El Presidente alertó la semana pasada sobre dos muy serios problemas que seguramente se vendrán en el corto plazo: una tercera ola de contagios de coronavirus y una serie de nuevos problemas económicos para el país.
A López Obrador no le da por colocarse bajo escenarios límite o adversos en y para su gobierno, más bien trata de tener un discurso positivo y propositivo en el que busca encontrar los lados luminosos de su gobierno. Parte del supuesto de que a partir de su gestión, el país está entrando en otra etapa.
Sin embargo, la cuestión está en que en el terreno de los hechos, seguimos lejos de que el discurso alcance y transforme la realidad como lo viene pregonando regularmente el mandatario.
Sin dejar de reconocer la nueva dinámica en la que hemos entrado, todavía nos encontramos lejos de poder hablar de una transformación de la terca realidad. No se pasa por alto que un proceso de cambio como el que quiere López Obrador requiere de tiempo, análisis, consensos y grandes voluntades, los cuales no llegan necesariamente a través de los votos obtenidos y de los altos niveles de popularidad del Presidente.
Si bien López Obrador es crítico con el pasado, al tiempo es particularmente benevolente con su presente y con todo lo que tiene que ver con su gobierno. No asoma la autocrítica, la cual en la gobernabilidad es un aliado incómodo, pero aliado.
Ésta es una de las razones para no pasar por alto las alertas que ha enviado el Presidente estos días respecto a dos áreas medulares, lo que hay que entender bajo el supuesto de que ve venir problemas de enorme gravedad para el corto y mediano plazo.
Por un lado, alertó de una nueva ola de contagios de coronavirus. Al igual que buena parte del mundo, nuestro país anda entre la relajación y la brutalidad de la permeabilidad del Covid, el fin de semana lo ratificó quedando la impresión de que es inminente, “si viene una tercera ola que nos agarre vacunados”.
Por más que estemos en medio de profundas necesidades que nos obligan a salir de nuestras casas, no pueden perderse de vista los grandes riesgos que tiene hacerlo y actuar como si hubiéramos superado la pandemia. Nada de esto es cierto, seguimos lejos de entrar en un nuevo estado de las cosas bajo el entendido de que hemos entrado en definitiva a nuevos procesos en nuestra forma de vida.
La alerta presidencial sobre la tercera ola de contagios busca alertar para prevenir la relajación ciudadana, la cual cada vez es más difícil de contener por la autoridad. Estamos, además, en la antesala de Semana Santa y no se ve cómo se pueda inhibir que los ciudadanos no salgan de sus casas, el pasado puente ya nos dio una idea.
Estamos entre el hartazgo y la necesidad de romper con un largo año de estar contenidos, encerrados, maniatados, temerosos y preocupados, pero debemos asumir que si no cumplimos con las medidas del uso de cubrebocas y la sana distancia, lo que hemos vivido va a resultar aún más peligroso, doloroso y brutal.
La alerta del Presidente es de primera importancia porque viniendo de él, las cosas adquieren otra dimensión, recordemos cómo en un primer momento se minimizó la gravedad del coronavirus. Tarde que temprano llegará el tiempo del balance y la evaluación de lo hecho.
El otro gran problema que visualiza el Presidente es el económico. Habrá que partir de que es un tema del cual no hemos salido con bien. Desde antes de la pandemia, el crecimiento del país ha sido limitado, y por lo que se perfila, las cosas seguirán igual o lamentablemente peor.
Quizá lo más inquietante sea que las alertas nos están agarrando polarizados y esto es lo que no se ve que vaya a cambiar.
RESQUICIOS
Dora Giusti, Jefa de Protección de UNICEF en México nos dio las siguientes cifras: en 2019 se registró la entrada de 52 mil menores extranjeros al país, 25% llegó solo. El 2020 fueron 20 mil en total y con lo que va de 2021 ya se prevé que tendremos una tasa más alta.
Este artículo se publicó en La Razón el 22 de marzo de 2021. Agradecemos a Javier Solórzano su autorización para publicarlo en nuestra página.