más poderoso. Una de las últimas películas para públicos alrededor del mundo, que todavía alcanzó a estrenarse antes de la pandemia, quizá ofrece evidencia de la amenaza persistente del populismo. Dirigida por Jay Roach, El escándalo (Bombshell, 2019) parecía tener razones para el éxito en taquilla. Su elenco prometía atraer espectadores: Charlize Theron, Nicole Kidman y Margot Robbie. Además, su trama —dramatización de hechos de acoso contra mujeres en un medio de comunicación estadounidense—, parecía a tono con sucesos protagonizados por mujeres a últimas fechas, como la marcha del 8 y el paro del 9 de marzo de 2020 en México. Sin embargo, la película prácticamente pasó desapercibida.
Hay razones para ello. Una es que hace falta tener al menos una noción del perfil derechista del canal de noticias Fox News, en que se desarrolla la historia de El escándalo. Sólo así se comprenden las inclinaciones políticas de los personajes y cómo estas posiciones chocan con las identificaciones sociales y políticas no sólo de gente de izquierda sino hasta de centro y centro derecha —un personaje, por ejemplo, tiene que disculparse asegurando que comer sushi no es de izquierdistas. Otra razón es que en la película hay una verbosidad acentuada. Demasiado depende de los diálogos, lo que cinematográficamente resulta, al menos en este caso, una debilidad y suma a las barreras de la película. No es que se trate de una cinta de gran elaboración intelectual, es un producto de entretenimiento con rasgos —como su musicalización convencional—, que suelen ser efectivos para atraer públicos. Es por esto que me interesa especular sobre un posible vínculo entre el ambiente populista de nuestro tiempo y la escasa atención que tuvo El escándalo.
Las tres populares actrices interpretan a periodistas de Fox News. Theron representa a Megyn Kelly, Kidman a Gretchen Carlson y Robbie está en el papel de una ficticia aspirante a lectora de noticias: Kayla Pospisil. Según el filme, en el contexto reaccionario de Fox, Kelly y Carlson a momentos fueron vistas como feministas, por gestos mínimos como mostrarse sin maquillaje en alguna ocasión. Kelly, en particular, tuvo una disputa real con Trump, por hacer una pregunta sobre su misoginia, al moderar un debate en que el populista buscaba la candidatura presidencial. En uno de sus arranques en Twitter, Trump escribió que Kelly era “demasiado atractiva para ser inteligente”. Así, El escándalo toca el prejuicio que divide el atractivo físico femenino de la posibilidad de inteligencia. A Carlson la oímos recordar que le dijeron: “Eres atractiva, pero muy difícil”. Hasta aquí parecería que la película hace un planteamiento típico en que buenos y malos son fácilmente distinguibles.
El retrato de Fox News ahonda en ello. Carlson, la referente real y su dramatización, es simultáneamente egresada con honores de Stanford y reina nacional de belleza en Estados Unidos. Ella comparte con sus abogados que Roger Ailes, el director del canal afirmaba, entre bromas y veras, que “To get ahead you gotta give a little head” (Para avanzar, hay que bajar). Carlson también asegura que había una sexualización excesiva de las mujeres en Fox —nótese como esto no es siquiera un auténtico tema de debate público, a pesar de lo notorio del fenómeno en la televisión mexicana. Cuando Carlson es finalmente despedida, ella demanda por acoso a Ailes. Kelly revela que 10 años antes ella también fue acosada. Estamos ante un relato sobre poner fin al abuso de los hombres de Fox.
El villano de El escándalo es el decrépito Ailes —cofundador de Fox con Rupert Murdoch, un magnate global de medios de comunicación. La película apunta que Ailes pedía a las futuras presentadoras que giraran frente a él mostrando su cuerpo —con la excusa de que se trataba de un medio visual. Eso era apenas el comienzo de las agresiones. Conforme avanza la demanda de Carlson surgen más denuncias. Se descubre que había solicitudes sexuales explícitas de Ailes para sí mismo, que otros directivos actuaban de manera semejante y que llegaba a haber instrucciones de tales hombres a las mujeres para acostarse con otros hombres. Aun así, una de las compañeras del canal expresa que todas se habrían beneficiado de la atención que se ponía a su apariencia. La institucionalización del sexismo se concretaba en escritorios transparentes que mostraban los cortos vestidos de las conductoras.
El tema de la película —la toma de acción de las mujeres ante un acosador—, es de justicia indiscutible. Asimismo, es un asunto atractivo para quienes se identifican como progresistas. Pero el personaje principal, Megyn Kelly, no les resulta simpático. A Kelly la oímos, como efectivamente ocurrió, argumentar que Jesús de Nazaret habría sido un hombre blanco —cuando, por supuesto, fue un semita de Oriente Medio, no un europeo. El escándalo también sugiere la comunicación continua entre Murdoch y Trump. El bando en que se encontraban las protagonistas no era, pues, impoluto.
En la manipulación populista la descalificación moral del oponente es la dinámica realmente existente. En lo últimos meses hubo mexicanos, que se identifican como libertarios, que apoyaban a Trump, en oposición a Biden —un socialdemócrata bastante moderado—, como si se tratase de un socialista. En vez de condenar el autoritarismo de Trump, caían en el típico juego de polarización del populismo. Sospecho que El escándalo no entusiasmó a los izquierdistas porque estos desprecian a víctimas que no consideran respetables y porque los derechistas vieron a esas víctimas como traidoras. La respuesta no tiene que estar en un punto medio, pero definitivamente se encuentra fuera de la lógica del populismo y de los grupos que caen en ella, perdiendo de vista incluso las causas sociales y políticas por las que luchan.
El escándalo está disponible en Prime.