Tal como ha hecho de manera reiterada respecto a diversos medios de comunicación, incluyendo etcétera, Marco Levario Turcott difundió hace un par de días las ganancias por concepto de contratos gubernamentales (de publicidad y otros rubros) que obtuvo la revista Letras Libres durante los sexenios de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto.
Que el director de esta casa editorial difunda esta clase de datos no es algo inédito. Lo ha hecho, por ejemplo, con La Jornada, para señalar que es el medio que más publicidad oficial ha recibido durante esta administración y que también fue muy favorecida durante el sexenio de Enrique Peña Nieto.
Así, el sábado 6 de febrero, mediante su cuenta de Twitter, Levario Turcott informó, a partir de datos públicos, que durante el sexenio de Felipe Calderón Letras Libres, dirigida por Enrique Krauze, ganó 40 millones 045 mil 555 pesos y durante el sexenio de Enrique Peña Nieto ganó 34 millones 491 mil 999 pesos. De las dos empresas de Krauze, el tuit menciona tan sólo a Letras Libres, que es producida por Editorial Vuelta.
En realidad, durante el sexenio de Peña Nieto Krauze ganó mucho más, ya que hay que considerar también a Editorial Clío. Así durante el sexenio de Enrique Peña Nieto, las dos empresas de Krauze, Editorial Clío y Editorial Vuelta (que edita Letras Libres), facturaron en conjunto 87 millones 402 mil 316 pesos.
Una acotación: hay otros comunicadores que obtuvieron elevadas ganancias durante el mencionado lapso de 2013 a 2018. Aunque Krauze es uno de los que más ganó, no podemos dejar de mencionar a Federico Arreola y a Beatriz Pagés, por ejemplo.
La furibunda reacción
No obstante la corrección de los datos, el tuit de Marco Levario —que también mencionó las ganancias de la revista Nexos, de Héctor Aguilar Camín— provocó airadas reacciones entre amigos y simpatizantes de Enrique Krauze. Es importante señalar que nadie, empezando por el propio Krauze, negó la veracidad de las cifras.
Pero, incapaces de desmentir, optaron por preguntarse los motivos del “ataque”, ya que en sus limitadas mentalidades no cabe la posibilidad de la existencia de la crítica frontal, racional, propia de un intercambio público democrático.
Así, les dio por cuestionar lo mismo las razones que los sentimientos del periodista. Cosa que, sobra decirlo, jamás han hecho cuando Levario ha hablado de los ingresos de La Jornada o de otros medios. Al contrario, han celebrado, ahí sí, su “objetividad”. Objetividad que a sus ojos desaparece cuando exactamente la misma labor se dirige a quien, por lo que sea, goza de su simpatía.
Algunos, entre ellos María Elena Pérez Jaén, incluso cayeron en la puerilidad de afirmar que divulgar el dato era muestra de “envidia”. Nada menos que una ex comisionada del IFAI (hoy INAI) se mostró molesta por un acto de transparencia, sin ver el valor que éste implicaba. En ella pudo más la víscera que el dato duro. Pesó más su preocupación de que Krauze resultase vulnerado por algo que es verdad que la defensa de la transparencia. ¿Por qué?
Acusar a alguien de envidia es el nivel más ramplón del cuestionamiento. Indica total carencia de habilidad de análisis, incapacidad para contextualizar, para profundizar en matices y derivaciones.
María Elena también acudió al bobo recurso de publicar copias de pantalla de antiguos tuits en donde Marco Levario le expresa a Krauze su solidaridad y cariño. “Se te cayó este tuit”, le puso. La respuesta del periodista (“Todos mis tuits los sostengo”) y la afirmación de que una actitud auténticamente crítica permite coincidir y disentir, sin ataduras, dejó a Pérez Jaén callada. Ese fue el alcance de su capacidad argumentativa.
Ataques desde el poder vs. críticas desde la prensa
También surgieron quienes acusaron al director de etcétera de hacer lo mismo que hace Andrés Manuel López Obrador, quien, en mayo de 2019, exhibió a muchos periodistas, entre ellos Enrique Krauze, como “chayoteros” divulgando los elevados contratos que celebraron con anteriores administraciones. Esta clase de transparencia es correcta, necesaria y digna de encomio. Pero jamás viniendo de un presidente.
Quienes equiparan ambos hechos son personas que no distinguen la enorme distancia entre el dicho de un presidente y el dato divulgado por un analista.
Personas que ignoran que, mientras un presidente de la República transgrede sus funciones al exhibir las ganancias de los periodistas que lo critican (ya que exacerba el linchamiento en su contra debido a que tiene consigo todo el poder del Estado), un periodista cumple su deber cuando informa de lo mismo.
No faltó quien recordara (y con fundamento) que en México todos los medios de comunicación necesitan publicidad oficial para sostenerse. Es el caso de todos, reitero, este medio incluido. ¿Contradicción? Para nada. Pero para entenderlo se requiere ejercer el pensamiento y la honestidad intelectual. De hecho, etcétera ha sido el único medio que durante toda su trayectoria ha pugnado porque se establezcan reglas clara y precisas sobre la asignación de publicidad oficial
Los amigos del historiador Krauze también señalaron, en diversos tuits, que una empresa cultural o un medio de comunicación tiene derecho a ganar dinero, y que los contratos con el Estado están permitidos por la ley. Y que en la ley nada impide facturar al Estado muchos millones o venderle, como hizo Letras Libres, 7 mil 500 suscripciones al año durante todo un sexenio.
Es verdad. Es legal. Pero a lo legal siempre se debe acceder por vías éticas.
Y es aquí donde está el punto neurálgico: para acceder a contratos totalmente legales, Enrique Krauze ha tomado diversos atajos éticos. Atajos que atentan contra su propia labor, por lo demás espléndida, de analista político e historiador y también, de creador de productos culturales.
El análisis de diversos escritos suyos, sumamente conocidos, puestos en el contexto histórico correspondiente, lo muestra.
Krauze: publicidad oficial, legalidad y ética
Ante la ausencia de una legislación que asegure que la asignación de publicidad oficial en México evite criterios de discrecionalidad, el espacio de operación que permite acciones poco éticas es muy amplio.
Nadie podría dudar de la legalidad de que la Secretaría de Cultura adquiera libros o revistas culturales, para distribuir en bibliotecas o en dependencias del Estado. Va acorde con sus funciones.
Pero cuando dichas adquisiciones se realizan a una empresa que de por sí cuenta con elevados ingresos, que cada año recibe fuertes contratos del propio Estado, que cuenta con múltiples clientes privados y está bien colocada entre las élites, es necesario analizar la naturaleza de esa decisión. Por más que cumpla con todos los criterios que puedan exigir las normativas.
Si el dueño de una empresa así (empresas como Letras Libres o como Clío) es, coincidentemente, uno de los escritores y analistas políticos más influyentes de toda América Latina, la cosa cambia.
Si este escritor suele tener relaciones cordiales con miembros de la alta clase política y empresarial, desde presidentes de la República hasta algunos de los hombres más ricos de México, está plenamente justificado que el periodista (en este caso Marco Levario Turcott) ponga en duda, si no la legalidad, que hasta donde sabemos es innegable, sí la corrección ética de los millonarios contratos con que el historiador ha sido beneficiado.
Dicho en otras palabras: es justo que se ponga bajo la lupa, no sólo los contratos en sí, sino también si la asignación de dichos contratos ha sido influida por:
1.- La red de relaciones de alto nivel que ha construido Enrique Krauze a lo largo de las décadas. Por ejemplo, él mismo ha referido que al menos en una ocasión, fue convidado a comer o cenar por el expresidente Carlos Salinas de Gortari. Definitivamente, no todos los empresarios culturales son invitados, así sea una sola vez, por un presidente.
2.- El poder que tiene para incidir en el debate y la opinión públicas debido al capital intelectual que ha acumulado por medio de sus artículos, libros y las mencionadas relaciones. Indudablemente, este poder lo hace un aliado deseable para miembros de la clase política y empresarial.
3.- Su gran capacidad de reelaborar la realidad por medio del lenguaje. Esto es, poner bajo una luz favorable casi cualquier cosa, y, elegantemente, dar el “beneficio de la duda” a los políticos, antes de que demuestren si valen medio cacahuate.
Por ejemplo, el bien conocido artículo del año 2000 titulado Fox, liderazgo sin caudillismo, que Krauze publicó en El País, es una tersa y fervorosa semblanza/predicción del entonces presidente electo, a quien le reconoce cualidades inexistentes y le augura acciones exitosas que nunca ocurrieron. Y que, hay que decirlo, no había manera de pensar que ocurrirían, pues Fox siempre dio muestras de que sería el aturdido presidente que fue.
Hay otro, aún más entregado, dedicado a Ernesto Zedillo: Un digno expresidente.
Cito del texto sobre Fox:
Fox tiene una visión de México y la ha sabido transmitir. Su experiencia empresarial le servirá para introducir una tabla racional de prioridades en la agenda del país y un riguroso sentido de contabilidad -no se diga de limpieza- en los manejos públicos (en esto, hay que subrayarlo, Ernesto Zedillo se le ha adelantado en el camino: su honestidad personal ha sido absoluta). Será un promotor recorriendo el país, un presidente en campaña, un animador del trabajo, la inversión, la educación y la concordia. Para lograr su objetivo, deberá delegar con sabiduría: lo hará, seguramente, en el gabinete económico, que seguirá las pautas de sensatez fiscal que imponen la realidad y los tiempos.
¡Cuántas cualidades halló Krauze en el Fox recién electo! Desde sabiduría hasta limpieza en el manejo del dinero público.
Pero ya fuera del poder Fox, a Krauze se le acabó el encanto. Mientras que en el 2000 Fox era para él todo un líder de gran carisma, en el 2010 lo evaluaba como un presidente de “frivolidad desconcertante”. Fox fue el mismo desde el principio. ¿Qué había cambiado? Que ya no tenía el poder. El poder de influir a favor de Krauze, afirmo.
Algo similar hizo con Felipe Calderón, a cuatro años de iniciado su sexenio. Una de las políticas más cuestionadas de ese gobierno fue la llamada “guerra contra el narco”. Para el 2010, ya estaba más que demostrado que la ejecución de la estrategia había sido todo menos acertada. Aun así, en un capítulo escrito para un libro editado por el gobierno mexicano (Historia de México) con motivo del bicentenario, el historiador dijo que el panista había dado “los mejores resultados de la historia” en materia de combate al narcotráfico.
Krauze también fue halagador con Salinas, pero también se le pasó y luego lo convirtió en motivo de toda una narrativa que le dejó grandes dividendos morales y monetarios.
En el quinto año del sexenio salinista, el balance de Krauze era totalmente favorable: “Si Salinas de Gortari propicia con el mismo denuedo de su reforma económica un sexto año de pulcritud electoral y madurez política, entrará a la antología presidencial con cartas fuertes: ser el único Presidente de México que ha logrado reformar a un tiempo la economía y la política”.
No abundo más. Mejor refiero al lector directamente a la lectura de diversos artículos relevantes, cuyos enlaces pondré al final de este texto.
Conclusión
Es bien sabido que Enrique Krauze es uno de los villanos favoritos de cierto sector político. En el presente, ese sector está lidereado por Andrés Manuel López Obrador.
De manera más que deleznable, el presidente ha atacado con vileza al historiador, usando el peso de su investidura. Se le ha difamado y calumniado. Eso es inadmisible y nos hemos opuesto. Viniendo de un presidente, tales señalamientos nunca son crítica o “libertad de expresión”, siempre son amenazas.
Pero oponerse a que un jefe de Estado tupa de calificativos a un escritor o a cualquier medio o periodista no significa que desde el periodismo se abdique de una obligación fundamental: la de la crítica hacia ese mismo escritor, hacia cualquier periodista o hacia cualquier medio. La crítica no es ataque.
Viniendo de un igual, de otro escritor, de otro analista, el divulgar el dato, hacer el cuestionamiento, lanzar la pregunta, confrontar y transparentar no sólo es éticamente apropiado. También es un deber. Un deber que tenemos con la democracia mexicana, de la que Krauze se ha querido vender como adalid, como EL ideólogo.
Llama la atención que alguien que ha reflexionado como pocas personas sobre la democracia —su evolución, trasfondos y perspectivas— sea tan poco proclive a que los valores de la democracia sean rasero para su propio actuar público y profesional. Es una doble moral.
Así, poco favor le hacen a Krauze quienes, con santa indignación cuestionan a Marco Levario por cuestionarlo.
Hacen pensar que le quieren ayudar al influyente historiador a ocultar algo. ¿Es así?
Enlaces:
Antologismo presidencial | Enrique Krauze
https://elpais.com/diario/2000/07/09/internacional/963093618_850215.html
¿Qué le queda a Salinas? | Enrique Krauze
https://elpais.com/elpais/2012/03/21/opinion/1332360510_618394.html
https://archivo.eluniversal.com.mx/nacion/177258.html
https://www.jornada.com.mx/2010/04/24/politica/012n2pol